Café Central era el centro de la escena política y cultural de Viena y alrededores en el siglo pasado. Esto inspiró al dramaturgo Mario Diament para situar allí su última obra, la número veintidós, y así lo explica: “es siempre la curiosidad y la sorpresa de un lugar que reunió a tantas personalidades que determinarían el destino del mundo”. Y los datos son contundentes. Por allí pasaron: Alma Mahler, León Trotsky, Karl Kraus, Alfred Adler, Peter Altenberg, Oskar Kokoschka, Adele Bloch, Josip Broz devenido luego en Mariscal Tito, Stefan Zweig, Sigmund Freud, Herman Schuster, Joseph Stalin y hasta el mismo Hitler.
La obra está estructurada en dos actos que remiten a los años 1913 y 1933, prolegómenos de la Primera y Segunda Guerra Mundial respectivamente. En escena y con un vestuario cuidado habrá trece actores personificando a insignes psicoanalistas, artistas, filósofos, periodistas, damas de la alta sociedad, futuros políticos, entre otros. El hilo conductor que articula estos dos momentos históricos es la voz de Herr Ober, un camarero fantasma que nos lleva de la mano contándonos las vicisitudes de cada uno de esos famosos clientes a través de los años, en un contexto de efervescencia histórica.
En el Café Central se debate, se lee, se juega al ajedrez, se toma champagne, coñac y café con sachertorte y brauner. Se asiste a las discusiones apasionadas entre Alma Malher y su amante, el artista Oskar Kokoscha; a la venta fallida de Hitler, quien pretendía vender sin éxito sus mediocres acuarelas; a la pelea eterna entre el psicoanalista Alfred Adler y su colega Sigmund Freud; a la presencia de la musa inspiradora de Gustav Klimt, Adele Bloch. Todo eso y mucho más se reverbera en el Central.
No es la primera obra en que Mario Diament hace dialogar a personajes históricos; cabe recordar “Los amantes de la casa azul” que recrea el vínculo de Frida Kalho con León Trotsky y Diego Rivera: “el proceso de recreación es un pretexto para contar. Es un mecanismo que usaban los griegos para hacer hablar a sus dioses y hasta el mismo teatro shakesperiano lo utilizó. Me divierte e investigo cómo eran y qué sucedía con esos personajes. Es una forma de definir su carácter, darles mayor credibilidad y humanizarlos”.
Sin dudas que Café Central es un drama atenuado por el humor que le imprime su autor. En muchas escenas juegan chistes sobre las mujeres en sintonía con la época que se representa. En función de los tiempos actuales, Mario Diament aclara: “los hombres se atribuyen mayor permisividad que la que se les permite a las mujeres. Muchas de las revoluciones feministas que se produjeron luego, no eran ni soñadas en ese momento”.
Los personajes de la obra nos interpelan con sus afirmaciones, con sus disquisiciones, resignificando la actualidad. Algo aterra en lo posible premonitorio. En ese entonces y ahora. Se le pregunta al escritor qué fecha hipotética establecería para instaurar un tercer acto y responde: “El 2023 es una fecha importante en el mundo entero en estado de revolución, no sólo en Argentina. Los peligros son alarmantes. Que Donald Trump vuelva al poder, las consecuencias de la guerra entre Israel, Hamas e Irán, entre Rusia y Ucrania. Es un período horrible en muchos sentidos y tiene ecos de lo que ocurrió en 1933. El mundo está redefiniéndose en este ciclo en una dirección muy preocupante, con el añadido de la tecnología que está transformando gravemente la percepción de la verdad. Es un mensaje válido para aquel tiempo, pero más para hoy en día”.
A lo dicho por el autor, retomemos el habla de algunos de los personajes, por cierto poco tranquilizadores:
Herman Shuster: “La verdad ha muerto”
Trotsky: “¿Estamos en peligro?”
Alma Mahler: “Cualquier cosa es mejor que ese payaso de bigotito”.
Karl Kraus: “Nadie parece tomar conciencia de lo que está sucediendo y menos de lo que se viene”.
Ya casi en el final y antes que se enciendan las luces Herr Ober, el camarero fantasma de Café Central afirma que hoy en día el Central es pura memoria. La pregunta entonces, y el desafío para los espectadores y para la humanidad toda, es saber si la memoria será suficiente para que la historia no se repita.