La novela "El origen de la tristeza" (2003) de Pablo Ramos fue una de las más celebradas de la literatura argentina reciente. Por eso, el estreno de su versión cinematográfica genera expectativas. Dirigida por Oscar Frenkel, y con guion de su autor, la película fue pensada para el lector de la novela devenido espectador. De eso y más, incluido algún spoiler, hablaron ambos con Zibilia.
Entender que el mundo no es una gran cancha de fútbol cinco, en la cual, entre gritos y gambetas, se diluyen los problemas, las confusiones, los enfrentamientos. Enamorarse, decepcionarse, reconocerse finito, enojado, pobre, sexual, la intriga por… ¿qué? La muerte que salpica en la cara, porque existe, porque es, porque será, porque convive con los vivos ¿cuál es el origen de la tristeza? Ciento veinte mil ojos recorrieron las páginas que Pablo Ramos escribió sobre ese grupo de chicos de Avellaneda y ahora, Los Pibes, casi quince años después de ser papel e imaginación toman forma, son de carne y hueso, bajo la dirección de Oscar Frenkel.
Avellaneda se ve preciosa. Gabriel juega en el taller mecánico del padre, pasea por el cementerio con Rolando –un cuidador-, juega al fútbol en la calle y anda en bicicleta con sus amigos, con los que se junta en una (su) esquina. El grupo es, tal vez, una metáfora de la sociedad: quien tiene plata, quien no siempre tiene un plato sobre la mesa, la mujer que va de frente, el peronista a ultranza, el que se droga y el miedo paralizador. Con el incendio del arroyo, la muerte de un amigo y el fallado debut sexual, las peores bajezas humanas y el verdadero significado del amor (amistad) se hacen presentes para dar a luz una película que hace poesía con la imagen, que convierte en melodía las palabras del autor y que llega a lo más profundo desde lo cotidiano, la pérdida de la infancia.
Después de los setenta minutos de film, Zibilia habló con Oscar Frenkel y Pablo Ramos sobre el proyecto de llevar a la pantalla grande El origen de la tristeza (2017) que se estrena hoy, tras casi cuatro años de rodaje y más de diez de trabajo.
Oscar Frenkel
¿Cómo decidiste filmar este largo?
Cuando era chico veía cine y me encantaba. Imaginé que quería hacer eso que me gustaba tanto ver. A veces pienso que fue un error porque, en realidad, ver cine no es lo mismo que hacerlo, se disfruta mucho de ver cine y no tanto de hacerlo. Fue como una especie de obsesión, de meta. El camino me llevó a estrenar.
Leíste el libro en una noche y te encantó ¿Cuándo pensaste en la película?
Lo leí cuando no era libro, cuando eran unas hojas que iban a ser editadas y se llamaba “El estaño de los peces”. Soy de San Martín y me sentí muy identificado con los lugares de Avellaneda. Nos volvimos a ver con Pablo (Ramos) y ahí surgió la charla, yo quería filmar una película y él me dijo: “¿Por qué no filmas esta novela?”. Se la mostré a Javier Leoz (Productor) y también la vio, porque es de Lanús. Escribimos el guión y lo empezamos a presentar, siempre fuimos bien vistos por distintos concursos y llegamos al premio Ópera Prima (otorgado por el INCAA) que nos habilitó para poder filmarla.
Un recorrido diferente…
Sí, yo digo que fue como un mandato. Tal vez, si volviera a empezar, no sería esta mi primera película.
¿Por qué?
No imaginé filmar una primera película con tantos chicos. Por un lado fue fácil, y por el otro difícil. Lo difícil es ubicar a los chicos, en términos de locación y horarios. Lo fácil fue que en la novela estaban descriptas las locaciones y los personajes, aparte el Municipio de Avellaneda ayudó muchísimo.
¿Cómo fue elegir y trabajar con esos chicos?
Consulté mucho con Pablo. Él no sólo fue el escritor, yo me siento un intérprete de la obra. Otra cosa que nos fijamos fue que los chicos fueran bonaerenses, suponíamos que iba a ser más fácil que conocieran la zona. Sus padres comprendían, habían oído hablar del vino de la costa.
Tenés experiencia como director de videoclips y la película tiene tomas que remiten a ese género ¿Qué hay de musical en “El origen de la tristeza”?
Me gusta mucho la música y soy lector de Pablo, me transformé en lector de Pablo. Hacer una película donde hay una narración en off que confluye con el sonido, no sólo con la música sino con su ausencia, fue un desafío grande. También lo pensamos desde la producción, sabíamos que los chicos podían olvidarse la letra o fallar algún tema, entonces teníamos esa seguridad. La música está en mi forma de narrar, es un drama musical.
Muchas veces hablan las imágenes por los protagonistas...
Nuestro miedo era que la película terminara siendo costumbrista. Ese fue el desafío que tuvimos desde la imagen, correrla de ahí. Trabajamos con azul y rojo, que tienen que ver con la camiseta de Arsenal, hay un doble mensaje. Se trabajó con americana, projecting y técnicas antiguas, no usamos pospo. Queríamos evitar el “¿Qué haces, boludo?” y chicos diciendo malas palabras. Sobre todo por el tema del debut sexual, queríamos sacarlo de lo corriente.
De hecho corren de eje el despertar sexual de Gabriel.
Sí, está matizado por otros problemas que tienen que ver con el fin de la infancia. Creo que el fin de la infancia es el origen de la tristeza, uno es feliz mientras es niño.
¿Cómo fue mezclar los tres capítulos del libro para hacer la película?
Se hizo un guión nuevo. La novela tiene, sobre todo, dos partes, que son el incendio del arroyo y el estaño de los peces, y hay otra película que es la primera parte con Rolando. Pablo insistió mucho en que no quede afuera, hasta el punto de ir a buscar un mes antes de filmar al personaje porque no lo teníamos. Es una película pensada para los lectores, es como un Harry Potter de Sarandí.
Pablo Ramos
Oscar comentaba que construiste a un espectador lector del libro ¿Cómo lo trabajaste?
Después de tanto tiempo de salida la novela, y habiendo hecho encuentros con lectores o gente que la estudia en la universidad, ya tenía una idea aproximada del perfil de mi lector. Tengo que pensar en un estereotipo para entender el lenguaje que debo usar y creo que la construcción de la película es de una gramática cinematográfica.
Dentro del barrio hay diferentes clases; está el pobre, la villa, el que se droga más fuerte –que es el más burgués y que la mamá está buena-. En función a eso orienté la idea del lector, a la culpa de esa reserva. El secreto de la película es “no me hice la paja pensando en tu madre”. Evidentemente lo hizo, su madre era cautivante y él, como cualquier chico, pensó en ella, se le escapó pensar en ella. Y eso es mucho más duro que la muerte en sí, esa reserva con el muerto al cual no puede pedírsele nada.
No querías suprimir a Rolando de la película ¿Por qué?
Rolando tiene sabiduría, paciencia y es el que entrega el primer libro. Tiene una relación con la muerte distinta, cotidiana, natural. El cementerio no es la muerte, es donde van los muertos, donde los recordamos y les brindamos honor. Soy una persona bastante anticuada, voy al cementerio todos los meses a poner flores, me parece un ritual. El capitalismo te quitó la muerte con la tarjeta de crédito, con la cirugía estética, con la obra social. Mentira. La muerte está ahí, presente. Hay que amigarse con eso, con la idea de un final, no abrupto como fue el del Tumbeta.
Yo vivo hace 10 años de esto y me enfoqué con todo mi ser, con todo mi ímpetu y voluntad en llegar a ese lugar. Y eso implica una responsabilidad. Por eso mi voz en off, creo, une a la película con la novela; son independientes pero se potencian la una a la otra.
¿Cómo fue poner en carne y hueso a tus protagonistas?
Un quilombo. Lo mandé a la mierda y renuncié veinte mil veces. A parte, cuando lograba alguien que me gustaba, tardábamos en conseguir la plata, y es una edad en la que una chica se vuelve mujer y a un pibe le sale barba y se pone groso. Nos pasó que crecieron y, como necesitábamos un equipo, para que convivieran, ya que no son actores… funcionó sobre el final. Ella (Marisa) me encantó, es divina, tiene el sol en la sonrisa y esa personalidad…se para de verdad. Que sea ella la que da el beso… surgió. El pibe no se animaba y ella encaró, quedó divino.
Es una película que cuida mucho, el erotismo existe pero es muy fino. A mí no me interesa lo explícito, me parece berreta. No puede haber nada que no esté en el punto de vista de Gabriel niño, un pezón no entra, no lo vio nunca, no sabe qué es.
¿Cómo fue reescribirte?
Me encanta. Escribir el off, fue como reescribir la novela otra vez. La escena de la pecera es la que más me gusta.
Es una tarea que hiciste en conjunto.
Yo no entregaría mi película a nadie que no fuera mi amigo. Quiero hacer cosas con mis amigos, es mi decisión de vida. En mi banda, también toco con amigos. La vida es re corta y no quiero desperdiciarla en momentos de discordia, junté muchos, ahora quiero momentos de amor.
El libro habla sobre el origen de la tristeza…
“No tiene nuca, tiene algodón en lugar de nuca”. Le faltaba todo, casi lo decapitó el tiro de la 45. Se me ocurrió acariciarlo y cuando llegué a ese lugar…falta ¿Por qué tiene algodón? No lo puedo ni ver, me pongo a llorar, vuelvo allá. Ver a alguien muerto, bueno, pero lo quiero todo. Hay una inmoralidad cuando tiran un tiro y se ve un agujerito. Cuando está el chico en el taller vuelve al off, porque nunca se le va de la cabeza. ¿Cuál es el origen de la tristeza, esa tristeza existencial que me convirtió en escritor? Esa omnipresencia de la muerte.