¿Cómo se maneja un teatro independiente? ¿Cuál es la historia de los espacios y de su gente? ¿Qué pasa, hoy, con la crisis? Estas preguntas, y muchas más, nos dan vuelta en la cabeza. Entonces, ¿qué mejor idea que salir a la calle y buscar respuestas? En septiembre visitamos el Teatro Beckett.
En Almagro, Beckett es sin duda uno de los teatros de referencia del off porteño. De tamaño medio, cuenta con 80 localidades, y un pequeño bar. Nos recibió Nicolás Castañón, uno de sus administradores. Charlamos en la oficina: un cuarto pequeño, con un escritorio cercado por dos pizarras en donde podemos ver las grilla de actividades del teatro, repleta. Mientras charlamos se escucha, desde la sala, una de las clases que se dictan ahí.
¿Cuál es la historia del teatro Beckett?
El teatro se abre inicialmente en el 2005 con la obra Play de Beckett dirigida por Miguel Guerberof. Esto antes era una casa de venta de insumos de limpieza mayorista. Una persona que era alumna de Miguel lo compra, lo arma tal cual está ahora como teatro y Miguel lo gerencia desde el 2005 hasta que fallece a mediados del 2007. En el 2008 lo tomamos nosotros que en un comienzo éramos tres socios (con Paulo Ricci y Sebastián García) y ahora quedamos dos (él y Sebastián García).
¿Y cómo llegan a hacerse cargo ustedes del teatro?
Fue una casualidad. Yo nunca quise tener un teatro independiente. Sobre todo porque yo no vengo del palo del teatro. Somos tres amigos que nos conocimos en Santa Fe a los 14 años, hicimos la secundaria juntos. Yo me vine a vivir acá, después vino Paulo y luego Seba. Paulo sí estudió actuación, es dramaturgo y director. Además, el padre también es director y actor, es un referente de teatro de Santa Fe, Jorge Ricci, de la compañía La llanura.
Paulo conoció a la dueña del teatro, lo contactó con Miguel y empezó a trabajar con él. Miguel falleció y Paulo quedó al frente del teatro, con gente de Miguel, lo que no era fácil porque él venía del lado de la dueña. Un día nos juntamos a cenar y él estaba enojado con esa situación. Seba le preguntó: “¿cómo es esto de tener un teatro?”. Paulo nos contó a grandes rasgos. Y Seba dijo: “¿Por qué no lo agarramos nosotros?”. Y yo, que no soy un tipo muy sensato en la vida, que tenía un trabajo en una productora, respondí: “Perfecto, renuncio y lo agarramos los tres”. Dicho y hecho, a los meses nos dieron la sala del teatro. Nos metimos cada uno en su lugar. Paulo programaba, después yo me fui metiendo en eso. Empecé a ver más teatro, a interiorizarme. También generamos obras, co producciones. Hace un tiempo a Paulo le salió un laburo en Santa Fe y nos quedamos con Seba.
¿Cómo se mantiene hoy un teatro independiente?
El teatro independiente se mantiene trabajando de verdad. Trabajando mucho, abriendo todos los días. Ahí podés ver la grilla con toda la cantidad de horas de ensayo o clases. Abrimos a las 10 de la mañana y cerramos a las 11 de la noche. Prácticamente todos los días, menos el domingo que tenemos una sola función.
Esta no es la crisis más grande que pasamos. La más grande desde que empezamos fue la de la Gripe A, cuando la gente no quería salir a la calle y tenías que estar con el alcohol en gel. Entre otras cosas tuvo que ver con que recién empezábamos y no teníamos tantas horas de clase. Ahora tenemos seis escuelas dando clases, cuatro elencos ensayando permanente y seis obras semanales. Entonces vivíamos de lo que hacíamos con los borderaux de las obras. Teníamos más obras que ahora, ahora tenemos generalmente seis (una los jueves, dos los sábados, dos los sábados y una los domingos). En ese momento teníamos nueve semanales y menos clases. Veníamos menos días y menos horas. Esa crisis fue la más grande que pasamos, no llegamos a pagar el alquiler, tuvimos que hablar con el dueño. La gente no quería salir ni a comer. Fue una locura total.
La crisis actual nos agarra un poco más armados. Tenemos una estructura fija de clases y ensayos. Sabemos cómo diagramar el tema del dinero. Lo que entra fijo para dónde va, sabemos que el flujo de las obras no es tan continuo (porque les puede ir bien o mal, o a una bien y a dos mal). Así que el ingreso de las obras es relativo.
O sea que el ingreso fijo, con lo que se mantiene el teatro, es de las clases y del alquiler para ensayos…
Nosotros tenemos la suerte de tener obras que andan muy bien y que están hace mucho acá y obras a las que realmente les va muy bien. Entonces también tenemos esa suerte. Pero hay obras que hacen ocho funciones y bajan (o seis porque no llegan a las ocho). Yo programo obras que me interesan y me parecen geniales y tal vez no viene nadie. Quizás hay otras que no me gustan tanto y tal vez llenan. Es muy relativo eso.
Es más un criterio artístico, no marketinero…
Yo trato que el teatro tenga una identidad. Trato que siempre haya obras de autor. Me interesan mucho los autores nacionales, los jóvenes. Y trato que sea una programación ecléctica. Me gusta que los viernes y sábados haya teatro de autor. Los jueves y domingos por ahí puedo meter danza, clown o los sábados a las 23, algo más performático. Me la juego, quizás no anda tan bien, quizás sí, hay que ver.
Tengo esto que es como una fábrica de sueños, entonces trato de hacer lo que a mí me gustaría ir a ver si fuera al teatro. Soy un poco egoísta en ese sentido, todavía no le encontré la vuelta. Y trato de que la programación sea interesante. Que a la gente que es de teatro le parezca interesante. Yo he ido aprendiendo con el tiempo porque, como ya te dije, no soy del palo, soy público. Voy a ver mucho, me interesa ver cómo se programan los espacios y demás. Soy un público bastante recurrente.
¿Crees que el teatro es un espacio de resistencia?
Completamente. Para mí el teatro es un lugar de resistencia, no solo frente a la crisis, sino que es un lugar de resistencia en general. Hoy en día que nosotros vivimos con el celular en la mano, mirando nuestras redes sociales, nuestros mails. Tenemos la vida por streaming y en realidad no nos pasa nada. El teatro es un espacio de resistencia también en eso. Vos venís acá a ver a gente actuando en vivo. Y es lo mismo de siempre, conflictos personales.
Hay otros soportes quizás, algunas cosas son más performáticas, tienen lásers o proyecciones, mapping, hay una cuestión más nueva pero en el fondo, en la base de lo que ves son conflictos personales. Y es eso, Romeo y Julieta, un Otelo. Es un conflicto de intereses, de amor. Hoy que estamos llenos de pantallas es un tiempo de recreación para ver algo en vivo y eso es la resistencia: ver algo en vivo.
¿Hoy la crisis se nota realmente en el público? Porque a veces uno piensa que la gente que va al teatro, y al teatro independiente, sigue yendo…
Es raro por varias cuestiones. A mí me da un poco de pudor hablar de una obra buena o de una obra mala. Soy un programador y alguien que gerencia un espacio. Hoy en día cuesta más salir, está todo más acotado. Por eso, por ejemplo, viernes y sábados a las 23 no programamos más porque es un desgaste. Entonces, nos concentramos en las obras que más o menos funcionan, las ponemos en un horario central y hacemos fuerza en eso. En eso sí ha caído un poco el público. Antes a las obras de las 23 o de las 19 la gente venía igual.
Quizás el precio de la entrada no significaba un gran gasto. Hoy nuestras obras no son muy caras, salen 300 o 350 pesos. Pero hoy gastar 700 en una salida te cuesta. Antes no era tan así. Hoy la gente lee mucho las críticas, ve mucho lo que dicen en Internet, los spots. Hoy la gente va a la obra que está recomendada, no es que va por ir. Por ahí la crisis tiene que ver con que la gente no va por ir sino va a algo muy puntual, a algo que funciona. La gente va a lo seguro, hoy esa es la gran diferencia.
El público no decae, nosotros tenemos la suerte que la programación que tenemos funciona muy bien pero es poca. Nosotros a veces pensamos si conviene abrir con lo que pagamos de luz. Antes eso no nos pasaba.
Me imagino que a lo largo de tantos años deben tener varias anécdotas…
Tenemos mil. Por ejemplo, te cuento una de nuestros comienzos. Nosotros agarramos el teatro y no sabíamos cómo estaba de infraestructura. Teníamos un estreno un día a las 9 y justo se rompe un caño pluvial en los camarines. Y empieza a caer agua como si fuera una ducha en donde estaba la escenografía. Entonces: hicimos boletería, dimos sala y a los actores les hicimos una especie de puente con unas maderas para que puedan pasar sin mojarse al escenario. Después de dar sala, pasamos por el sótano para atrás y estuvimos toda la obra escurriendo el agua mientras se hacia la función. Habíamos levantado una tapa de tormenta que hay en el fondo y escurríamos ahí. Nos pasamos la función escurriendo el agua. Cuando escuchamos los aplausos, salimos, saludamos a la gente y volvimos a seguir sacando el agua.
Y justo cuando está terminando de contar esta anécdota, como si fuera a propósito o, mejor, como si fuera una puesta en escena, nos interrumpen porque uno de los alumnos se quedó encerrado el baño.