En esta segunda entrega de la serie de artículos sobre el vínculo entre arte y espacio, nos detendremos en la figura tan especial del cosmonauta ruso Alexei Leonov (1934-2019), primer hombre en caminar por el espacio, que siempre tuvo vocación de artista.
En los años de la guerra fría, una carrera tecnológica se desató entre los Estados Unidos y la Unión Soviética. Los enfrentamientos bélicos se trasladaron al campo de la conquista del espacio y la llegada a la luna. Inicialmente, el desarrollo espacial ruso demostró ser mucho más eficiente, lanzando el primer satélite artificial en 1957; la primera nave que orbitó la Tierra con un hombre dentro, Yuri Gagarin, en 1961, y el primer hombre que salió de la nave y realizó una caminata espacial, Alexei Leonov.
La particularidad que rodea a Leonov consiste en que no sólo fue el primer humano en deambular por el espacio, también se convertiría en el primer humano en hacer arte en el espacio. Tanto a bordo del Voskhod, programa soviético espacial que lo haría famoso, como en el resto de sus misiones, siempre llevaba papel y lápices para hacer bocetos de todo aquello que veía desde la nave espacial.
Leonov nació en 1934, en una pequeña ciudad de Listvyanka, en Siberia, siendo el octavo de nueve hermanos. Tenía inclinaciones artísticas desde pequeño; sin embargo su origen familiar, extremadamente humilde, no le permitió acceder a una educación superior, por lo que decidió alistarse en el ejército y realizar una carrera militar.
En Ucrania egresó como instructor de paracaídas en la Fuerza Aérea Soviética. En los años de la Segunda Guerra Mundial, pasaba horas en el hospital local dibujando soldados, oficiales y escenas de batalla, así como paisajes del mar Báltico, mientras asistía a clases nocturnas de dibujo y pintura.
En 1960 fue seleccionado para formar parte del primer cuerpo de cosmonautas soviéticos, dentro de un grupo de 20, que incluía a Yuri Gagarin. Su viaje se realizó en marzo de 1965, a través del Voskhod 2, una nave de dos asientos, junto a Pavel Belyayev, en una misión que tenía como principal objetivo realizar una caminata espacial.
Durante 12 minutos, Leonov salió de la nave y avizoró el universo desde una perspectiva inédita. Al regresar de este vuelo mítico, contó su experiencia espacial con numerosos detalles para la revista “El correo de la UNESCO”. Allí relata su percepción de los astros y el momento clave en que sale de la nave:
"Ante mí todo se veía negro: un cielo negro y estrellas luminosas pero que no centelleaban, sino que parecían estar inmovilizadas. Tampoco el sol tenía el aspecto que tiene visto desde la tierra; alrededor suyo no había ninguna aureola, ninguna corona; parecía un enorme disco incandescente clavado en el terciopelo negro del cielo cósmico. Y el cosmos mismo parecía a su vez un pozo sin fondo. El espacio ofrecía un aspecto que no tendrá nunca visto desde la tierra."
Dibujando en gravedad cero
Mientras duraba la travesía, Leonov aprovechó todo el tiempo que pudo para hacer bocetos y tomar notas sobre los colores que percibía, tan alejados de los mapas físicos tradicionales. Se sujetó su caja de lápices a la mano por medio de una pulsera que le había pegado. A su vez, los lápices estaban atados a la caja, para que no se perdieran en un contexto de gravedad cero. El primer dibujo que bocetó fue un amanecer orbital, tratando de expresar la forma en que desde la nave veía al sol salir sobre un fragmento de la Tierra, iluminando la atmósfera a su alrededor.
El dibujo a lápiz, realizado el 18 de marzo de 1965, se exhibió recientemente y por primera vez fuera de Rusia, en la exposición “Cosmonauts: Birth of the Space Age”, en el Museo de Ciencias de Londres. La curadora Natalia Sidlina la definió como "una mirada personal, desde un punto de vista sin precedentes. Es un símbolo de la relación entre el arte y la ciencia y, en particular, la importancia del arte y los artistas para acercar la Tierra y el cosmos".
Su viaje espacial, su propia experiencia como cosmonauta y las filmaciones que registró, fueron para Leonov una gran inspiración artística en los años posteriores, en los que se dedicaría a pintar escenas de exploración en el espacio y buscaría plasmar la visión del cosmos que tuvo en su travesía y que poquísimas personas pueden vivenciar por sí mismas.
En dos ocasiones Leonov recibió el título de héroe de la Unión Soviética. En 1975 volvería a hacer historia, cuando formó parte del primer vuelo conjunto entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, la misión Soyuz-Apollo.
Luego de dos días de viaje, las naves estadounidense y rusa se acoplaron en el espacio, realizando experimentos antes de separarse. En ese viaje también bocetó dibujos de la Tierra vista desde la nave espacial y retratos de sus compañeros de tripulación internacionales. Esta misión de colaboración ayudó a poner fin a la confrontación espacial entre Estados Unidos y la Unión Soviética, cuando Leonov estrechó la mano de un astronauta de la NASA en órbita.
Inspiración cósmica
Una de las obras más conocidas y difundidas de Leonov consiste en un autorretrato durante su caminata espacial de 1965, pasando por encima del Mar Negro. Le causó una profunda impresión la tonalidad oscura del agua, preguntándose quién habría podido tener, miles de años atrás, la perspectiva aérea que él estaba teniendo ese momento para darle un nombre tan apropiado a ese mar.
Muchas de estas obras se aproximan a la ciencia ficción, a través de la presencia de seres extraterrestres y paisajes craterizados. Cuando Leonov supo que iba a formar parte de un grupo tan selecto de cosmonautas y que tendría la posibilidad de volar al espacio, comenzó a leer ávidamente toda la literatura de ciencia ficción que pudo conseguir, porque ante unas circunstancias tan desconocidas para el ser humano, consideraba que era el manual más preciso que podría encontrar.
En 2017, en el contexto de una muestra titulada “El deshielo” y coincidiendo con el estreno de una película acerca de la misión espacial protagonizada por Leonov, el cosmonauta-artista decidió donar algunas de sus obras a la Galería Tretyakov, perteneciente al Estado de Moscú.
Leonov falleció el 11 de octubre de 2019, a los 85 años, dejando unas 200 pinturas sobre temáticas espaciales. Las mismas pueden encontrarse en el Museo Nacional del Aire y el Espacio del Smithsonian, en Washington y museos de Moscú (Rusia), Houston, (EE UU) y Dresde (Alemania).