Verónica Schenck, actriz y directora, habló con Zibilia de Por Miserere, su obra más reciente en cartel que transcurre en una remisería. La escritura, el ensayo, el espacio y la improvisación son algunos de los temas que tocó.
Por Miserere es el espectáculo más reciente como directora y dramaturga de Verónica Schenck. La historia se desarrolla en la trastienda de una remisería, un espacio misterioso y atractivo en el imaginario de todos los que somos “pasajeros”, donde ocurre una trama que combina el amor y la tragedia.
Schenck es también actriz. Entre otras obras, partició en Artaud de Sergio Boris, Integral Pavlovsky, proyecto del Teatro Nacional Cervantes, y su obra Crol. Pequeño homenaje a nadadores pioneros, que dirigió. Charlamos con ella sobre Por Miserere, su proceso creativo y sus proyectos.
¿Cómo surge Por Miserere?
De un texto que escribí antes de arrancar los ensayos, en febrero del año pasado (tenía el espacio definido y algunas improvisaciones que ya había transitado con un grupo de actores hace años). Busqué forzar la “completud” del texto para un subsidio y me vino bien como ejercicio para entrar en el proceso de ensayos con algunas ideas. Lo pusimos a andar, solo para superarlo.
La presencia de los actores, los vínculos que se reticulan en el ensayo son imposibles en la “dramaturgia”. Porque la guía de lo situacional no parte de la palabra, la escritura lo achica, no lo puede prever. Ese texto (que a veces a uno lo avergüenza pero no queda otra que convivir y atravesarlo para avanzar) sirvió para tener hipótesis de arco general y de personajes.
Pienso que el texto escrito fue una excusa para empezar a probar el espacio de una remisería y los actores con los que quería trabajar, o sea, eso era lo imprescindible. La remisería, y Amelia y Pablo, dos actores y amigos con quienes tenía ganas de trabajar.
¿Cómo fue el proceso de ensayos?
Fue trabajar a la vez escenas, estudiar textos pero improvisar, buscar colores expresivos, ritmos, cómo habitar los espacios, el atrás y el adelante, entender qué era mejor cuando estaban todos en escena. Ensayamos en una librería de libros usados de un amigo, Aquilea. Arriba tiene un espacio en donde se dan talleres y una oficina. En medio, hay una mampara, y eso es lo que necesitaba para ensayar. Porque también era una certeza que lo que iba a generar dinámica entre el atrás y el adelante iba a ser esa mampara transparente y que todo iba a suceder a la vez. Estar ahí fue interesante porque pudimos probar ese procedimiento teatral que era la idea madre.
¿Trabajás siempre de la misma manera o depende de cada proyecto?
El trabajo se basa en las mismas creencias, pero en cada caso es diferente y una de las cosas importantes es estar atento a qué va pidiendo el proceso. También es importante, detectar cómo es cada grupo para ver a qué cosas apuntar, más allá de las que digo que son de base. Ahora en función hay cosas que voy cambiando porque seguimos ensayando, hay cosas que son para probar directo en la función. Al principio yo quería ensayar todo lo nuevo que se me ocurría y después me di cuenta de que la función también es un lugar de prueba y error.
¿Cómo es dirigir tus propias obras?
Escribir y dirigir en mi caso van juntas, escribo para dirigir, no soy dramaturga. Aprendí cosas vinculadas a la dramaturgia por necesidad. Tengo poca conciencia de la estructura general en el proceso. Por ejemplo, voy de lo chiquito a lo grande y tengo que ir haciendo cuadros en papeles, en la pared, obligada, para no perderme, porque me cuesta.
Cuando llega esa parte en la que me doy cuenta cómo se equilibran los hilos enredados y que voy despejando lo que sobra, veo que aparece la estructura. Y tengo una sensación física de una cosa compacta, autónoma, que puedo percibir en su totalidad.
También sos actriz, ¿siempre quisiste escribir y dirigir?
No, al principio pensaba ¿cómo se puede no actuar? Veía actores que dirigían y pensaba ¿cómo será querer dirigir o escribir teatro y no actuar? De adolescente escribía, pero no teatro. Siempre la escritura fue un espacio muy profundo para mí, que me salvó, en el sentido de algo que organiza tu volcán existencial. Y un lugar de invitación al hacer.
Solo cuando me sentí interpelada por algo que pasó en las clases de teatro que daba, me imaginé dirigiendo y lo hice, antes no. O sea, no fue “quiero dirigir” sino “¿qué hago con esto? ¿Lo dejo pasar o lo dirijo?” Y en el hacerlo me di cuenta que me interesaba, me gustó. No teoricé sobre eso, sino que luego volvió a pasar, y así.
¿Cuáles son tus próximos proyectos?
Hace tiempo intento destrabar un documental. Pero es un espacio muy complicado para conseguir autorización, muy atravesado por cuestiones políticas. Y también con ganas de volver a hacer algo vinculado a la música, como fue Crol, pequeño homenaje a nadadores pioneros. Y el 4 de julio reestrenamos quinta temporada de Artaud, en el Beckett.