Según algunos diccionarios que circulan en internet -porque la definición de la RAE suena un tanto escueta- un ritual se establece como tal por una serie de actividades que se dan en una secuencia establecida, guiada por un valor simbólico. Tal vez es por eso que Toti y Simur convirtieron un encuentro para leer poesía, bailar y comer rico, en algo que se transforma a sí mismo para convertirse en un ritual: El Mamut.
El primer paso es llegar y (para quienes disfrutan de la puntualidad) ingresar gratis dejando un alimento no perecedero que se destina al Comedor de Santi. Después, la música, va ordenando cada momento, como una ceremonia religiosa. Cuando el sonido sube, la gente baila, come, se mueve. Cuando el sonido baja y toman el micrófono los poetas, la concentración la toman las palabras.
Simur y Toti, organizan El Mamut una vez cada dos semanas. Y, aunque empezaron en el jardín de sus casas en Florida hace cinco años, hoy convocan a cientos de personas que disfrutan de oscilar entre perreo y poemas. Entre comida vegana y parrillas humeantes. Entre olvidarse un poco de todo y resistir. El último encuentro del año va a ser el 22 de diciembre en Plataforma La Nave (Av. Belisario Roldán 4415).
¿Cómo fue la charla previa a armar el primer encuentro en su casa en Florida?
T. Fue en una reunión con Maru, que fue el nexo entre nosotros dos. Nos juntó porque sabía que estábamos medio disconformes con la escena poética y los lugares que nos invitaban a leer.
S. Recuerdo que lo liquidamos con un asadito. Ambos veníamos tocando y leyendo. Eso te va dando un panorama de los lugares de Buenos Aires. Teníamos ganas de joder y, detrás de esas ganas, había algún de crítica a cómo se venían dando las cosas en los espacios poéticos.
¿Y en ese momento surge llamarlo “El Mamut”?
T. El nombre fue más un juego. Siempre tratamos de poner nombres de animales y a éste le encontramos el sentido en lo nómade. Antes El Mamut nunca repetía locación.
¿Se acuerdan de cómo se armó ese primer Line Up?
T. Ahora la bajadita es “poesía, parrilla y perreo”, antes era “poesía, chori y cumbia”. Había una parrilla que solo sacaba chori, una barra con vino y cerveza Día y un DJ amigo tirando unas cumbias. La poesía éramos nosotros: Simur, Maru y yo.
S. El primero era el ritual que queríamos hacer, encarando todo nosotros. Somos productores, changarines, maestranzas. Eso vuelve a El Mamut algo coherente.Hay un modelo de producción en Buenos Aires, que no está ni bien ni mal pero a mí no me gusta, que es tener la parte artística y arreglar con alguien que tiene un espacio, comida, barra. Ese modelo limita la experiencia. Nosotros pensamos a El Mamut como obra: la cerveza, la persona que te recibe, todo es la obra.
¿Cómo eligen a las personas que leen?
S. Hay dos factores: calidad y diversidad. Yo pienso que si hacés un festival de rock nacional con los seis rockeros más importantes del país, tenés un festival de seis tipos blancos de clase alta de más de 60 años. Entonces, a la visión que vos podés tener de calidad, la tenés que cruzar inevitablemente con la diversidad. Si no, es aburrido. Los dos salimos mucho. Tenemos una idea de lo que pasa en el contexto y ahí te vas cruzando. Hoy, que somos un poquito más conocidos, tenemos la suerte de que nos escribe mucha gente para participar.
¿Hubo algún artista que los hizo flashear por sumarse?
T. Casciari estuvo hace poco y, siendo escritor y El Mamut un ciclo de poesía, no creo que podamos llegar más alto que eso. También me flasheó mucho Charo López.
S. A mí me flasheó Nati Menstrual, que era alguien que había consumido bastante de adolescente. Cuando fuimos de gira por Europa me flasheó la variedad, los cruces de cultura de escuchar a alguien en alemán, catalán, portugués, inglés. Más allá de los pergaminos, alguien espectacular que tuvimos en El Mamut fue Troti (Matías Fernández Burzaco).
¿Cómo fue hacer el clic y darse cuenta de que ya no podían seguir haciendo El Mamut en una casa?
T. A fines de 2021 lo hacíamos en casas, terrazas y centros culturales. El principal motivo fue dar un buen servicio. Venían como 200 personas, era momento de profesionalizar. Somos de la idea de que para crecer hay que ampliar los moldes.
¿Qué une al perreo con la poesía?
S. Lo que pensamos inicialmente, no lo recuerdo. Pero haciendo arqueología, creo que no queríamos que fuera un embole. A veces en los formatos artísticos hay algo que trasciende a la calidad. El ballet es hermoso pero si una obra dura cinco horas, es un montón. Lo mismo con una película o el circo. Las cosas, más allá de su belleza, tienen limitaciones propias. Y la poesía en vivo, creo, no tenía las limitaciones del formato aceptadas. Nosotros nos propusimos romper con eso.
Después pasó algo interesante que creo que es una de las joyas de El Mamut, todo el ritual de que vos te sientes 45 minutos a escuchar poesía cuida muchísimo la calidad del momento de perreo. El público más serial killer que va a encarar 500 pibas en una noche, quizás no está dispuesto a escuchar una hora y media de lecturas. En algún punto, el momento de poesía termina cuidando la situación de perreo y, a su vez, sirve para acercar a gente que solo pensaba en bailar a la experiencia de la oralidad.
¿Qué hace que El Mamut sea un ritual?
S. Desde un lugar superficial, es una palabra más linda que evento. Pero siempre lo sentimos ritual: hay periodicidad, repetición en el tiempo, repetición de procesos… Se repite el orden de lo que sucede pero la experiencia no.
T. Y, como es los domingos, la gente hace un paralelismo con la misa. Me divierte.
Y La Mamut, edición del ritual sin poesía…
S. Surge de experimentar. También hemos hecho alguna fecha de poesía sin perreo. Nuestra sociedad tiene más de cinco años, está bueno ir probando cosas y descubriendo algo nuevo.
¿Cómo fue llevar El Mamut a Europa?
T. Tenemos un grupo de amigues grande en Berlín que nos manijeaban. Hicimos once fechas entre: España, Portugal, Italia y Alemania. Para nosotros, como productores, ver que podés ir a otro país en el que nunca habías estado, producir casi a ciegas y que salga el evento, fue superador.
S. Fue una patriada. Nos confirmó que es único lo que hacemos y que es bastante étnico, por eso de a poco están viniendo bastantes turistas que buscan algo para hacer en Buenos Aires.
Para cerrar, ¿Qué es para ustedes El Mamut?
T. Es una obsesión. Pensamos todos los días cómo mejorar, es nuestra obra.