La directora de Ceniza negra, película que se presentó en Cannes en 2019 y se estrenó online recientemente en la Argentina, le contó a Zibilia su proceso de trabajo: con el guion, los actores, las imágenes. Filmada en el Caribe de Costa Rica, con actores naturales, la producción narra la historia de Selva, una niña marcada por la experiencia de la pérdida.
Ceniza negra, la película costarricense-argentina, dirigida por Sofia Quirós Úbeda tuvo un 2019 super intenso. Luego de su estreno en mayo en la Semana de la Crítica en Cannes, viajó a unos 40 festivales más, en muchos de los cuales fue premiada. En 2020, con pandemia, le tocaron menos festivales y un estreno híbrido: en Costa Rica, en salas y online; y en la Argentina y Chile de manera virtual. A partir del 29 de diciembre, además, estará disponible en la plataforma MUBI. Y como broche de oro del camino que lleva recorrido fue seleccionada para representar a Costa Rica para competir por una nominación a Mejor Película Internacional en los Oscar y Mejor Película Iberoamericana en los premios Goya de España.
La película transcurre en un pueblo costero del Caribe costarricense y cuenta la historia de Selva, una chica de 13 años, que ya a su corta edad ha adquirido experiencia y sabiduría frente a la muerte. Mientras Selva atraviesa ese pasaje oscilante y misterioso que separa la niñez de la pubertad, cobijada por una naturaleza que se vuelve omnipresente, continúa perdiendo a sus seres queridos. Pero esa tragedia se incorpora naturalmente a lo cotidiano. Es tan natural como los actores. Porque quienes interpretan a la niña, a su abuelo, a su amiga, y a los demás personajes, son intérpretes no profesionales: actores "naturales".
Quirós Úbeda, nacida y formada en la Argentina, pero criada en Costa Rica, le contó a Zibilia algunos detalles del proceso de creación de Ceniza negra, un recorrido muy particular que empezó por encontrar ese sugestivo y poético título.
¿Qué fue lo que te inspiró a contar esta historia?
Lo primero que me llamó la atención fue el título. Apareció de un momento a otro en mi cabeza y me empezó a generar un montón de disparadores creativos de imágenes poderosas, relacionadas con el Caribe y con crecer. A medida que la fui desarrollando me interesó contar una historia sobre una niña pequeña que a pesar de que se cría en un contexto muy duro, con sus padres ausentes, con muchas despedidas en su cuerpo, atraviesa su infancia llena de sabiduría y logra preguntarse qué es la muerte.
Con respecto al trabajo con los actores (con la protagonista ya habías trabajado, ¿no?), ¿cómo planteaste el rodaje para lograr tal grado de intimidad al filmarlos?
Si bien había trabajado con la actriz para un corto, la considero también como una actriz natural como al resto. Fueron muchos meses de preparación, de generar un vínculo, de construir intimidad. Estuvimos viviendo juntos en una casa en la playa por unas tres semanas y ahí logramos generar una confianza muy linda. Ensayábamos en diferentes momentos del día. Mientras desayunábamos, hacíamos las cosas de la casa o conversábamos, íbamos involucrándonos con los personajes en ciertas dinámicas que luego fueron muy importantes en la filmación.
El rodaje se planteó en función de los actores. No solo el plan, también la cámara se acomodó a ellos. A nivel de producción, teníamos personas de edades complejas, adolescentes o Humberto Samuels, el abuelo, de 84 años. Así que invertimos en equipo humano para que se sintieran contenidos. Por otro lado, el equipo técnico era muy permeable a mis indicaciones para filmar cada escena según el tono que requería. Por ejemplo si era una escena muy animada, empezábamos antes de la toma a trabajar con mùsica; pero si era una escena más pasiva, trabajábamos en silencio o susurrando, y de esa manera se generaba una especie de energía colectiva que ayudaba mucho a los actores naturales.
¿Podrías mencionar películas o realizadores que de alguna manera estén presentes en tu película?
Creo que está muy presente Alice Rohrwacher, una directora maravillosa que tiene un gran trabajo con actrices jóvenes o adolescentes, en películas como Cuerpo celeste y Las maravillas. O Carla Simón, que en Verano 1993 también empleó niñas y un método para actores naturales con el que yo me identifico. Otros directores como Pedro Costa, por su forma de utilizar la luz y sus retratos de gente de edad.
Sos argentina y costarricense, lo que implica geografías, sociedades, prácticas culturales y sociales, historias, muy diferentes, ¿cómo te relacionas con ambas nacionalidades?
Nací en la Argentina, pero me crié en Costa Rica. Sin embargo regresé a estudiar cine y todo el lazo con el cine y la cultura, y mi desarrollo profesional está íntimamente ligado al país y a Buenos Aires. La verdad, es interesante porque son nacionalidades muy opuestas. El argentino es muy hacia afuera, extrovertido y directo, y el costarricense es todo lo opuesto. Mi personalidad se vio influenciada por ambas formas pero me encantan los dos países, creo que se complementan muy bien. Y siento que la película es tanto argentina como costarricense.
La película representa a Costa Rica en las candidaturas para las nominaciones del Oscar. ¿Es un país con poca producción cinematográfica?
Costa Rica es un país que produce poco porque somos muy pocos. Somos 5 millones de habitantes y el nicho o sector cultural es bastante reducido. Sin embargo, las películas que se producen son muy interesantes. Hace 7 años se hacía una por año, ahora estamos entre 10 y 12. La mayoría además son dirigidas y producidas por mujeres. Creo que en los últimos años hemos tenido un boom a nivel internacional.
Por último, la naturaleza es un personaje más de la película. Pareciera que siempre puede contener a Selva, no importa qué tan trágico sea lo que pase. ¿Fue tu intención transmitir eso?
Definitivamente la naturaleza se trabajó como un personaje más desde la primera versión del guion y en el cortometraje Selva. La naturaleza es un sostén importante para ella y también es un espejo de lo que pasa en su interior. Quisimos retratar a través de esa fuerza del mar y esos animales todas sus fantasías, sus miedos, sus necesidades de salir, de crecer, de expandirse; pero también, de ser abrazada y de no sentirse sola.
Finalmente, por más que sus seres queridos se vayan, los animales que representan a estos seres están con ella, y eso es una contención para una niña que ha vivido cosas tan duras.
En Ceniza negra podés acceder a todas las plataformas donde ver la película.