Una sala oscura, apenas iluminada por los dejos de luz que ingresan por una ventana lateral en una tarde nublada de domingo. Una mujer en el centro y un acordeón sonando en vivo. Un video que cada tanto reinicia en la pared de fondo. Sillas, antifaces y guiones, cuadros, voces y lectura. Movimiento constante, cortado y desarmado. Danza y teatro o un solo de danza-teatro que se vuelve experiencia y nos habla de la vida: PaCata escrita, interpretada y dirigida por Catalina Briski.
Los domingos, en Teatro Cooperativa Perra, Briski propone un viaje de descubrimiento a través del cuerpo. Una pieza en donde lo íntimo y sensible adquiere roles principales. Es a través de diferentes escenas, capaces de adquirir la forma de danzas, manifiestos, textos, una imagen o hasta un olor, que la protagonista condensa una serie de dedicatorias. “A los amores y no amores que me han dado la fuerza y la fragilidad para vivir no feliz, sino sinceramente. Bailar es reescribir”, confiaba la dramaturga y bailarina.
PaCata presenta un proceso incesante de armado y desarmado. A lo largo de la obra las composiciones y pensamientos se estructuran y desestructuran. Los movimientos se encadenan para formar secuencias que se repiten, una danza que articula brusquedad y delicadeza en estado de borrador. La artista alterna poses y posturas bien básicas, otorgando así una sensación de base y sostén, con variaciones complejas y de movimientos por momentos orgánicos; por otros muy entrecortados. Catalina crea, prueba, enuncia figuras que luego descarta para dar lugar a nuevas búsquedas corporales. Como si tradujera una coreografía que existe solo en su cabeza, la intérprete de PaCata nos invita a bucear en su propio universo.
Además de delinear desde un desarrollo poético elementos y situaciones de la vida de la autora, la pieza juega con la idea de lo visible y lo invisible. Así como planteaba Pina Bausch, exponente clave de la danza contemporánea y pionera en la danza-teatro, “la danza hace visible lo invisible”. Desde las omisiones de los textos y las escenas in media res, hasta la propuesta de iluminación, Briski pone en tensión eso que vemos con lo que no. De hecho, hace uso del recurso del teatro ciego. Luces apagadas, luces que provienen únicamente del exterior, luces como linternas de minero alumbrando solo partes de pies y piernas desde arriba, luces anaranjadas y tenues versus una oscuridad total. El recurso de la iluminación presenta a PaCata como reminiscencias oníricas o retazos de recuerdos.
Otros recursos que se destacan son el uso de la música en vivo, a cargo de Pedro Bragan y su acordeón; el monólogo; la voz grabada y en vivo: lecturas de terceros en vivo. Seres que desde la platea completan la escena danzada en el frente. La obra no solo funciona como un momento de catarsis de la artista sino, como una experiencia inmersiva, en donde el espectador no es uno pasivo. Se lo invita a leer, escuchar, mirar, presenciar y hasta bailar.
PaCata recuerda una forma de acercarse a los devenires de la vida, a celebrarla, agradecer, denunciar y honrar pero también a aceptar su dolor, cansancio y hastío.