Cae la noche tropical es una conversación grandiosa. Ni grande ni grandilocuente. Es maravillosa, como a cidade, lugar en donde se desarrolla el encuentro de tres mujeres argentinas: dos hermanas, Nidia y Luci y la vecina, Silvia.
Nidia es la mayor, vive en Buenos Aires y está de visita en la casa de Luci tratando de duelar la reciente muerte de su hija Emilse. Tiene un tic en su ojo derecho, parpadea involuntariamente y además, sesea. Luci vive en Río de Janeiro desde larga data, exiliada. Ambas con un vestuario estampado –la gran Renata Schussheim a cargo- similares a los llamados “batones” de otrora. Una explosión de colores en Luci que, acompaña con vincha, anillotes y pulseras. Silvia es la vecina, con atuendo más formal, psicóloga y cuya vida amorosa o desamorosa será el “insumo” para los laberintos discursivos que emprenderán las hermanas.
Una escenografía en donde impera el verde en la iluminación, en las plantas regordetas, exuberantes que traen el trópico a escena. Al fondo del cuadro, una cocina con mesada, bacha, heladera, mesa y sillas, otra mesa de apoyo con teléfono y en primer lugar, dos butacones que entronarán a las hermanas. Al costado derecho, tabique de plantas mediante, se recrea la habitación del departamento de Silvia.
Luci tiene a cargo enhebrar las palabras que reconstruyen las historias amorosas de la vecina; a veces es monólogo, a veces diálogo: un ex amor mexicano, uno reciente brasileño, lo parecido de ambos hombres: gordos y pelados. Nidia, la más conservadora de las octogenarias dice: “Esta chica debe tener muchos programas” o “Él se dio cuenta que ésta es tremenda” y Luci responde: “Si te vas a escandalizar, no te cuento nada”. Lo interesante de lo que se cuenta es el cómo, los detalles de los encuentros, desencuentros, ilusiones rotas y cómo esas historias, ajenas a ambas, reverberan en sus recuerdos, en amores pasados, en fantasías incumplidas. El tono es de chismorreo, un nudo que enlaza lo íntimo con lo barrial, pueblerino, tan propio de varias de las obras de Manuel Puig. Podría decirse que años después, pantalla mediante, esas escenas se recrean en el llamado “periodismo de espectáculo” poniendo en el tapete lo privado de los famosos o personas públicas.
También aparecen disquisiciones que abordan las diferencias entre psiquiatras y psicólogos: “Los psicoanalistas son los que no estudian nada”, dice Nidia y de repente tiene un arranque de gula “Me dio hambre de flan con dulce de leche”. Mientras toman mate con “quesito” que saca Luci de la heladera.
Hay humor en la obra. Hay samba brasileña que acompaña sutil. Hay menciones a cuestiones políticas que marcan la historia argentina y los destinos de las tres mujeres: Eva Perón, AAA, exilios, hijos cerca, lejos, y un futuro incierto en la vejez certera de las hermanas. Por su parte, la vecina de cuarenta y pico esquiva la soledad como puede: con depresión, con la compañía de un whisky o con un intento de suicidio luego de esperar un llamado telefónico que no llega y que podría en su imaginación, definir su vida, su felicidad, cual Penélope contemporánea pero sin tejido de ningún tipo.
La maravilla de “Cae la noche” también estriba en recrear un tiempo que fue ayer y no tanto. La existencia de los teléfonos fijos, el género epistolar para dar voz al hijo en Buenos Aires, al sobrino en Lucerna. Marca un tiempo para la charla, el discurrir, el rememorar lo familiar en la última etapa de la vida. Nidia dice: “Se han ido desfilando todas”, al recordar a sus amigas.
Ya es casi el final de la obra y una de las protagonistas toma un vuelo a Nueva York con escala en Río de Janeiro, en donde baja. Sin que ella lo sepa, el personal de a bordo detecta el hurto de la típica manta azul de Aerolíneas Argentinas, con las letras impresas grandes. Esa travesura –tan argenta- es notificada al público mediante la voz en off del capitán a bordo, Jean Batiste, a modo de humorada. No habrá represalias para la octogenaria.
Termina la obra. La manta es desplegada sobre la falda de las sonrientes protagonistas como un trofeo. Cabe preguntarse sin posibilidad de repuesta cierta si fue un guiño, un recordatorio para que ese rectángulo de tela siga teniendo esas palabras, un pedazo de soberanía sobre las faldas de Nidia (Leonor Manso), Luci (Ingrid Pelicori) y Silvia (Eugenia Guerty). Aplausos a sala llena en el teatro Astros. Cae el telón que no existe. Cae la noche tropical.