Se estrenó la nueva película del popular director Quentin Tarantino y aprovechamos para elegir algunas de las figuras más significativas de su obra. Partimos de Había una vez... en Hollywood, y nos lanzamos hacia el pasado, recorriendo cada uno de sus films, hasta Perros de la calle.
Con nueve películas en casi tres décadas de trayectoria, Quentin Tarantino ha construido una carrera capaz de generar amores y odios, aunque rara vez indiferencia. De hecho, su cine ha pasado a convertirse en un adjetivo en sí mismo: ya sabemos de qué hablamos cuando se menciona la palabra “tarantinesco” y no hay necesidad de explicación.
Buena parte de ese código universal que constituye su filmografía está sostenido en un factor decisivo: los personajes, que son capaces de delinear mundos propios, trascender las historias de cada film y ejercer una fascinación inusual en los espectadores.
Con motivo del estreno de Había una vez... en Hollywood, su esperado film que transcurre a fines de la década del 60, y se centra en la historia de un actor, su doble y la actriz Sharon Tate, seleccionamos algunos de sus personajes emblemáticos que, desde sus construcciones éticas y morales, sus formas de ver el mundo y los caminos que recorren, tanto en roles protagónicos como de reparto, funcionan como ventanas para explorar el universo tarantinesco.
La selección del presente hasta el origen de su filmografía es la siguiente:
Rick Dalton, Había una vez…en Hollywood
Tarantino elige a una estrella global y prestigiosa, que supo trascender el mero lugar de “cara bonita”, como es Leonardo DiCaprio, para interpretar a un “has been”, alguien que tuvo su momento de gloria en la meca del cine, pero que en ese 1969 donde transcurre el relato ya es alguien relegado a un lugar marginal. Es todo un gesto, no solo de Tarantino, sino del mismo DiCaprio, porque el trayecto del personaje habla bastante de cuán cruel y antojadizo puede ser Hollywood. Dalton supo ser un ícono pero los años finales de la Era de Oro de Hollywood lo condenan al ostracismo. Él es el símbolo de la melancolía por un tiempo deslumbrante que ya no existe o que quizás nunca existió, pero en el que Tarantino –y quizás también DiCaprio- eligen creer.
Daisy Domergue, Los ocho más odiados
En el que sea posiblemente el film más fallido de Tarantino, esta criminal más mala que la peste y a la vez muy divertida es la que sale mejor parada. La lectura que podría hacerse del personaje interpretado por Jennifer Jason Leigh es la de una apología del machismo y la misoginia, pero no hay que olvidarse que el cineasta suele ser engañoso en sus planteos y no vale la pena dejarse llevarse por lecturas un tanto apresuradas. Más aún en una película que pone a jugar a múltiples estereotipos del western en un espacio donde Daisy tiene campo libre para desempeñarse. El resultado es innegablemente explosivo, pues vemos a un ser escurridizo, manipulador y que hace las peores maldades sin culpa alguna.
Dr. King Schultz, Django sin cadenas
Hay una elegancia y cadencia distintivas que une a este personaje con Landa, también interpretado por Christoph Waltz en Bastardos sin gloria. Además, los dos son cazadores –uno de judíos, el otro de recompensas- pero los separan sus respectivas concepciones morales: Landa carece de ellas mientras que Schultz se construye a través de ellas. Son, en contextos históricos diferentes, dos caras de una misma moneda. Schultz se hace cargo de los aspectos sucios de su labor pero construye un vínculo de amistad y lealtad con Django, trascendiendo el mero estereotipo facilista de “hombre blanco ayudando a un pobre negro”, ya que siempre se aferra a sus principios, sin importar las consecuencias.
Coronel Hans Landa, Bastardos sin gloria
Este cazador de judíos en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, interpretado por un Christoph Waltz glorioso, posee una ética que no contempla lo moral. Lo suyo es la amoralidad absoluta, el adaptarse a las normas de cada situación sin dejar de romperlas o subvertirlas sutilmente, solo confiando o siendo leal a su profesionalismo. Lo shockeante y a la vez encantador es la pasmosa impunidad con que se maneja, cómo es consciente de su malevolencia pero no le importa porque es un perverso sin ideología . Trabaja para los nazis pero podría hacerlo para los soviéticos, los ingleses o los norteamericanos. Y aunque el Teniente Aldo Reine le hace pagar el costo, no puede evitar que recordemos que, a lo largo de la Historia, hubo muchos Landa, seres tan temibles como amorales.
Stuntman Mike, A prueba de muerte
Dicen que Tarantino le ofreció inicialmente este papel a Sylvester Stallone, quien le respondió: “Tengo tres hijas ¿y vos querés que interprete a un tipo que anda por la ruta matando chicas?”. Al final, fue Kurt Russell quien tomó el rol y su presencia avasallante y a la vez relajada hizo aceptable que el espectador siguiera a este doble de riesgo que tiene un auto preparado para acechar y asesinar mujeres voluptuosas. Hasta que claro, se cruza con las chicas equivocadas. Lo cierto que el particular protagónico de Stuntman Mike convierte a la película en una experiencia incómoda, pues está plagada de una mirada entre misógina, sexista y objetual, que en determinados pasajes lleva a preguntarse hasta qué punto el realizador se identifica o empatiza con el homicida.
La Novia, Kill Bill
Una mujer inolvidable, a la que Uma Thurman le entrega cuerpo y alma (y sangre, sudor y lágrimas). Pocas veces la violencia fue tan deslumbrante en la pantalla grande como cuando la vimos matar a espadazos a los 88 Locos en la Casa de las Hojas Azules al final del Volumen I o arrancarle el ojo a Elle Driver en el Volumen II. Esta asesina en busca de venganza tiene un recorrido plagado de obstáculos y es, a la vez, el trampolín perfecto para zambullirse en un territorio donde conviven las artes marciales, los grupos mafiosos, las rencillas familiares, los códigos del western, lealtades tribales, traiciones amorosas y tragedias materno-filiales. Todos queremos saber su nombre y a la vez no, porque el misterio potencia su atractivo.
Jackie Brown, Triple traición
Antes de la nueva ola de movimientos feministas, Tarantino supo anticiparse y realizar una película (basada en una novela de Elmore Leonard) donde la plena centralidad se la llevaba una mujer que no necesitaba de discursos para dar pelea. La azafata que compone la genial Pam Grier –encontrando aquí una nueva oportunidad para una carrera que se estaba apagando- es un ser de sutil sensualidad, que triunfa por inteligencia, astucia y don de oportunidad. En un contexto de machos, donde los cuerpos femeninos son vistos como mero objetos, ella sorprende a todos y se transforma en una heroína del crimen, torciendo las reglas a su favor. Como todos, la cámara se enamora de Jackie y la sigue hasta el melancólico plano final de la película.
The Wolf, Tiempos violentos
Este experto en resolver situaciones complicadas interpretado por Harvey Keitel con soltura apabullante aparece apenas algunos minutos y su rol es definitivamente secundario, pero le basta y le sobra para que queramos seguirlo a donde sea. ¿Qué sabemos de él? Poco, excepto que es extremadamente puntual, maneja su vehículo a gran velocidad, tiene nervios de acero, posee una ética de trabajo indestructible, tiene una respuesta para todo y no tienen problema para poner en su lugar a un criminal impredecible como Vincent Vega (John Travolta). Esa escasez de datos es quizás su principal atractivo, porque nos permite intuir que ha sido protagonista de miles de historias y afrontó toda clase de peligros. El oficio de este viejo lobo no solo es arreglar inconvenientes sino también ser una leyenda viviente.
Mr. Orange / Freddy, Perros de la calle
La materialidad del relato y las superficies que constituyen las distintas historias son tópicos a los que Tarantino siempre les prestó una enorme atención desde el comienzo de su carrera. Este policía infiltrado en una banda de criminales interpretado por Tim Roth, que construye una personalidad alterna para lograr su objetivo de atrapar a un jefe mafioso, es un ejemplo de eso hecho carne y hueso. Lo suyo es el engaño, la mascarada, la mentira tan a la vista que termina por convertirse en verdad, principalmente a partir de su vínculo con otro integrante de la banda, Mr. White, con el que entabla un lazo con tintes definitivamente homoeróticos. En el fondo, Perros de la calle puede pensarse como una tragedia amorosa, a la que Mr. Orange le pone su cuerpo sangrante sin concesiones.