Tres mujeres que en principio, nada parecería unirlas, han sido reunidas en un tiempo-espacio indeterminado. Conversan, se conocen, se cuentan su vida y es a través de sus vivencias que se dedican a cuestionarlo todo alrededor del amor. Es Juramos no morir de amor de Ana Rodríguez Arana todos los domingos por la tarde en Ítaca Complejo Teatral.

“Conversatorio femenino”; así subtitula la obra su dramaturga. Esta presenta personajes disímiles, de diferentes épocas, países, experiencias, pero que aun así se encuentran conectadas por el mero hecho de ser mujer. Encontramos, al ingresar a la sala, las figuras de Ana Mendieta, artista conceptual y performer cubana; Inessa Armand, feminista bolchevique y Lola V. Stein, un personaje de ficción de la novela El Arrebato de Marguerite Duras; congeladas en el centro.

Cada una de las protagonistas va desarrollando los principales acontecimientos de su vida, que paradójicamente son, los que las acercaron a su muerte. Sí, cada una de estas mujeres, son personajes que han existido —dos son personas reales y una existió como producto de la escritura de una gran autora del siglo XX—; y que han muerto. La pieza teatral las vuelve a la vida, por una hora, para que se dispongan a seguir pensando la condición femenina, la necesidad de amar libremente y de pisar fuerte las calles del mundo.

Juramos no morir de amor presenta temas eternos. Dejando de lado la época en la que le tocó vivir a cada una, ellas ponen sobre la mesa cuestiones que aun hoy se cuestionan y revisan. La identidad es uno de los primeros en aparecer. Miles de preguntas surgen alrededor de lo que enuncia Ana Mendieta apenas casi comienza la obra: “¿te llamás o te llamaban otros?”. La propia identidad entonces ¿se construye?, ¿nos la construyen?, ¿la elegimos?, ¿podemos cambiarla?

Se dedican a través de sus palabras, a definir y decidir. A acercarnos afirmaciones que ellas han intentado encarnar y así sobrevivir. La libertad y sus vicisitudes: dónde empieza, dónde termina, de quién depende, cómo podemos hacer para vivir a la par o en pos de ella. “La libertad es un logro de cada una” aseveran pero, ¿qué tan fácil es alcanzarla o conservarla?

Se tocan también temáticas como la soledad, la locura, las distintas formas de acercarse al amor, el sentido de la vida y por supuesto la muerte. Desde una mirada feminista, las mujeres que aquí conversan proponen, a través de la comprensión de su deseo, un manifiesto: juran no morir de amor.

A lo largo de la pieza, llama la atención la forma de habitar el espacio por las actrices —Patricia Carbonari, Gabriela Levy Daniel, Ana Rodríguez Arana—. Este está dado por las tarimas irregulares que las elevan sobre el nivel del piso. Un dispositivo escénico que organiza y contiene el desarrollo de sus desplazamientos. Es interesante el paralelismo entonces que se vislumbra entre su libertad de acción en este encuentro post mortem y el de su existencia antes de morir. No pueden ir más allá de lo que un otro ya pautó con anterioridad para ellas.

El discurrir de la trama por las intérpretes —que a veces se ve turbado por la forma declamatoria en que se enuncia el guión— es acompañado, por momentos, por un material audiovisual. “Una intervención documental de imágenes de los personajes históricos, sus voces y un diseño apoyado en la iconografía de la época en la que vivieron”, describe su directora Ana Alvarado.

A partir de la discusión de estas “cosas de mujeres” como define Lola en una de las primeras escenas, la obra presenta constantemente elementos dicotómicos. Se mueve en la dualidad: ficción-realidad, pasado-presente, vida-muerte, negro-blanco. Lo interesante entonces tal vez es hallar eso que se encuentra en la otra punta del amor… ¿acaso será, así como el de la vida, la muerte?