Si hay un director que ha hecho del profesionalismo el foco absoluto de su cine, ese es Michael Mann. A lo largo de más de cuarenta años ha desarrollado una filmografía donde los protagonistas se definen por las profesiones y oficios en los cuales se desempeñan, por sus métodos y códigos de trabajo, trasladados también a sus vidas personales. Son personajes que construyen sus identidades a partir de los tiempos y los espacios que habitan y transitan.
Mann nació en Chicago en 1943, donde se crió en el barrio de Humboldt Park y asistió a la Universidad de Wisconsin-Madison. Fue en esa época cuando vio "Bajo la máscara del placer" un film de 1925 dirigido por Georg Wilhelm Pabst y protagonizado por Greta Garbo, que disparó su amor por el cine. Eso lo llevó a estudiar cinematografía en la London´s International Film School para luego iniciar su carrera como guionista en series como "Starsky y Hutch", "La mujer policía" y "Vegas". En 1971 dejaba en claro que su futuro podía ser brillante al alzarse con el premio del Jurado del Festival de Cannes por su cortometraje Jaunpuri.
Sin embargo, el verdadero salto fue en 1979 con el telefilm "Hombre libre", protagonizado por Peter Strauss, sobre un preso que tiene la oportunidad de participar en los Juegos Olímpicos. El actor quedó tan impresionado por el guión de Mann, que aceptó correr más de 100 kilómetros por semana para prepararse para el papel, mientras que el realizador se vio fascinado por la vida en prisión, a la que describió como “un mal experimento de laboratorio”. El largometraje se llevó dos premios Emmy, al mejor guión y mejor actor, convirtiéndose en un clásico.
Después de eso, Mann recibió más de dos docenas de ofertas para dirigir, pero las rechazó todas porque ya tenía otra idea en mente. Se trataba de "Ladrón", una adaptación de la novela The home invaders, escrita por Frank Hohimer, un atracador profesional que en el momento de la producción estaba cumpliendo una sentencia en prisión. El relato se centraba en Frank (un James Caan notable) un experto ladrón de joyas que quiere dejar atrás el crimen para tener una vida familiar normal, lo cual prueba ser mucho más difícil de lo que parece. Se trata de la primera película donde el cineasta explicita su interés por el mundo criminal, pero también su visión crítica sobre sus códigos, además de las implicancias para el que quiere abandonarlo. El propio Caan consideraba a este su segundo film favorito de su carrera, luego de El Padrino.
Para su siguiente película, Mann eligió una historia que todavía hoy se diferencia del resto de su filmografía: "La fortaleza maldita" donde mezcla el thriller con la ciencia ficción y el horror, centrándose en un grupo de nazis que se ven obligados a acudir a un historiador judío para que los ayude a luchar contra un antiguo demonio al que liberaron sin querer. El problema fue que esta aproximación vino de la mano de una producción repleta de obstáculos y muchas intervenciones del estudio. El fracaso artístico y comercial hicieron que Mann decidiera volver a la televisión.
Esa vuelta a la pantalla chica resultó ser una bendición. Allí Mann se convirtió en productor y una de las cabezas creativas de "División Miami", posiblemente una de las series más emblemáticas de los ochenta. A Mann se le atribuye el haber ideado la particular estética del show, marcada por el contraste entre el día y la noche, los trajes elegantes y los colores pasteles, además de una banda sonora y una selección musical notables. Pero también se puede intuir su mirada en cómo la serie balanceaba la superficie audiovisual con la mirada amarga sobre el deber policial y la violencia con la que lidiaban los protagonistas.
En 1986, Mann volvería al cine con "Cazador de hombres", que fue la primera adaptación de un libro (Dragón rojo) donde aparece el famoso personaje de Hannibal Lecter. Allí se llama Lecktor y es interpretado por Brian Cox, en una performance que rivaliza con la mucho más famosa de Anthony Hopkins. Estamos ante de una de las películas precursoras del subgénero de asesinos, un policial plagado de atmósferas inquietantes. Es también un retrato de cómo una labor puede conducir a una obsesión insana, que se adelantó a su época -de hecho, se hizo cuando términos como “asesino serial” no eran parte del vocabulario popular-, lo cual explica su injusto fracaso comercial.
Ya en 1992, Mann obtuvo su primer gran éxito en el cine con "El último de los mohicanos", adaptación de la clásica novela de James Fenimore Cooper. El director contó con Daniel Day- Lewis como su gran aliado, quien para prepararse para su papel, vivió varios meses en los bosques. Eso le permitió afrontar las presiones de la 20th Century Fox, que preocupada por el presupuesto, envió a un representante al set para que apurara los tiempos. Pero la película fue muy elogiada, en particular por su utilización del paisaje y la violencia para construir una historia donde confluían el romance y la tragedia.
Seguiría la notable "Fuego contra fuego", donde Robert De Niro y Al Pacino comparten pantalla por primera vez. Un paradigma de la épica policial, en la que Mann utiliza el molde de L.A. Takedown para construir un cuadro de enorme ambición sobre los profesionales de la ley y el crimen, además de un examen profundo de esa urbe casi infinita llamada Los Ángeles.
Mann seguiría casi en estado de gracia, a pesar de encadenar un par de fracasos comerciales. "El informante" es un drama casi perfecto sobre los conflictivos lazos entre el periodismo y las corporaciones, pero también sobre gente común afrontando presiones extraordinarias. En tanto "Muhammad Ali" supera el desafío de indagar en la vida del famoso boxeador, centrándose en una etapa central de su vida (1964 a 1974). El éxito volvería con "Colateral", otro policial que tiene la particularidad de colocar a Tom Cruise en el rol del villano. Para sustentar el duelo de voluntades entre el Vincent de Cruise y el Max de Jamie Foxx, el director preparó documentos con información de ambos personajes y mandó a Cruise a entrenar en técnicas de pelea y disparo. Hizo lo propio para saber cómo dirigir las secuencias de acción. A eso le agregó un innovador trabajo con la cámara digital y la banda sonora, que convierten a este thriller en una reflexión casi existencial sobre la vida y la muerte.
Tras casi una década de ausencia en el cine, Mann regresa con "Ferrari", un biopic sobre la vida del empresario Enzo Ferrari, con Adam Driver como protagonista. Una vez más elige un momento puntual en la vida de un personaje real con múltiples aristas e historias y hace foco en un sujeto cuya vida profesional se fusionó con la personal. Busca entregarnos una experiencia cautivante, con un proyecto que prepara hace tres décadas. Porque así es Mann: obsesivo, detallista, comprometido hasta la médula con las historias que cuenta y los personajes que presenta.