La escritora canadiense Margaret Atwood (Ottawa, 1939) ha vuelto a estar en el centro de la escena este año por la novela El cuento de la criada (The handmaid's tale), que publicó en 1985, una ficción especulativa sobre una república, Gilead, en la que el poder es detentado por una teocracia enraizada en valores puritanos. En ese universo, la esterilidad es un flagelo. Una mujer que intenta huir junto con su marido e hija, es detenida y transformada, por su condición de fértil, en una criada que debe procrear para los gobernantes, que no pueden.
La productora Hulu estrenó en 2017 la serie televisiva homónima, basada en la novela de Atwood y fue señalada por la crítica y el público como un acontecimiento. Con el rol protagónico de Elizabeth Moss, la Peggy de Mad Men, que también es una de sus productoras, la pieza se llevó varios premios Emmy incluido el de Mejor serie de TV.
Sin embargo, esta no es la primera versión audiovisual de El cuento de la criada. Pocos años después de la edición del libro, en 1990, la historia de Offred y el poderoso matrimonio compuesto por el Comandante y Serena Joy, era llevado al cine por el director alemán Volker Schlöndorff, una de las figuras claves del "nuevo cine alemán", el mismo de El tambor de hojalata (1979) o El Joven Törless (1966). La película estuvo nominada para el Oso de Oro en el Festival de Berlín. Contó con las actuaciones de Natasha Richardson como Offred, de Faye Dunaway como Serena Joy y de Robert Duvall como el Comandante.
Si bien la versión televisiva se permite expandir y repetir algunas situaciones recurrentes, como es el caso de la ceremonia - así se denomina al acto sexual que involucra a la criada y a la pareja para la que deberá procrear-, ambas adaptaciones son muy similares en cuanto a la historia. Una de las diferentes más importantes se da en relación a los flashbacks. En el caso de la película de 1990, solo regresamos algunas veces al momento en que la protagonista huye junto a su familia y es capturada. En cambio, en la versión televisiva de 2017, las vueltas al pasado ocurren en diferentes capas y desarrollan varias líneas de acción. Al escape evocado por su par de 1990, se le suma el adiestramiento con las otras criadas y el pasado anterior a ese Estado totalitario - cuando el mundo aún era felizmente libre y diverso- mucho antes de que la protagonista conociera a su marido y tuviera a su hija.
Otra diferencia es la preferencia de la versión 2017 por los planos cenitales o extremadamente picados, como se ve en estos fotogramas de la izquierda, pertenecientes a la ceremonia y a la reunión justiciera de criadas. En cambio, en El cuento de la criada de Schlöndorff, a la derecha, los planos generales suelen optar por una angulación más bien horizontal, a lo sumo algo descentrada, como se puede ver en el caso de la ceremonia.
El color es clave en ambas. En la versión de Schlöndorff, la intensidad delata su factura noventera. En cambio, en la versión de Hulu, gastados y pasados por un tamiz sepia, remiten directamente a los ochenta.
Esta diferencia de color y otras más de tipo socio-cultural, se pueden captar en las figuras de las dos Serena Joy. La primera interpretada por Faye Dunaway llama mucho la atención. Posee un vestido azul eléctrico (un color muy típico de los 90) con un gran escote donde luce un collar de perlas y además, lleva el pelo suelto. Esta Serena Joy fuma. La provocación de un escote y un cabello suelto, la ostentación de unas perlas y la desagradable costumbre de fumar serían imposibles de imaginar en la Serena Joy de 2017, interpretada por Yvonne Strahovski, con su vestido cerrado azul petróleo, mucho más cercano a la estética tonal de los 80, cuando la novela fue escrita.
¿Se podría pensar que aquel 1990 donde se realizó la primera versión el mundo era más libre de lo que se avecina actualmente?
Entrevistada por el diario La Nación, recientemente, se preguntó a Margaret Atwood, qué diferencias notaba entre aquel 1985 y el presente. Ella contestó: "La diferencia más notoria es que, en vez de alejarse, Estados Unidos se acerca cada vez más al espíritu de ese libro. Supongo que por eso la gente lo saca a relucir en las protestas. Pero también hay diferencias. En 1985 no había Internet, ni celulares. Todavía se usaban casetes, como hace Defred en el libro. La novela se centra en gente blanca: hoy Estados Unidos es mucho más interracial. Y lo más importante: la Guerra Fría terminó en 1989. Antes de eso a Estados Unidos, sobre todo en Europa, se lo veía como el faro de la libertad, la democracia. La idea de que podría volverse totalitario era para la mayoría inverosímil".