Dentro del variado y complejo panorama del cine argentino, Marco Berger se ha consolidado rápidamente como una figura destacada, cuya obra debe ser tenida en cuenta. Se podría pensar que esto ocurre porque todas sus películas se aproximan a conflictos y situaciones vinculadas a temáticas LGBT, pero ese razonamiento sería no solo apresurado, sino también injusto. Es que en su cine lo que se imponen no son los temas, ideologías y certezas, sino las formas, capas de sentido y, principalmente, las dudas e interrogantes.
Nacido en 1977, Berger estableció una relación con el cine que, como él mismo sostuvo, arrastró “años de deseo”. Su primer guión para un largometraje lo escribió junto con un amigo a los dieciséis años, pero recién nueve años después tuvo la chance de empezar a estudiar. Fue luego de tres años de estadía en Noruega, la tierra originaria de su padre, donde obtuvo una beca para la Universidad del Cine, en la Argentina. Ese fue el trampolín para la concreción de los cortometrajes "Una última voluntad" y "El reloj", ambos del 2008. Este último se exhibió en la sección Cinefondation del Festival de Cannes y en otros certámenes, como el Festival de Cine de La Habana. Esa visibilidad adquirida lo llevó a dejar definitivamente atrás la etapa de “estudiante”, para pasar a la de “cineasta”.
Al año siguiente, llegaría su ópera prima, titulada "Plan B", cuyo argumento podría ser la subtrama de alguna telenovela de la tarde. El protagonista, Bruno (Manuel Vignau), se entera que Laura (Mercedes Quinteros), su ex novia, tiene un nuevo novio, Pablo (Lucas Ferraro), lo que dificulta sus intentos para recuperarla. Sin embargo, Bruno descubre que Pablo tuvo en el pasado una relación con un hombre y decide poner en marcha un plan para seducirlo, que deje a su chica y así tener el campo despejado. Pero claro, las cosas se complican, porque Bruno empieza a sentirse cada vez más atraído por Pablo, lo que lo pone en un estado de confusión absoluta.
La confusión es precisamente el factor clave de Plan B, que estuvo inspirada en situaciones experimentadas por el propio Berger, que ha manifestado tener “una especie de imán con heterosexuales en estado de confusión”. La película expone sutilmente las tensiones sexuales que hay muchas veces entre los hombres y que suelen esconderse tras escudos marcados por la heterosexualidad y el machismo, con sus implicancias culturales y sociales que alimentan las experiencias de vida. Hasta que la confusión e incertidumbre se imponen, llevando a que los dilemas sobre el deseo sean inevitables y que esa “experimentación” se transforme en certeza incómoda, pero también ineludible y estimulante.
Berger pudo darle coherencia a esa mezcla de confusiones y certezas aferrándose a un tono de comedia leve, pero al mismo tiempo consistente. Lo logró con un rodaje de apenas diez días y un presupuesto muy bajo. La recompensa fue considerable: Plan B se exhibió en la competencia nacional del BAFICI y en varios festivales alrededor del mundo. En el FilmOut San Diego, de Estados Unidos, obtuvo los premios al mejor desempeño internacional y al mejor actor de reparto.
Para su siguiente film, Berger no solo cambió abruptamente las atmósferas, sino que tomó más riesgos, volcándose de forma más decidida al drama. "Ausente" plantea un vínculo entre un profesor de natación y un joven alumno, que podría ser menor de edad, que a partir de un hecho fortuito comienza a hacerse mucho más ambiguo y complejo. La relación escala en tensión a partir de un juego de seducción que coloca al profesor en una situación delicada y perturbadora, no solo por las implicancias morales, sino también afectivas y sexuales.
Berger trabaja el suspenso con maestría, sin subrayados, anticipando un posible estallido que finalmente se da de forma inesperada, con lo corporal convertido en un puente entre la ausencia y la presencia del homoerotismo, entre el deseo y el dolor por la pérdida. Y, así, logró llamar la atención del mundo del cine, al entrar en el selecto grupo de los ganadores del Teddy Award en la Berlinale del 2011, uniéndose a nombres como los de Pedro Almodóvar, Todd Haynes y John Cameron Mitchell.
Los años siguientes serían muy activos para Berger, quien alternó entre proyectos colaborativos y solitarios. Entre el 2012 y el 2013 realizó junto a Marcelo Mónaco los dos volúmenes de "Tensión sexual": el primero, titulado Volátil, indaga, mediante seis narraciones breves, en las dinámicas de la atracción sexual entre hombres; y el segundo, llamado Violetas, utiliza el mismo recurso para explorar las atracciones sexuales entre mujeres. También en el 2013 presentó su tercer film propio, "Hawaii", que plantea un reencuentro entre dos amigos de la infancia, en un relato donde el encierro sirve de marco perfecto para un juego de poder y deseo que va escalando a partir de gestos e insinuaciones.
En el 2015, Berger dirigió "Mariposa", que encuentra en la famosa Teoría del Caos el paraguas para delinear dos realidades paralelas -o alternativas- para una misma mujer. Dependiendo de la línea narrativa, establece relaciones con su hermano o con su amigo, siempre pautadas por la tentación, el deseo y el erotismo corporal, donde la sugerencia se impone por sobre la exposición y los quiebres surgen a partir de ciertas decisiones. Esta obra ganó el premio a la mejor película latinoamericana en el Festival de San Sebastián, otro de los grandes certámenes del mundo. Al año siguiente, juntó a Martín Farina, estrenó "Taekwondo", donde unas vacaciones en un chalet al que acuden un grupo de amigos supuestamente heterosexuales, es la excusa para profundizar la exploración del cuerpo masculino. Allí, a lo gestual y las miradas, se suman diálogos donde nunca hay un sentido unívoco y las palabras son herramientas para expresar sutilmente el deseo.
Luego, Berger se tomó un descanso de tres años, para retornar en el 2019 con "Un rubio", su película más elegante y refinada, centrada en dos compañeros de trabajo que se enamoran y, frente a un contexto adverso, deciden ocultar su homosexualidad. Ahí Berger se mete con los ámbitos homofóbicos, con las prohibiciones implícitas, esas que se expresan en comportamientos comunitarios y no en reglas escritas. En el 2020, con el estreno de "El cazador", llegó al que quizás sea su punto máximo de oscuridad e inquietud, con un romance juvenil cada vez más apasionado que deriva finalmente para el lado del policial.
El lanzamiento de "Los agitadores" da la impresión de ser una continuidad de sus obras más recientes. Acá tenemos otro relato situado en pleno verano, en una reunión de jóvenes muy amigos que se juntan para pasar unos días de fiesta. En plena euforia, hay juegos sexuales donde la violencia comienza a hacerse cada vez presente, hasta que el estallido se acerca cuando se establece un triángulo entre un homofóbico, un gay reprimido y un chico bisexual que oculta su condición. Mientras tanto, Berger ya tiene otro film en su calendario, el décimo de su autoría: se trata de "Los amantes astronautas". Es, según el mismo realizador, una vuelta a las fuentes, a la fórmula de la comedia de Plan B, pero con más humor todavía.
Es que si hay algo que caracteriza al cine de Berger es su eclecticismo, su capacidad para transitar por géneros, tonalidades, estéticas y formas de todo tipo. Y, aún así, en esas exploraciones, mantener una coherencia donde los silencios dicen mucho y los cuerpos son el sostén de una conciencia queer, difícil de hallar en la mayoría de las expresiones artísticas nacionales. A esta altura, Berger ya es un autor con una identidad tan compleja como notoria, elusiva y clara a la vez.