Un ejecutivo de un estudio de Hollywood, en diálogo con Quentin Tarantino, le dijo “supongo que (John) Woo puede dirigir escenas de acción”. La respuesta del realizador de Tiempos violentos fue tan poética como contundente: “seguro, ¡y Miguel Ángel puede pintar techos!”. Es que si hubo algo que siempre destacó a Woo fue su enorme capacidad creatividad al momento de crear secuencias de alto impacto y su sensibilidad para hallar toda clase de significados en los actos de violencia. De ahí la necesidad de repasar su carrera, justo a tiempo para el lanzamiento de Venganza silenciosa, su retorno a Hollywood, que se estrena en los cines de la Argentina el jueves 14 de este mes.
Nacido como Yusen Wu el 22 de septiembre de 1946, en Guangzhou, China, John Woo tuvo una infancia ciertamente dura: a los cinco años, tuvo que huir junto con su familia rumbo a Hong Kong, debido a las persecuciones religiosas que se estaban dando en su país. En la pequeña isla, que todavía era una colonia británica, se vieron obligados a vivir en los suburbios, atravesando situaciones de gran pobreza y violencia. Para huir un poco de ese contexto, el joven Woo se refugiaba en el cine local, donde tuvo la oportunidad de ver musicales como El mago de Oz y darse cuenta de que, en la pantalla grande, había un mundo de infinitas posibilidades por descubrir.
A pesar de no haber asistido a ninguna escuela de cine, Woo era un trabajador incansable, que siempre estaba buscando oportunidades. Y las encontró en 1969, a los 23 años, en un trabajo como supervisor de guiones en los estudios Cathay. Dos años más tarde comenzó a trabajar como asistente de director para los Saw Brothers, donde Chang Cheh lo tomó como su protegido. En 1974, dirigió su primer film destacable, The Young Dragons, un relato de kung fu con coreografías de Jackie Chan. Más tarde, en 1977, tendría su primer suceso: la comedia Money crazy, protagonizada por Ricky Hui.
Sin embargo, los siguientes años y hasta mitad de los ochenta estuvieron plagados de fracasos en la taquilla para Woo, que incluso decidió autoexiliarse en Taiwán. Parecía el fin de su carrera, pero tuvo un nuevo golpe de suerte: el director y productor Tsui Hark le proporcionó medios para concretar en 1986 un proyecto llamado A better tomorrow. El film, que en la Argentina se conoció con el título de Amenaza final, se centraba en dos hermanos situados en lados opuestos de la ley y tratando de encontrar una salida casi imposible.
Era un film de acción con enormes dosis de dramatismo y suspenso, donde los enfrentamientos eran prácticamente danzas de cuerpos en pugna, en las que las balas, explosiones y heridas cumplían roles casi poéticos. En Amenaza final también surgió otra estrella: Chow Yun-Fat, cuyo personaje vestía un saco largo y unos anteojos negros de la marca de Alain Delon. Con el éxito del film (el más taquillero de la historia de Hong Kong en su momento), esos artículos se agotaron en las tiendas, comprados por jóvenes espectadores ávidos por ser como el protagonista. El revuelo generado fue tal, que el propio Delon le envió a Yun-Fat una carta de agradecimiento.
De repente, Woo había creado un subgénero: se trataba del denominado Heroic Bloodshed (que podría traducirse como “matanza heroica”), en el que las disparatadas escenas de acción eran las vías por las cuales se canalizaban los conflictos. Los tópicos dominantes estaban ligados al deber, la lealtad, la hermandad, el romanticismo trágico y las consecuencias de la violencia. En sociedad con Yun-Fat (que se convirtió en su actor fetiche y amigo), el cineasta buscó consolidar su estilo. Al año siguiente hizo una secuela de Amenaza final, que tuvo una problemática producción, con muchos accidentes durante el rodaje (Yun-Fat casi muere debido a una explosión más grande de lo esperado) y conflictos entre Woo y el productor Tsui Hark por el corte final.
En 1989 estrenó El killer, posiblemente su film más emblemático de esta etapa, centrado en un asesino a sueldo que acepta un último trabajo con la intención de usar el dinero para devolverle la vista a una cantante a la que accidentalmente dejó ciega. En una narración plagada de atmósferas trágicas, Woo se dio el lujo de improvisar todas las secuencias de acción en el set junto a los actores, dobles y coreógrafos.
La película fue un fracaso en la taquilla en Hong Kong, en parte porque a las audiencias no le gustó las alusiones a la masacre de la Plaza de Tienamen, lo cual afectó profundamente a Woo. Y, luego de la ruptura con Tsui Hark (que era uno de los productores más poderosos de su país), Woo entró en una especie de lista negra, por lo que tuvo que financiar él mismo su siguiente film, Una bala en la cabeza (1990). Este fue un nuevo fracaso, que lo convenció de cambiar el rumbo: así se concibió Reto a la ley (1991), una comedia de acción que cosechó un éxito considerable y le permitió conseguir financiamiento para su siguiente film.
Aunque Duro de vencer (Hard boiled, 1992) no iba a ser su última película en Hong Kong, su éxito moderado le dejó en claro a Woo que el Heroic bloodshed estaba encontrando un límite en su propio público. Era cierto que, a esa altura, luego de superar muchos obstáculos, Woo podía hacer lo que quería en su país: aquí se permitió reescribir al personaje interpretado por Tony Leung en el medio del rodaje y, aún así, salir bien parado. Su estilo -que ya incluía componentes de claro simbolismo religioso, como el uso de las palomas, que para él representaban el alma salvada del protagonista- ya estaba claramente definido. Pero su mirada se dirigía a nuevos horizontes. Más específicamente, a Hollywood, la tierra de su admirados Martin Scorsese y Clint Eastwood, la que lo había educado cinematográficamente y a la que siempre había soñado llegar. Aunque claro, ahí también tendría que hacerse un poco de abajo.
Su primera película estadounidense, Operación cacería (1993), fue financiada por Universal Pictures, cuyos ejecutivos temían que el limitado inglés de Woo fuera un problema, por lo que contrataron a Sam Raimi para que supervisara el rodaje y lo reemplazara de ser necesario. Pero lo cierto es que Woo supo lidiar con el ego de Van Damme y cambiar las secuencias de acción para testear los límites de lo que podía hacer el actor y experto en artes marciales. A la vez, aprovechó la química entre Lance Henriksen y Arnold Vosloo, que interpretaban a los dos villanos principales, y les dio espacio para que hicieran lo que quisieran actoralmente. El resultado fue un film de una violencia desproporcionada, casi paródica, pero muy divertida. Y, a pesar de los roces con Van Damme y el estudio -en especial al momento del montaje final-, Woo salió airoso de la experiencia.
Después vino Código Flecha Rota (1996), donde Woo tuvo que afrontar aún más interferencia por parte del estudio 20th Century Fox. Sin embargo, allí se hizo amigo de John Travolta, a quien originalmente le habían ofrecido interpretar al héroe de la historia, pero que escogió, en cambio, encarnar al villano. Desde ahí, con la ayuda de Woo, construyó una performance “más grande que la vida”, delineando un antagonista desatado y carismático. La película fue un éxito considerable, que dejó en claro que el estilo de Woo también podía ser asimilado por las audiencias norteamericanas y del resto del mundo.
Al año siguiente, Woo llegó a la cima con Contracara, donde eligió como antagonistas a Nicolas Cage y Travolta. Con drama, comedia, ciencia ficción y romance, todo a la vez, es de las mejores películas de los noventa y una muestra de lo que puede dar el espectáculo hollywoodense cuando todas las piezas encajan. Y el clima de la filmación fue tan amigable, que Woo, el día de su cumpleaños, recibió como regalo de parte de Cage y Nick Cassavetes un póster de Harry el sucio firmado por el mismísimo Eastwood, a quien Woo ha llamado “mi héroe”.
Ya consolidado como director estrella, fue contratado nuevamente por Paramount para dirigir Misión: Imposible II. Sin embargo, allí volvieron los problemas: demoras para comenzar el rodaje, porque Tom Cruise tardó más tiempo del previsto en la filmación de Ojos bien cerrados; choques con el actor, quien no quiso usar dobles a pesar de las sugerencias de Woo y diferencias al momento del montaje. De hecho, el corte original del director era de más de tres horas, pero los ejecutivos del estudio y Cruise lo dejaron afuera del corte final. Aún así, la secuela fue la película más taquillera del 2000.
Con ese aval, Woo realizó Códigos de guerra, que se suponía iba a ser su primer film dramático y su intento por meterse en la carrera por el Oscar. Sin embargo, el atentado a las Torres Gemelas obligó a postergar el estreno, previsto inicialmente para diciembre del 2001. Después, MGM quiso vender la película como una de acción, interfiriendo con la visión de Woo, que concebía al relato como un drama bélico. Eso derivó en un fracaso estrepitoso, que desanimó por completo al cineasta. Y aunque luego hizo El pago (2003) -un film correcto, pero sin su habitual personalidad-, Woo ya estaba listo para irse de Hollywood.
Woo volvió entonces a su hogar de origen, China, donde saldó cuentas pendientes, tanto artísticas como personales. Así lo reflejan dramas bélicos y políticos como Acantilado rojo Parte 1 (2008) y 2 (2009), y las dos entregas de The Crossing (2014 y 2015). En todos ellos, Woo exhibe de forma más realista su mirada sobre la historia, la guerra y la cultura oriental, lejos del tono hiperbólico de sus obras anteriores. Pero ahora, casi veinte años después, es momento de volver a Hollywood para hacer un nuevo film de acción, donde no hay palabras y todo son piñas, tiros, persecuciones y explosiones. Es que Woo solo necesita de la violencia para decir todo, porque la acción es la religión de su cine.