El actor, director y profesor de teatro estrena y encarna una personal versión del drama histórico de William Shakespeare, Ricardo III. Actualiza aquella historia de un hombre deforme y malvado obsesionado por el poder en una puesta inquietante en el Centro Cultural Recoleta.
¿Qué son las máscaras? ¿Qué hay en ellas de irresistibles para la mirada humana? Su capacidad de conectarnos con “lo otro” o con “el otro” que está oculto y protegido debajo de ese objeto. Personajes monstruosos, seres antropomórficos, deidades potentes, héroes o sujetos andróginos cobran cuerpo y rostro a partir de una máscara. El efecto de enmascaramiento-desenmascaramiento nos traslada a una serie de rituales sagrados que realizaban distintas comunidades antiguas para reflejar ciertos aspectos de ellas mismas que podían ser tan agradables como desagradables. El actor y director Marcelo Savignone vuelve a explorar este mundo en su nueva obra Cruel (basada en la tragedia de Ricardo III).
El protagonista de esta pieza teatral es un hombre deforme, capaz de hacer hasta lo impensable con tal de conseguir una posición de privilegio. Savignone, con un astuto juego de máscaras y una increíble destreza física, va moldeando la figura de este tirano, sediento de poder, que de tanto violar las leyes de la condición humana ha de manifestarse como un verdadero monstruo, proveniente de otra naturaleza.
Con la inquietante presencia de una batería en vivo que marca el pulso de las acciones de Ricardo III y una sencilla puesta en escena compuesta por telas y una mesa multifunción (que hace unas veces de tumba, cama, lugar de tortura, trono, etc.), Cruel pone en evidencia que las problemáticas del pasado todavía siguen teniendo repercusión en nuestro tiempo presente.
Al finalizar la función de estreno, Marcelo Savignone, conversó con Zibilia sobre Cruel y también sobre Ensueño, obra que estrena el ballet contemporàneo del Teatro San Martin, con coreografía y dirección suyas,
¿Cómo inició el proyecto de “Cruel”?
Fue después de mi trilogía sobre Chéjov: La Gaviota, Tío Vaina, Tres Hermanas. Después de eso tenía la intención de ponerle el cuerpo a algún tirano. Había hecho, en su momento, Hamlet x Hamlet, antes de esa trilogía y me dieron ganas de volver a Shakespeare y ponerle el cuerpo a Ricardo III. Esa fue un poco la consecuencia y eso fue hace un año atrás. Comencé con un trabajo sumamente arduo, teniendo en cuenta que Ricardo III es anterior a Hamlet y había entonces cierta conexión, como si Ricardo III tuviese la reflexión irónica de Hamlet, pero un poco más bruta, más cruel. Y, entonces, se fue desarrollando este proyecto que dio la posibilidad de esta regla de lo lejano reconocible, algo tan lejano como este clásico hacerlo más reconocible, ubicándolo en nuestro presente y pudiendo mostrar nuestro presente a través de la poesía.
¿Cómo fue el trabajo con los actores y con el equipo de realización de máscaras?
Los actores son un equipo con el que vengo trabajando que entiende que dirigir y actuar lleva una complejidad. Y a partir de eso fuimos construyendo. Empezamos con una hipótesis con las máscaras balinesas como entrenamiento y, después, Alfredo Iriarte propuso hacer los rostros de los mismos actores y que se desdoblaran, así se producía una teatralidad de desdoblamiento, de juego teatral, de una cierta ensoñación. Esa forma de adormecernos de parte de la manipulación. Esos rostros... de esa forma que tiene la manipulación que nos adormece, que nos atonta. Esos recortes que nos atontan.
Ahora, en paralelo, estás haciendo “Ensueño”: un proyecto teatral en el Teatro San Martín.
Sí, en la Sala Martín Coronado, con la música de Diego Frenkel. Es un proyecto de mitos latinoamericanos. Es un museo de mitos latinoamericanos y de los mitos se desprendió la capacidad de las sociedades de producir narración para encontrar sentido. Entonces, se llegó a los mandatos como mito y después de los mandatos, pude encontrar algo que me interesaba que era el mito personal, ese lugar donde cada persona le encuentra un poco el sentido de su existencia. En el caso de los bailarines, a su danza y poder empezar a habitar a través del mito personal el sentido del vivir y dejar de sobrevivir un poco.
¿Cómo te llegó la propuesta?
La dirección del ballet del San Martín había visto una obra mía, en el 2004, que se llamaba Brazos Quiebran que era extremadamente física y me propuso si tenía ganas de montar la coreografía y me sorprendió la propuesta; pero, a la vez, me pareció un desafío. Entonces, siempre al parecerme un desafío, me interesa. Y terminamos empezando dos mundos diferentes y, después, nos dimos cuenta de que nos llevábamos mucho mejor de lo que creíamos. La verdad es que está fantástica la obra. Estoy feliz con la puesta. También, hoy estoy con esta obra, colocándola en un punto muy alto para mí en términos de poesía, de creación. Creo que Ensueño habla de un momento muy fuerte mío creativamente.
Al finalizar la función de Cruel subieron al escenario miembros de ATE reclamando la reincorporación de tres trabajadores despedidos del centro cultural. ¿Cuál es tu postura frente a lo sucedido teniendo en cuenta que Ricardo III versa sobre la extrema ambición de poder?
Siempre voy a estar del lado de los perjudicados. Siempre voy a estar buscando la construcción de los derechos humanos. Entonces, ahí está mi opinión sobre eso. Después, en la profundidad, no conozco del todo la problemática. Entonces, ante eso, lo único que hago es escuchar y permitir que se pueda visibilizar.
¿Qué es el teatro para Marcelo Savignone?
Es un camino de aprendizaje. Es un oficio que me enseña a ver el comportamiento humano y nunca deja de sorprenderme cómo se comporta el ser humano, este animal que se creyó con derecho a matar a otro.