Anabella Cartolano repasa las particularidades del show que la banda dará en el Konex el 18 de febrero, anticipa sobre el tercer disco de estudio en proceso y reflexiona sobre la vida del artista en cuarentena.
En un contexto donde cualquier cosa parece posible, aunque casi nada resulta pensable, Anabella Cartolano, la cantante, compositora y guitarrista de Las Ligas Menores, está expectante con la vuelta del grupo a Ciudad Cultural Konex, más aún después tanto encuentro virtual. “Nos parece un lugar hermoso y la única vez que tocamos en el patio fue en 2011, cuando teloneamos a El mató a un policía motorizado”, se entusiasma en representación del combinado rockero que completan Pablo Kemper (voz y guitarra), Micaela García (batería), Nina Carrara (teclado) y Angie Cases Bocci (bajo), que recientemente reemplazó a María “Luli” Zamtlejfer.
Explica que más allá de los protocolos y la capacidad reducida (250 personas), “el cuidado primero tiene que ser personal, para después ser colectivo. Sabemos que no es lo mismo, pero hay que adaptarse a medida que se va desarrollando. Que sea al aire libre me deja tranquila. Además, lo prefiero antes que al stream”.
Tras casi diez años de carrera, Las Ligas Menores se estableció como la apuesta internacional más fuerte del indie argentino gracias sus dos discos de estudio -el homónimo de 2014 es canónico, mientras que Fuego Artificial figura entre lo mejor de la cosecha 2018- y giras por Latinoamérica, Europa y Estados Unidos, con una recordada intervención en la temporada 2017 del festival Coachella (California).
De hecho, durante octubre realizarán tres funciones en México (Guadalajara, Monterrey y CDMX). “Es un horizonte que nos planteamos. Pero hasta que no pase, sigue siendo un posteo en Internet. Nada más. Si puedo viajar y tocar, espectacular. Y si se cae, no me sorprendería”, insiste Anabella, señalando que, a causa de la situación epidemiológica, no pudieron participar del Primavera Sound (Barcelona) y del Lollapalooza Argentina 2020.
Por eso el parate fue complicado para el quinteto. “Veníamos teniendo un muy lindo ritmo de trabajo. Hasta estábamos empezando a poder vivir de esto”, reconoce Cartolano y admite con empatía que cada uno hace lo que puede. Ni más, ni menos.
De todos modos, el suspenso no es sinónimo de quietud, todo lo contrario. “Se espera que el músico, por estar encerrado, componga, no sé, mil temas. Y no es así”, desmitifica la cantautora, que responde al llamado de Zibilia Revista desde su propia torre de marfil, un departamento al que se mudó al comienzo del confinamiento obligatorio.
Ella dedicó tiempo a la introspección (“aprendí que es importante escucharse y llevarse bien con uno mismo”), volvió a ejercer como diseñadora gráfica (“la banda era mi principal fuente de ingreso”), participó del soundtrack de la película Emilia, con una versión acústica del ya clásico contemporáneo “A 1200 km”, y terminó de escribir la flamante “Hice todo mal”, que junto a “La nieve” (todavía sin fecha de estreno), tendrá su bautismo de fuego en el show del emblemático lugar del Abasto.
Las canciones del grupo se vuelven más receptivas a través de los años. Suerte de manifiestos generacionales, saben captar un aire de época. Problematizan en torno a la precariedad de los vínculos, combaten la hiperinflación de la felicidad y aparecen cuando el amor se daña.
“Hice todo mal”, por ejemplo, habla sobre hermosos perdedores. La autora, una de las plumas más lúcida de su camada, considera que está bueno equivocarse cada tanto. Hay que perderle el miedo al fracaso y probar, total el mundo sigue girando.
De “La nieve” anticipa que, a diferencia de sus predecesoras, llevará una letra muy corta, que se repite, y un tramo instrumental de pop muy poco alegre. Las dos, a la par de varios bocetos, formarán parte de un álbum que planean registrar este año, bajo la producción artística de Pipe Quintans (107 Faunos).
Como parte de La Celebración (2020), el compilado que Radio Colmena produjo por su décimo aniversario, Las Ligas versionó “Lo decidí yo”, de Juana Molina. Sin la saturación y estridencia electrónica con la que apareció en el disco de Molina, Wed 21 (2013), entregaron una reinterpretación fogonera y nostálgica, un b-side de versos susurrados y ritmos reposados, acorde a la raigambre de un proyecto que en sus inicios predicó el evangelio de Pavement, Pixies y Galaxie 500, la santísima trinidad del indie estadounidense de los 90.
“Fue todo un desafío, porque son dos universos muy distintos. El suyo tiene muchas partes experimentales, es complejo y nosotros somos, justamente, todo lo opuesto. De melodías alegres, pero con una letra larga, directa, simple y obvia”, reflexiona Anabella. La grabación fue rápida y la estructura esencial surgió en un solo ensayo, el primero post establecimiento de la cuarentena. “No sé si la habrá escuchado, me daría vergüenza preguntarle. Espero que le haya gustado, porque la hicimos con amor. La vimos en vivo y compartimos festivales, nos encanta”, concluye entre el pudor y la admiración.