Ganadora del Gran Premio de la Competencia Argentina en BAFICI 2021, la película que parte de la tragedia conocida como la masacre de Carmen de Patagones, se estrena este jueves. Su director habló con Zibilia sobre la realización, el trabajo con los sobrevivientes/ actores y las preguntas que la inspiraron y las que dejó.
Este jueves estrena Implosión, film que viene de ganar el Gran Premio de la Competencia Argentina en la más reciente edición del BAFICI, y aborda el hecho de 2004 en el que un estudiante les disparó a sus compañeros de una escuela de Carmen de Patagones (tres murieron). En un formato de ficción, dos sobrevivientes, Pablo Saldías y Rodrigo Torres, que tenían 15 años cuando su compañero los hirió, se interpretan a sí mismos. El relato los sigue en un viaje para reencontrarse con ese chico que les disparó y que ahora es un treintañero igual que ellos. En diálogo con Zibilia, el director y co-guionista Javier Van de Couter brindó más detalles sobre la película.
Implosión tiene un planteo bastante particular, trabajando desde la ficción, pero con componentes fuertemente afianzados en la realidad. ¿Cómo se fue configurando esa idea?
En principio la idea, por el 2006, iba por el lado documental: hacer un retrato de mi ciudad (yo soy oriundo de Carmen de Patagones), los jóvenes en ese lugar pequeño, recabar información a través de testimonios y entrevistas, buscar respuestas a lo sucedido. Sin embargo, me di cuenta de que eso no iba conmigo y que no me interesaba abordar el tema desde ahí. Creo que incluso no tenía las herramientas emocionales para eso. Después nos pusimos a trabajar con Anahí Berneri e hicimos una especie de trueque creativo: yo la ayudé con el guion de Aire libre y ella a mí con este proyecto, del que también fue productora. Yo sabía que no quería abordar directamente el hecho, sino rodearlo, indagar en todas las cuestiones que estaban a su alrededor. En esa búsqueda, conocí a Rodrigo y Pablo, los protagonistas, empezamos a trabajar sobre un guion de ficción y comencé a ver claramente que no todos son afectados de la misma forma por un evento así. Vi ahí un conflicto y me dejé llevar por el camino de la ficción.
¿Cómo fue que se plegaron Rodrigo y Pablo al recorrido del proyecto?
Yo los conocía por esa cercanía típica de las ciudades chicas. Sobre todo Rodrigo era el que más aparecía dando notas, poniéndose en las espaldas la voz de muchos de los chicos. Él me contó este deseo, esta fantasía, de encontrarse con el ex compañero que los había lastimado. Eso me intrigó, me pareció que ahí había un punto de partida, particularmente en el secreto a voces alrededor de esa persona y el misterio que lo rodeaba. Muy de a poco, fuimos avanzando. No fue un “sí, hagámoslo” inmediato. Sobre todo porque el acuerdo con ellos fue construir una ficción, pero los resortes los tuvimos que buscar progresivamente, para que ellos pudieran hablar en primera persona. Siempre el compromiso con ellos, y de ellos para con el proyecto, fue construir personajes que estuvieran al servicio de un relato. El tema siempre fue abordado desde lo mediático, lo policial, lo social, y a ellos les interesó el enfoque sobre qué había pasado con ellos después, sobre cómo lidiaban con el pasado.
La película arranca como un drama contemplativo, pero luego se traslada al territorio de Ensenada e ingresa en un territorio similar al policial de misterio, aunque sin dejar un drama de gran profundidad. ¿Cómo se construyó esa estructura?
Cuando vos dejas de ver a alguien a los 14 ó 15 años, y la última imagen que tenés de esa persona fue la que tuvieron los chicos, que luego no supieron nada más de Juniors, se va armando una idea de esa persona ausente que la convierte en una especie de fantasma. Sigue conviviendo y creciendo con ellos, con una imagen que no se corresponde con la realidad. En ese desfasaje estaba la idea base de la película, esa intriga que es primariamente emocional. Pero para ir hacia esa verdad, o procurar descubrirla, la construcción que propone la ficción es de pasos. Entonces el deseo y la contradicción emocional que tienen los personajes armaron una especie de tono que se puede vincular con el policial. Sin embargo, como el costo siempre es emocional, la combinación hace que no sea una cosa ni la otra. Igual fue algo que fuimos descubriendo, incluso en el montaje.
Hay dos escenas que me llamaron la atención: una confesional, donde ellos cuentan el momento del tiroteo frente a las chicas, y la del final. ¿Cómo se trabajó cada una?
La escena donde ellos le cuentan a las chicas lo que sucedió estaba escrita, pero nos habíamos planteado como objetivo corrernos un poco del guion y dejar que ellos se apropiaran de ese momento. Fue un poco espontáneo y mágico, ellos tenían como lagunas de esa escena, lo que nos permitió organizarla desde un lugar distinto y muy honesto. De hecho, esa escena originalmente duraba más de quince minutos, fue una toma única y estaba armada como un plano secuencia. Después la trabajé mucho con la editora Andrea Kleinman, reencuadré y trabajé los distintos planos, además de reelaborar las preguntas con las chicas. Fue realmente muy fuerte.
(ATENCIÓN: SPOILERS) En cuanto a la última escena, había otros dos finales. En una primera versión del guion, que leyeron los chicos, había una posibilidad de reencuentro, en una escena muy breve. Pero esa quedó afuera, porque me parecía que, si ellos se interpretaban a sí mismos, no quería introducir algo artificial a ese momento. El primer final rodado se unía con la primera parte de la película, era más abierto y contemplativo. La verdad que me inquietaba cuando lo veía en la isla de montaje. Por eso tomamos la decisión con Laura Huberman y Anahí, las productoras, de volver a filmar esa escena. Las instancias que habíamos habitado en la película fueron las que nos señalaron que teníamos que irnos, que estábamos todos agotados, que ya se habían acabado las respuestas internas y las preguntas hacia adentro. Yo siempre les dije a ellas que necesitaba tener el corte final y por suerte siempre me dejaron ejercer esa libertad.
Los personajes femeninos terminan accionando para provocar la catarsis de los protagonistas o impulsándolos a llevar a cabo determinadas acciones. ¿Cómo encontraste a esos personajes y a las intérpretes, que son pequeñas revelaciones?
Qué bueno que decís eso, porque me parece que los trabajos de Julieta Zapiola y Nina Suárez Bléfari fueron excelentes. El hacia dónde y el clima de esos dos personajes están inspirados en dos chicas de Ensenada que conocí, aunque son completamente de ficción. En un punto funcionaban como un espejo de esa adolescencia perdida para los protagonistas, pero en particular el personaje de Ema tiene como misión el empujar hacia adelante, incluso embrutecer la emocionalidad por estar con resacas o borrachos. Su carácter, esa masculinidad, ya estaba en el libro, pero el tema era encontrarla. Hicimos un casting muy grande y cuando apareció Julieta, se notó que tenía muy claro lo que requería el personaje: nunca vi a una actriz que, para lograr un registro natural, sin caer en el costumbrismo, haya trabajado tanto las escenas. Antes de decirles que estaban seleccionadas, hicimos venir a Rodrigo y Pablo a Buenos Aires, y con Lorena Vega (docente y actriz increíble), nos juntamos todo un fin de semana a ensayar los cuatro. Lo que sucedió ahí fue alucinante y no quedaron dudas de que ellas eran las indicadas.
Vos mencionabas al principio de la entrevista que estabas buscando respuestas a lo sucedido. El proceso de la película, ¿te permitió a vos y los protagonistas encontrar respuestas o dejó más preguntas?
No, terminó dejando más preguntas, pero desde otro lado. Incluso cuando estábamos escribiendo el guion, el proceso nos llevaba a preguntas similares a las que ellos tenían, o que les hacían, cuando tenían 15 años. Eran preguntas muy duras para unos adolescentes. En un momento, Patagones entró en una especie de silencio después de lo ocurrido, con ellos dos además recuperándose de las heridas. La película dio la oportunidad de hacerse las mismas preguntas, pero ya como adultos. Respuestas a lo ocurrido seguro que no, pero sí aparecieron preguntas para reflexionar, para dejar de preguntar lo mismo. También se pudieron exorcizar algunas broncas, emprender viajes interpretativos para hablar desde un lugar distinto. Cuando yo te hablaba de buscar respuestas, quería decir que yo tenía una duda más con la ciudad que con el hecho. Yo crecí y fui adolescente en Patagones, percibí ese no hablar, el esconder. Las preguntas que se plantearon eran más de hipótesis, para abrir el tema. Las verdaderas preguntas aparecieron ahora con el público, desde un lugar más sensible.