Para este mes y bajo su sello Hecho en Argentina, la plataforma Netflix anunció el estreno del film original Elena sabe, basado en la novela de Claudia Piñeiro y protagonizado por Mercedes Morán y Érica Rivas, bajo la dirección de Anahí Berneri. Pero, además de este plato fuerte del cine nacional (que tuvo su presentación en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata y que pasará antes por las salas), también trae durante este mes un grupo de películas argentinas bastante diverso. Estarán disponibles El aura, de Fabián Bielinsky; Vóley, de Martín Piroyanski; Días de vinilo, de Gabriel Nesci; 2 + 2, de Diego Kaplan; Sin hijos y Mamá se fue de viaje, de Ariel Winograd; Un novio para mi mujer y Me casé con un boludo, de Juan Taratuto; Viudas, de Marcos Carnevale; y El último traje, de Pablo Solarz.
Lo cierto es que este pequeño acontecimiento no deja de ser un indicador de una tendencia que posee aspectos tanto positivos como negativos. Es que, particularmente a partir de la irrupción de la pandemia y la consiguiente cuarentena, se produjeron cambios en las tendencias de consumo que afectaron muy fuertemente a las producciones audiovisuales de todas las latitudes. En el caso del cine argentino, el impacto fue mayúsculo, porque hubo un viraje muy fuerte hacia el streaming, que derivó en un cambio de la relación con la pantalla grande. Entre el 2020 y el 2023 el panorama se alteró de manera radical y no parece que vaya a haber una reversión de esto.
Las plataformas de streaming han funcionado como un refugio para diversas producciones argentinas, incluso salvándolas de ser potenciales fracasos. Por caso, con Corazón loco, que iba a estrenarse en marzo del 2020 y que a partir de las restricciones se quedó en un limbo, hasta que Netflix llegó al rescate y la lanzó en septiembre de ese año. Así fue que la comedia protagonizada por Adrián Suar, que llegaba con malas críticas y perspectivas difíciles de cara a su llegada a las salas, encontró un canal de difusión que le permitió conectarse con públicos de todo el mundo. Sorprendentemente, se convirtió en un pequeño éxito de escala global. Con hitos como este, se fue legitimando la posibilidad de que películas de alto perfil que buscarían su lugar en los cines, ahora miraran con agrado la posibilidad de estrenarse en plataformas.
De ahí que crecieran de manera exponencial los “tanques” argentinos producidos especialmente para el streaming. Por ejemplo, Crímenes de familia y La ira de Dios, ambas de Sebastián Schindel, con Cecilia Roth y Diego Peretti, además de Granizo, dirigida por Carnevale y protagonizada por Guillermo Francella, todas estrenadas con gran pompa en Netflix. O El Gerente, de Ariel Winograd y con Leonardo Sbaraglia, disponible en Paramount+. Este último caso es particular, porque la dupla venía de fracasar de manera rotunda con el estreno en cines en el 2022 de Hoy se arregla el mundo, y ese film les permitió recuperarse.
No se puede soslayar que algunos proyectos especiales y distintivos encontraron en las plataformas acogidas mucho más amigables. Por caso, el documental Vilas: serás lo que debas ser o no serás nada, de Matías Gueilburt, que muy posiblemente habría pasado desapercibido en los cines, pero que tuvo un gran suceso en Netflix.
Pero también ha empezado a cobrar un gran peso otro modelo de distribución y exhibición, al que podríamos denominar como de carácter híbrido, que combina la pantalla grande y el streaming. Es decir, un breve paso por las salas, de solo algunas semanas o incluso días, para luego arribar a las plataformas. Por ejemplo, Ecos de un crimen, con Peretti, y En la mira, con Nicolás Francella, que se estrenaron en cines casi como preámbulos antes de llegar a HBO Max. Para ambas películas, esto representó desempeños muy mediocres en la taquilla, aunque una mayor visibilidad en la plataforma perteneciente a Warner Bros.
El caso más exitoso de este tipo de lanzamientos fue el de Argentina, 1985, de Santiago Mitre y con Ricardo Darín, que tuvo muy buenos números en los cines, superando el millón de espectadores, la mejor cifra para una película argentina en la post-pandemia. El respaldo de Prime Video no le restó, sino que potenció su impacto cultural.
Sin embargo, si bien las plataformas representan una vía segura para llegar a un público cada vez más esquivo para buena parte del cine argentino, no garantizan necesariamente historias de más calidad, incluso cuando habilitan mayores presupuestos. Ya habíamos mencionado las mediocres Granizo y En la mira, pero tampoco se pueden obviar otros productos muy fallidos, como La corazonada, Pipa (ambas protagonizadas por Luisana Lopilato), Casi muerta (con Natalia Oreiro) o Doble discurso (con Peretti).
La necesidad de consumo rápido, casi efímero que muchas veces plantea el streaming, con un público que no necesariamente valora la experiencia cinematográfica, habilita una menor exigencia estética y narrativa. Y eso lleva a que se concreten films de muy bajo vuelo, del mismo modo que lo eran antes la mayoría de los lanzamientos directo al DVD o VHS. Esto recuerda a la década del noventa, cuando la irrupción de la televisión en el cine argentino representó mayor masividad, pero menor calidad en las producciones.
Y hay otra variable que vale la pena tener en cuenta, que es la vinculada a la vertiente más independiente del cine argentino. Esas películas autorales, de estructuras pequeñas y con estilos distintivos están prácticamente ausentes en las plataformas, que no les otorgan el espacio apropiado o las ignoran por completo. El auge del streaming no ha servido para que estas obras hallen espectadores, que continúan siendo elusivos por fuera del circuito de los festivales nacionales e internacionales. Y esto agrava una crisis cuando analizamos el rendimiento del cine nacional en las boleterías en los últimos años.
En el 2023, la película argentina más taquillera ha sido La extorsión, con apenas algo más de medio millón de espectadores, una cifra muy discreta, que evidencia las dificultades para conectar con el gran público. Lejos parecen haber quedado hitos como los de Relatos salvajes, con sus más de 4 millones de entradas vendidas.
El INCAA debería jugar un rol importante para establecer mecanismos de verdadera sinergia entre los realizadores argentinos y los servicios de streaming, además de transiciones armoniosas entre estas y las salas de cine. Allí podría ser fundamental el aporte de Cine.Ar Play, aunque el hecho de ser gratuita le resta capacidad para producir contenido propio, con lo que solo acciona como refugio para las producciones más independientes y el cine clásico.
Sin embargo, por ahora no se ven iniciativas claras y de ahí que el cine nacional se enfrente a múltiples paradojas: mucha producción sin impacto cultural de largo alcance; muchos espectadores en los hogares y pocos en las salas; y diferencias abismales en la calidad de las obras. El futuro luce difuso y desafiante, aunque no hay que perder las esperanzas.