La película basada en un libro de Osvaldo Bayer se realizó y se estrenó con dificultades en un clima que prefiguraba la violencia por venir. La historia que contaba el fusilamiento de obreros en "La Patagonia trágica", también estaba marcada por el horror.
Estrenada en 1974, La Patagonia rebelde es una de las películas más emblemáticas del cine argentino de los últimos 50 años. Dirigida por Héctor Olivera y con un elenco multiestelar (Héctor Alterio, Luis Brandoni, Pepe Soriano y Federico Luppi, entre otros), supo representar en su momento lo máximo que podía dar el cine nacional. Al mismo tiempo, las circunstancias de su rodaje podrían constituir un relato cinematográfico en sí mismo, ya que reflejaron el clima de una época.
Basada en una investigación periodística e histórica de Osvaldo Bayer, reconstruye los hechos alrededor de fusilamientos de obreros y trabajadores a principios de la década de 1920, en lo que luego se conoció como “La Patagonia Trágica”. Olivera montó una estructura narrativa particular, donde convivían el thriller histórico, el western en clave patagónica y la alegoría política, mientras mantenía la fidelidad al libro de Bayer, una gran pieza literaria. De hecho, el contrato firmado entre Bayer y la productora Aries Cinematográfica especificaba que el autor participaría en la elaboración del guion y en la elección de las locaciones.
Todo este proceso de preparación tuvo lugar durante los días de Héctor Cámpora como Presidente de la Nación, en un escenario más que favorable para el proyecto, que denunciaba los vínculos entre los sectores oligárquicos y el Ejército argentino. Eso quedaba evidenciado por la aprobación del guion por parte del Ente de Calificación y el préstamo otorgado por el Instituto de Cine.
Sin embargo, en julio de 1973 se produjo la renuncia de Cámpora y se ingresó en un período de transición, mientras se aguardaba el comienzo de la tercera presidencia de Juan Domingo Perón. El cambio de clima ya se empezó a insinuar con la prohibición del libro de Bayer sobre el activista anarquista Severino Di Giovanni. José López Rega, futuro Ministro de Bienestar Social y creador de la tristemente célebre Triple A (Alianza Anticomunista Argentina), ganaba cada vez más influencia y llegaba hasta ámbitos de la cultura. Y cuando Perón asumió como Presidente en octubre, ya todo había mutado, con lo que el film se veía amenazado cuando ni siquiera había empezado el rodaje.
Un rodaje y un estreno difíciles
Aún así, la filmación arrancó en enero de 1974 en Santa Cruz, con grandes desafíos logísticos, ya que las locaciones estaban muy distantes entre sí. Un aliado fundamental para la producción fue el gobernador de la provincia, Jorge Cepernic, a quien Bayer había conocido mientras llevaba adelante la investigación. Cuando el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) atacó la guarnición de Azul, el Estado Mayor Conjunto le “sugirió” al mandatario que se suspendiera el rodaje. Sin embargo, Cepernic “se hizo el distraído” y hasta se permitió poner a Olivera al tanto de la situación, para que apurara cuanto pudiera la filmación. Esto jugó a favor de los realizadores y productores, que luego rodaron las escenas de interiores en la localidad bonaerense de Pacheco, mientras arrancaban con el montaje y la banda sonora. Para abril y después de apenas un mes de post-producción, la película estaba lista para ser presentada ante el Ente de Calificación.
Pero las autoridades calificadoras ya no eran las mismas que habían autorizado el guion. Y aunque no prohibieron la película, decidieron no calificarla, lo cual era un requisito esencial para su estreno. Las razones que se enunciaban eran ridículas, pero también suficientes para que La Patagonia rebelde no pudiera llegar a las salas. Frente a esto, empezó una campaña donde participaron todos los gremios cinematográficos y que incluyó solicitadas en los diarios en las que se exigía una audiencia con el ministro de Defensa, Ángel Federico Robledo. Tal fue la repercusión, que el tema llegó a tratarse en el Congreso, donde se solicitó un informe a Robledo. Este finalmente recibió a Olivera en su despacho y allí dejó trascender que la última palabra la iba a tener Perón.
Mientras tanto, en mayo, se dio una fuerte polémica entre el general retirado Elbio Anaya -que en el film era caracterizado como Arnezo e interpretado por Héctor Pellegrini- y el periodista Carlos Burone, ya que el ex militar negaba la veracidad de los sucesos relatados por Bayer. De esta forma, se podía intuir la posición del Ejército en relación con este potencial estreno, con lo que el ambiente estaba cada vez más caldeado. Y, a dos meses de la presentación frente al Ente de Calificación, la película todavía no tenía autorización para el lanzamiento.
Pero el 10 de junio llegó la noticia menos pensada: Emilio Abras, secretario de prensa de Perón, les comunicó a Bayer y Olivera que el Presidente le había ordenado que el film se estrenara en los cines de todo el país. Nunca quedó del todo claro por qué Perón decidió en favor del estreno, pero lo cierto es que la película llegó a las salas el 13 de junio. El clima político era cada vez más espeso, pero La Patagonia rebelde tuvo una óptima recepción por parte del público, a partir de la buena predisposición de los exhibidores y la divulgación masiva de los hechos reales.
Pocas semanas después, fue exhibida en el Festival Internacional de Berlín, donde fue premiada con el Oso de Plata, lo cual potenció su repercusión internacional. En Alemania estuvieron presentes Olivera y Bayer, justo en el día donde se conoció la noticia de que había fallecido Perón, el 1º de julio de 1974.
Con Isabel Martínez de Perón y López Rega al mando, la situación de La Patagonia rebelde y su equipo se hizo mucho más difícil. Primero, porque Paulino Tato, que había sido designado como interventor del Ente de Calificación, ordenó el silenciamiento de la película en los medios de comunicación y prohibió su venta al exterior. Después, porque el hallazgo de una copia en un campamento de un grupo guerrillero llevó a su levantamiento. Mientras tanto, la Triple A ponía sus ojos en el sector cultural y varios integrantes del elenco eran amenazados de muerte, a tal punto que algunos debieron exiliarse. Lo único positivo -y eventualmente vital- es que la película no fue confiscada y los negativos y copias permanecieron intactos.
En los años restantes del tercer gobierno peronista y los correspondientes a la dictadura que se autodenominó “Proceso de Reorganización Nacional”, la película permaneció prohibida y su aura legendaria creció silenciosamente. Con la vuelta de la democracia y la llegada de Raúl Alfonsín a la presidencia, La Patagonia rebelde tuvo una segunda oportunidad: se reestrenó en enero de 1984 y ratificó su vigencia. Estábamos, ante una película que, desde el presente violento de su lanzamiento, actualizaba el pasado y anticipaba el horror del futuro inmediato. Su preparación, rodaje y exhibición habían sido una tensa aventura, un acto rebelde en sí mismo, que vale la pena ser recordado.