El seductor (#TheBeguiled), última película de Sofia Coppola que se puede ver en los cines con Nicole Kidman, Colin Farrell y Kirsten Dunst, está basada en la novela de Thomas P. Cullinan, de 1966, A painted devil.
Antes de esta versión de la directora de Las vírgenes suicidas, Perdidos en Tokio y María Antonieta, la historia había sido llevada al cine en 1971 por Don Siegel e interpretada por Clint Eastwood. Es decir, la misma dupla que se hizo famosa con Harry, el Sucio ese año. Ambas adaptaciones, que se llamaron El seductor, cuentan lo mismo de manera bastante diferente.
Durante la Guerra de Secesión estadounidense, un soldado yanqui herido en el bosque le pide ayuda a una niña. Ella se compadece y lo lleva al seminario de señoritas donde vive con otras niñas y adolescentes. La escuela Farnsworth, dirigida por Miss Martha y con una sola maestra, Edwina, se mantiene en pie gracias a una vaca y lo que cultivan.
Aquí comparamos algunas cuestiones clave de las dos películas:
En ambas, el soldado seduce a las mujeres. La de Siegel está anclada en el punto de vista del protagonista, el cabo John Mc Burney, a quien conocemos más que esas damas porque accedemos a sus pensamientos, mediante una voz en off, y a sus recuerdos a través de flashbacks. En la de Coppola, contada desde el punto de vista femenino colectivo, sabemos qué clase de hombre es porque él se encarga de definirse, en palabras y con su comportamiento.
En El Seductor, a la hora de ubicar al grupo femenino en el encuadre, Coppola distribuye los cuerpos de manera tal de que ocupen todo el plano de manera armónica y equilibrada. Por otro lado, evocando a Las vírgenes suicidas, elige colores blancos y beige para los vestidos de las protagonistas. En El seductor de 1971, Siegel deja al grupo femenino ocupando solo una parte del encuadre, rodeado de aire y vacío. Además, el director se decidió por colores tierra a la hora de elegir el vestuario de las mujeres.
Otra diferencia es que en la versión de Siegel en 1971, aún existe una esclava. Ella es la que baña al cabo luego de ser asistido. En Coppola, la esclavitud parece haber dejado de existir hace siglos. Miss Martha asea al cabo y vive el acto sensualmente.