Que cada tanto aparecen esas personas que cambian nuestro modo de ver el mundo y, por ende, a nosotros mismos es innegable. Lo que hay que estar es preparado para recibir esa visita y no siempre sucede. Como tampoco sucede siempre toparnos con un Juan, un joven sabio, en medio del despertar a la vida y que de buenas a primeras sacude la aparente calma escolar.
De simple no tiene nada, o sí, se trata de volver a mirar lo que nos rodea pero esta vez con ojos atentos. Mirar las nubes. Pensar qué es el tiempo. Volver a mirarnos a nosotros mismos con dudas, con incertidumbres, ¿podemos normalizar que todos los niños y jóvenes estén absorbidos mirando a otros haciendo nada en las pantallas de sus celulares? ¿A chicas maquillarse solo con la misión de obtener “me gustas”? ¿A adolescentes enloquecer de rabia porque perdieron en el juego preferido y les dieron ganas de estrellar su teléfono contra el piso, como si fuese lo más natural del mundo? ¿Desear el último modelo de celular para sentirse más importantes? Lo que muchas veces nos han enseñado en el colegio y repetido como autómatas es de repente y sin aviso mostrado desde otra perspectiva. ¿No es acaso la verdadera forma de aprehender?
Si el Principito de Antoine de Saint-Exupéry se diera cita hoy, en los tiempos cibernéticos, para darnos su parecer del mundo actual, tan cambiado, luego de ochenta años, ¿Qué pensaría del uso compulsivo de la tecnología, de las comunicaciones mediadas por aparatos electrónicos? De esta hipótesis parte El Joven Príncipe, la nueva novela de Alejandro Roemmers, el exitoso empresario farmacéutico que combina su vida empresarial con las letras, actividad cultural que desarrolla desde siempre. Escribió poesía, novelas y hasta una obra de teatro musical.
Roemmers nació en 1958 y al cumplir sus 50 años publicó El regreso del joven príncipe, una novela basada en la célebre El Principito, de Saint-Exupéry, y fue de un éxito tan contundente que alcanzó la cifra de 3 millones de ejemplares vendidos en 30 países distintos. Luego de más de 15 años, Roemmers retoma esta saga con esta nueva novela de 166 páginas, dividida en diez capítulos y con ilustraciones de Laurie Hastings.
Ya lo habían practicado Sócrates y Platón formulando aquellas preguntas existenciales que van llevando a otros pensamientos trascendentales. Este sabio procedimiento logra que el maestro mediante preguntas, conduzca al discípulo a descubrir nociones que ya estaban latentes en él. Así volvió a repensar la educación el maestro de los maestros, Jacques Rancière, poniendo como protagonista al alumno y sus verdaderos descubrimientos. Lejos estamos de perseguir ese ideal, pero no está nada mal seguir preguntándonos sobre la educación y cómo conseguir un profundo conocimiento de todo lo que nos rodea. Juan, el protagonista de esta novela, será el que sin cesar dispare preguntas en apariencia inocentes pero que esconden la hondura de los grandes temas.
La trama transcurre en un establecimiento educativo de renombre, el Instituto Leonardo Da Vinci, donde el narrador de la novela, un alumno joven y sensible, recibe la dicha de conocer a Juan, el nuevo compañero recién llegado de la Patagonia. El encuentro inesperado transformará su existencia para siempre. Juntos emprenderán el camino de (re)conocer la vida. Volver a mirar todo lo conocido, pero con los ojos renovados. “El lugar de destino puede ser menos importante que el camino, porque es éste el que te da una experiencia particular y te cambia. Pero lo más importante no es el camino ni el destino, sino la compañía” afirma Juan citando a un viejo amigo de la Patagonia en una de esas tantas caminatas que cambiarán su historia para siempre, con reflexiones y preguntas en apariencia ingenuas pero que esconden la inteligencia de la sensibilidad, de aquella que la civilización y la competencia no han logrado ajar.
Ha dicho que se siente la misma persona que a los 14 años, lee lo mismo y, lo que es más significativo para él, siente lo mismo. Así que la tarea de viajar en el tiempo y jugar a ser ese joven adolescente que entra a una escuela con todo su mundo a cuestas, sus preguntas fundamentales y sus ganas de transmitir conocimiento a través de sus inquietudes es la tarea que emprende Roemmers quien ha dicho “Yo soy el Principito que volvió”.