El próximo jueves 27 de junio se estrena El fantasma de la familia Rampante, documental dirigido por Leandro Tolchinsky, una película que retrata el proceso por el cual El Escuadrón Volante, un grupo de teatro de varieté, se propuso realizar una adaptación de la obra Ubú Rey, de Alfred Jarry, con un director externo, Alejando Schiappacasse. Sin embargo, a medida que se acumulaban los ensayos, el recuerdo de la obra que habían realizado previamente, La tragedia de la familia Rampante, los llevó a cuestionar el nuevo proyecto y hasta la identidad del propio grupo.
Si bien el registro original comenzó en el 2011 y luego tuvo otras instancias en el 2013 y el 2015, Tolchinsky pudo llevar la película a su concreción recién en los últimos años. El realizador nos habla sobre este curioso y largo recorrido creativo, además del impacto del film en las personas involucradas y sus posibilidades de recepción, entre otros temas.
¿Cómo fue que en su momento surgió la idea de hacer el seguimiento de este grupo teatral?
Estaba editando El moco, una película de Julián Lucero, cuando me contó que iban a empezar a hacer una adaptación de Ubú Rey de Alfred Jarry, la primera obra del movimiento patafísica. Entonces surgió la idea de documentar el proceso de adaptación. Llamé a Julieta Bilik y le conté que estaba pensando arrancar con el proyecto y ella, que tenía una cámara, me dijo "dale, me copo". Unos días después arrancamos a grabar los ensayos sin un plan específico, solo con la idea era hacer una observación y después ver que se armaba.
Básicamente, encontrar la película en la etapa del montaje.
Exacto. La única premisa inicial era tratar de no intervenir durante las grabaciones, para que no se sintieran observados, por lo que no utilizamos micrófonos ni luces artificiales. Terminamos acumulando hasta tres horas de material por jornada de ensayo.
¿Esto en qué año fue?
2011
¿Podés contarnos cómo fue el proceso? Porque indudablemente hay una sucesión de hechos por lo menos curiosos, que fueron estirando los tiempos del proyecto hasta su estreno este año.
Después de un año de estar registrando el proceso y cuando el grupo decide disolverse y dejar de hacer la obra, el documental había llegado a un punto de, podría decirse fracaso, en el sentido de que no había podido registrar la puesta en escena de Ubú Rey. Yo tampoco tenía estructura, era un flaco recién egresado con una amiga y un amigo, no más que eso. Entonces el documental estuvo estancado durante muchos años. Sin embargo, en el 2013 y 2015 volví a grabar. Primero Alejandro decidió armar la obra con otro elenco y me llamó para que grabara -yo no tenía planificado hacerlo pero fui igual. En segundo lugar, El Escuadrón Volante logra adaptar esta obra de teatro que habían hecho previamente, La tragedia de la familia Rampante, a un formato de serie televisiva, que también registré. Otra vez sin pensar una estructura previa ni tiempo para poder dedicarme a ver todo el material para encontrar la película.
¿En el medio en qué otros proyectos estuviste involucrado?
Empecé a trabajar con los Bla Bla además de otros proyectos no comerciales, pero hubo dos cosas que me llevaron a dedicarme finalmente al proyecto, relacionadas con la pandemia. En esa etapa comencé a trabajar en el área de dirección con proyectos publicitarios que me dieron la oportunidad de entenderme como director y tener un tiempo para dedicarme al proyecto. Muchos nos estabamos replanteando la vida y en mi caso, sirvió para dedicarle tiempo y ver horas y horas de material que no había revisado.
¿Cuántas horas aproximadamente tenías de material?
Debían ser unas 40 o 50 horas. Es mucho pero no tanto. Para un documental de observación está dentro del promedio, pero implica meses de visionado y te sirve para darte cuenta de que nadie te va a estar corriendo. Ni siquiera el grupo de teatro en este caso: ese proceso no fue tan significativo para ellos porque el pasado del grupo fue lo que no permitió que el proyecto no se concretara. Ahí es donde tuve que entender de qué trataba realmente la historia junto a Matías Bassi, uno de los integrantes de El Escuadrón Volante, que me acompañó durante todo el proceso, me acercó material de archivo y fue el que más versiones del film vio.
Lo que se ve en la película es un grupo teatral que intenta hacer algo nuevo, que para eso trae a un director de afuera y van dándose cuenta, a medida que avanza el proceso, que es una experiencia para mal, en relación a lo que habían hecho previamente. Es lo que interrumpe el proceso creativo.
Sí, creo que había dos cosas. En primera instancia una diferencia poética, de una búsqueda estética más dramática y lúdica. En segunda instancia, está la cuestión de los roles en el grupo con un director externo, lo que implicaba otro funcionamiento. Creo también que era una de sus primeras experiencias, donde proponen hacer algo grande, una obra de arte. Había un aprendizaje que todavía estaba pendiente.
Todo esto que contás, ¿era notorio mientras lo filmabas o lo terminas de ver cuando pasas a la etapa del montaje?
Yo lo noto en el montaje, en parte porque en el momento de la filmación no conocía al grupo. Los había visto de casualidad en una obra que habían hecho en el IMPA. Durante el proceso no estaba con la cabeza en el pasado del grupo, sino en la adaptación que estaban tratando de hacer de Ubú Rey, ver cómo tocar la patafísica desde el documental. Creo que la presencia de la cámara fue un poco la culpable. Quizás si no estaba la obra la hacían igual, incluso a pesar de no estar conformes. Sin embargo, la cámara les permitió cuestionarse lo que estaban haciendo.
Es raro, porque la cámara suele inhibir a las personas en los documentales pero acá ocurrió lo contrario.
También es raro un documental de actores que no están actuando. Por eso también fue importante rescatar, durante el proceso de montaje, este fantasma de La tragedia de la familia Rampante, para que hubiera interés de ellos en el proyecto.
Es que en un punto puede interpretarse que lo que vemos es un documental sobre un fracaso.
Yo no sé si fracaso, porque eventualmente ambas partes pudieron hacer lo que querían. Alejandro montó la obra con otro elenco mientras que el grupo teatral pudo llevar su obra al formato televisivo. Ahí hay otro vínculo con el documental porque estuve bastante solo la mayor parte del proceso hasta que logro presentar el corte al Subsidio de Vía Digital del INCAA. En esos tiempos (2011, aproximadamente), se hablaba de cómo los dispositivos digitales iban a democratizar la posibilidad de hacer películas, lo cual en parte es cierto, pero si no fuera por el apoyo del Estado mi film no habría tenido las dimensiones que tuvo.
¿Los involucrados pudieron ver la película? ¿Qué sensaciones transmitieron?
Sí, aunque no vieron la versión final. Fue un poco complicado para algunos, porque ser actor/actriz y verte en pantalla no actuando puede ser un raro. Pero creo que también fue importante el fantasma de la obra previa porque al fin y al cabo se estaba contando la historia del grupo, lo cual no deja de generar orgullo. En cuanto a Alejandro, en un momento dijo "me gusta pero me apena ser el malo". Yo no creo que sea el malo, es más, las distintas personas a las que les iba mostrando el documental se iban poniendo de un lado o de otro. Creo que ambas partes tenían razón y estaban equivocadas. Algo parecido a lo que me sucedió a mí. Empecé buscando una cosa y terminé encontrando otra.
Ya estás cerca del estreno de la película. ¿Cuáles son tus expectativas?
Todavía no caigo que luego de tantos años sea una película. Mis expectativas son llegar a la gente que está en el mundo del teatro auto-gestivo. El interés inicial, antes de que existiera la posibilidad de llegar a una sala de cine era mover el documental por teatros, de hecho va a ser el circuito a posteriori. Es donde va a tener más llegada, alrededor de gente que trabaja de la misma forma y que puede sentirse identificada con este tipo de procesos.