La miniserie francesa estrenada en 2019 describe el desastre, a través de ocho episodios de 20 minutos, filmados en plano secuencia. Vista en perspectiva, nos toca de cerca y nos despierta frente a la posibilidad del fin del mundo.
L’Effondrement, titulada en la Argentina como El Colapso y estrenada en 2019 en Francia, viene a mostrarnos una muy particular representación de lo desastroso: un suceso de origen desconocido ha provocado el derrumbe de la sociedad mundial y ha sumido a la población en un desesperante estado de supervivencia debido a la escasez de recursos.
Sobre desastres y colapsos
La etimología de la palabra desastre viene del provenzal antiguo e implicaba la idea de un cataclismo estelar: un astro que colapsaba y se disgregaba en el cielo hasta desaparecer de nuestra vista. Si tenemos en cuenta el vínculo que tradicionalmente se establecía entre este tipo de fenómenos celestes y el acontecer de catástrofes o desgracias podríamos recuperar el significado pleno de este vocablo que llega hasta nuestros días.
Lo apocalíptico aparece en esta extraordinaria producción del Colectivo Les Parasites con la fuerza de lo inminente y, si en otras expresiones del género distópico el horror suele suceder en un futuro lejano, en esta serie todo invita a imaginarlo aquí y ahora, entre nosotros. La tensión se acentúa con el correr de los ocho episodios, breves en su duración (aproximadamente veinte minutos cada uno) y de una creciente interpelación al espectador en su planteo estético.
Filmados íntegramente en plano secuencia, cada capítulo nos muestra el avance cronológico del colapso en diferentes escenarios posibles de la sociedad francesa. Vamos desde un supermercado y una gasolinera, grandes símbolos de la sociedad de consumo moderna, hasta un geriátrico donde los pacientes son abandonados a su suerte. El común denominador de todas las experiencias retratadas es el hombre y las múltiples formas que asume su desesperación frente a un mundo que ya no responde ni al sentido común ni a las frágiles ideas de ley y orden.
Si el filósofo argentino Darío Sztajnszrajber tiene razón en sus afirmaciones y "toda distopía habla siempre mucho más del presente que del futuro" y, "toda representación del futuro siempre es una proyección del presente", entonces podríamos encontrar en esta serie varios indicios sobre las problemáticas que acechan a nuestra civilización. La urgencia ecológica, las nuevas pandemias y las crisis humanitarias, son ejemplos concretos del impacto perdurable y negativo del hombre en el planeta; o al menos así lo propone la colapsología, ese campo de estudios interdisciplinarios que se propone pensar el colapso o la crisis sistémica como una posibilidad muy real y próxima.
Pero siempre hay detractores y negadores, y de eso también se ocupa esta serie. Cinco días antes del colapso un científico irrumpe en un estudio de televisión y discute en vivo con un miembro importante del gobierno de Francia que lo tacha de alarmista y exagerado y propone no asustar a los televidentes. Así, el portavoz de la salvación es ridiculizado, silenciado y absorbido por la lógica espectacularizante del programa.
Reacciones póstumas
Cualquier semejanza con la realidad es mera coincidencia. O al menos ese es el pacto ficcional que establecemos con la mayoría de las ficciones que consumimos. Sin embargo, El Colapso nos toca demasiado cerca. La pandemia de Covid19 nos ha colocado colectivamente en un espacio de profunda vulnerabilidad. Con variaciones según cada país, todos hemos experimentado cambios en las maneras de trabajar, acceder a los bienes básicos o vestirnos e incluso, en nuestras formas de amar y relacionarnos. Muchos han perdido seres queridos y tantos otros sus puestos de trabajo. El mundo tembló y nosotros con él. Y aunque hoy transformados vemos luz del otro lado del puente aún quedan cuestiones por revisar sobre nuestras relaciones con el entorno.
Dicen los creadores de la serie: "Cada día observamos que las dificultades se amplían allí donde ya existían, en los lugares donde hay mayores desigualdades. El Covid19 ahondó en este problema al mostrar que conseguir un barbijo, refugiarse en el campo, conseguir provisiones, es un lujo reservado para una élite. La solidaridad ha funcionado a nivel local, pero ¿qué pasa con las batallas y la licitación entre los países ricos para apropiarse de las existencias de insumos disponibles? ¿Dónde estaba y dónde está la necesaria solidaridad mundial para crear un mundo sostenible?".
Las dimensiones emergentes de la catástrofe quedan a la vista y la crisis se instala como territorio a explorar por un cine ávido de dar cuenta y concientizar: la disolución de los lazos sociales, la vuelta al campo en búsqueda de los alimentos que la tierra produce, la avaricia de los poderosos y el desamparo de los débiles, y sobe todo, el "sálvese quién pueda" que podría reinar en el horror de la crisis de nuestros ordenes más cotidianos.
El espectáculo debe continuar (o no)
Estar preparados ante cualquier eventualidad: ese es el credo de los preparacionistas y survivalistas que cada tanto alzan la voz para advertirnos sobre los efectos perniciosos del capitalismo industrial. Esta serie va a exacerbar esa posibilidad y elevarla al grado de hecatombe y nos va a llevar de la mano en su desarrollo temporal, casi como si estuviéramos nosotros con la cámara al hombro viviendo todo el drama.
El relato de terror se redefine con este tipo de producciones culturales porque entendemos que ya no se trata de fantasmas, demonios o casas embrujadas, lo horroroso habita a la vuelta de la esquina: son todas esas cuestiones que postergamos, que decidimos no ver y todas esas causas comunes en las que participamos con nuestro aplauso o nuestro espanto pero de lejos.
Alabada ya por la crítica internacional y nominada a mejor miniserie de TV en los International Emmy Awards, El Colapso viene a sacudirnos, aparece quizás para despertar en nosotros la conciencia del fin del mundo y a recordarnos lo obvio, que la responsabilidad por el futuro está siempre en nuestras manos.