La actriz y directora charló con Zibilia sobre el tema del momento, Piel de Lava y Petróleo, el 2020 y como broche de oro eligió tres películas basadas en obras de teatro que hay que ver: las firman Pasolini, Welles y von Trier.
El aislamiento social nos propone un nuevo espacio para (re)descubrir obras de arte y personajes. Hablamos con Laura Paredes, protagonista de la escena teatral y cinematográfica argentina, para que nos cuente sus métodos de creación junto a Piel de Lava y sus proyectos, y nos recomiende adaptaciones del teatro al cine para disfrutar en casa.
Mediante una videollamada un tanto entrecortada pero verborrágica, Laura conversó con Zibilia y adelantó que dará un curso de dramaturgia online junto a Valeria Correa.
¿Hay algún personaje que te haya marcado?
Me cuesta pensar en términos de personaje, me marcan más las obras. Por mi formación casi no hice obras clásicas. Creo que en el teatro contemporáneo la idea de personaje inolvidable está más desdibujada.
¿Tiene que ver con la creación colectiva en Piel de Lava?
Cuando el teatro deja de dialogar con la idea del gran protagónico, aparecen otras maneras y otro entramado dramatúrgico que no contiene la idea de un personaje que lleva la trama. Cuando pienso en mi recorrido teatral, me vienen momentos de muchísima vitalidad teatral pero no tanto lo que me pasó a mí con un personaje. Estar en una obra de teatro tiene un mar de complejidades más allá de un personaje en sí.
¿La dinámica la plantearon al comienzo o se fue dando?
Empezamos de muy chicas a trabajar juntas, hay cosas que se fueron sistematizando por la misma praxis. Hay una dinámica natural de que al ser cuatro repartís más los roles y no inventás tramas que tengan un solo protagonista.
Laura Fernández co-dirige con el grupo; el afuera y el adentro dialogan con la misma jerarquía. Todo está hecho para que empieces a desconfiar de la idea de la pandilla -que todas actúan, todas dirigen-. Muchos años nos llevó hacernos cargo de que había algo ahí que no había que organizarlo, que había que afirmarlo. Por ahí, Petróleo tiene ese lugar importante de cierto reconocimiento.
¿Cómo vivieron el éxito de Petróleo?
Es sentir que estás haciendo la obra que más te gusta, con tus amigas, cagándote de risa, jugando como hace 20 años y de golpe eso tiene un lugar más posicionado. No creés que eso es estar llegando, sino que estás confirmando que un montón de gente se divierte con lo que proponemos.
¿Qué tienen en común la forma en la que trabaja Piel de Lava y la filmación de La Flor?
Nuestra unión con El Pampero Cine y enfrentar una película de tantos años, se pudo hacer porque teníamos un grupo que llevaba otros tiempos. Había una manera de producir obras y películas que nos hermanaba, nadie quería estrenar rápido.
Una cosa que hizo que Piel de Lava sobreviviera, es que todas teníamos aparte otros trabajos e íbamos creciendo en otros aspectos.
Se permitían ser más genuinas…
La primera vez que tuvimos un contrato por una obra fue en el San Martín. Como no daba guita, el grupo tenía que ser bastante flexible; si alguna se iba de gira o le salía una película el grupo esperaba. Las cosas se quiebran a veces cuando hay demasiada rigidez.
En una entrevista citabas a Rafael Spregelburd con esto de que el teatro le enseña algo a la política, ¿se relaciona con las historias que eligen contar?
Más allá del contenido de la obra, que dijimos “hagamos de chabones”, hay algo de la horizontalidad y dinámicas menos burocráticas.
Lo primero fue una especie de exabrupto medio jodón, la prueba de la pavada. Pero en un momento se empezó a descascarar la pavada y salimos medio golpeadas de los ensayos. Hacíamos un ejercicio que era pasar en cinco pasos de un eje femenino a uno masculino, y el cuerpo se relajaba. Pasar del femenino al masculino era ocupar espacio, tener una mirada para adentro y menos para afuera.
De golpe enfrentamos una especie de monstruo que era Petroleo, que hablaba de un montón de cosas que no nos habíamos dado cuenta. Fue abrir una puerta: se nos cayeron encima años de imitación, observación de los hombres y el contexto.
Las acompañó el contexto…
Tuvo público porque todas estamos pensando en eso. Hasta el punto de vista de la transformación y el dragueo. Que tuviéramos acceso a los tops para sacarse las tetas y las prótesis, tiene que ver con que el universo trans está más cerca.
¿Qué proyectos tenés?
Iba a dirigir en el ciclo Invocaciones del Centro Cultural San Martín, en el que se invocan autores del siglo XX. La escribía con Mariano Llinás. Tuve que estar un año leyendo la obra de Lorca y teniendo encuentros con Maximiliano De la Puente, un amigo que es director, dramaturgo y se dedica a la academia. El trabajo antes de empezar fue recontra divertido y estaba entusiasmada porque me encanta Lorca y hacer una obra que invoque su espíritu. También volvíamos con Petróleo y en el Teatro de la Ribera íbamos a estrenar en octubre con Mariano Tenconi Blanco.
¿Cómo te atraviesa esta cuarentena?
Tuve una primera etapa muy productiva. Voy a dar un taller online de dramaturgia junto a Valeria Correa. Estoy entre las privilegiadas que puede estar adentro sin tanta angustia laboral.
Hay algo de siempre estar yéndome, que ahora no está, y puedo armar castillos de cartón con mi hijo. Este tiempo lo voy a recordar con nostalgia en algún momento porque no está en el plano de lo real.
Recomendaciones de adaptaciones del teatro al cine
Apuntes para una Orestíada africana (1970): En registro documental, Pier Paolo Pasolini recrea la historia de Esquilo en África, con actores nativos. La película oscila entre lo documental y las escenas actuadas. “Es bastante genial y es muy bueno acercarse a Pasolini”, dice Laura.
Falstaff, campanadas a medianoche (1965): Para Welles, Falstaff fue la mayor creación de Shakespeare. Por eso interpretó a ese personaje que el autor adaptó en obras como Enrique IV, Enrique V, Las alegres comadres de Windsor y Ricardo II. La película rastrea la caída del héroe de la infancia del Príncipe Hal, Sir John Falstaff, y atraviesa los conflictos políticos desde sus ojos. “Para los que no tuvieron el placer de ver a Orson Welles actuando, está gordo, sacado, pendenciero y carismático”, enumera.
Medea (1988): Lars von Trier dirige la adaptación de la tragedia de Eurípides. Después de que su marido la abandone junto a sus hijos para casarse con la hija del rey Creonte y éste la expulse del reino, Medea comienza su venganza. “Es terrible, pero para mí hacer tragedia en cine es muy difícil. Y poder generar esa especie de horror atávico de una madre que mata a sus hijos la vuelve escalofriante y sencilla”, explica.