Desde sus comienzos, el cine de terror se caracterizó por teñir sus historias de monstruos espeluznantes, asesinos seriales, presencias fantasmagóricas y, por supuesto, mucha sangre. Si bien ello no impidió el nacimiento de icónicas obras cinematográficas, fue Roman Polanski, el reconocido director franco-polaco, quien supo darle al género un giro diferente e innovador con “El Bebé de Rosemary” (1968). Bajo la premisa de que lo cotidiano puede convertirse en una verdadera pesadilla, el cineasta no sólo redefinió la manera de generar miedo y suspenso, sino que también, sin darse cuenta, creó una de las mejores películas de todos los tiempos.
Hollywood, 1967. Una versión aún no publicada de la novela homónima de Ira Levin llegó a las puertas de Paramount Pictures y cayó en manos de William Castle, director de cine de Clase B. Aquella siniestra y trágica historia poseía el potencial suficiente para hacer una adaptación a la pantalla grande, y fue así cómo Castle le acercó la idea al productor ejecutivo del estudio, Robert Evans.
Paramount puso en marcha el proyecto mientras la obra de Levin se convertía rápidamente en un best-seller y recibía exitosas reseñas de críticos literarios y periodistas. Sin embargo, la gran incógnita era quién dirigiría la película. Aunque Castle quiso quedarse con el rol de director, el estudio lo contrató como productor ya que buscaban a un cineasta con mayor prestigio.
Mientras tanto, Roman Polanski construía, poco a poco, su carrera en Europa con films como “Repulsión” (1965) y “La Danza de los Vampiros” (1967). Fue en aquel entonces cuando recibió un misterioso libro por parte de Robert Evans. Polanski se obsesionó por completo con el nivel de detalle y horror que abundaba en tales páginas, al punto de que leyó la novela en una sola noche. De esta manera, “El Bebé de Rosemary” encontró no sólo a su director, sino también a su guionista.
Una obra maestra del terror psicológico
“El Bebé de Rosemary” cuenta la historia de los Woodhouse (Mia Farrow y John Cassavetes), una joven pareja que, con deseos de ser padres, deciden mudarse a Nueva York. Su nuevo hogar es un lúgubre departamento ubicado en la Casa Bramford, emblemático edificio de Manhattan, donde solía vivir una anciana recientemente fallecida.
A tan sólo unos días de instalarse, los enamorados son recibidos por sus vecinos, Minnie y Roman Castevet (Ruth Gordon y Sidney Blackmer) con quienes comienzan una suerte de amistad. Sin embargo, tras una extraña pesadilla satánica, Rosemary queda embarazada, lo que la llevará a no solamente dudar de todo su entorno, incluyendo su esposo, sino también a temer por el futuro de su bebé.
A través de una toma panorámica, Polanski seduce e invita a sus espectadores a adentrarse en la bella ciudad de Nueva York. Los edificios, puentes y parques parecen de ensueño. Un estremecedor punteo de piano y una canción de cuna compuesta por el músico Krzysztof Komeda y entonada por Mia Farrow, acompañan aquellas imágenes que, lentamente, se tornan oscuras para culminar con un aterrador pero perfecto plano de la Casa Bramford.
Tal secuencia representa la esencia principal del film: nada es lo que parece. “No quiero que el espectador piense "esto" o "aquello", quiero simplemente que no esté seguro de nada. Esto es lo más interesante: la incertidumbre”, expresó el director sobre la ambigüedad que rodea a la película.
De esta manera, pequeños detalles como una mirada, un collar que contiene raíz de tanis o un anagrama, sugieren que en lo cotidiano reside la maldad. Una sensación de paranoia invade a la protagonista, pero también a la audiencia. Además de la elegante dirección de Polanski, la actuación de Mia Farrow contribuye a que aquella inquietante atmósfera sea cada vez más incómoda y perturbadora de ver.
En un principio, Rosemary posee una belleza digna de un ángel. Tan sólo con su presencia es capaz de darle luz y color a aquel sombrío edificio que esconde cientos de horrores y secretos. Sin embargo, su esposo se aprovecha de su inocencia y anhelo de ser madre, y la entrega a una secta ocultista, de la que los Castevet son parte, para cumplir una tarea muy especial: engendrar al hijo de Satanás.
El espectador empatiza cada vez más con la protagonista, a quien le arrebatan su libertad como persona y como mujer. De hecho, en gran parte de las escenas el sufrimiento y la agonía de Farrow era real ya que, en pleno rodaje, la actriz recibió los papeles de divorcio de su pareja, Frank Sinatra.
Una película maldita
“El Bebé de Rosemary” se estrenó en junio de 1968. Su particular estética y narrativa sorprendió a los más prestigiosos críticos de cine, quienes destacaban la inteligencia de Polanski para crear un clima de miedo e incertidumbre sin la necesidad de caer en los clichés del género.
Además, en tiempos donde Estados Unidos discutía el acceso a las pastillas anticonceptivas a partir de dos fallos de la Corte Suprema, el film fue interpretado como una metáfora sobre la violencia hacia las mujeres y el miedo a la maternidad. Sin embargo, tal éxito se vio opacado por una serie de siniestros acontecimientos protagonizados por los propios realizadores de la película.
El rodaje se llevó a cabo en el edificio Dakota, ubicado en la esquina noroeste de la calle 72 y Central Park West en Manhattan. Según cuenta la leyenda, allí vivió Aleister Crowley, un brujo que solía hacer rituales satánicos. Además, años más tarde sería el escenario del asesinato de John Lennon. Durante las jornadas de filmación, sectas satánicas le advirtieron al director que abandonara el proyecto, pero Polanski decidió hacer oídos sordos.
Las tragedias llegaron un tiempo después. William Castle comenzó a recibir cartas de amenaza por el tono de la película y, luego de unos meses, se le diagnosticó una grave enfermedad en los riñones. “Rosemary, por el amor de Dios, soltá ese cuchillo”, gritaba el productor durante su tratamiento. Por otro lado, Komeda, quien estuvo a cargo de la banda sonora, murió tras un repentino accidente en Los Ángeles. Sin embargo, el morbo hacia el film se acrecentó cuando, en agosto de 1969, la esposa de Polanski, Sharon Tate, quien estaba embarazada de ocho meses, fue asesinada brutalmente junto a otras tres personas, por un grupo de jóvenes liderados por Charles Manson.
A pesar del horror, "El bebe de Rosemary" nos dejó grandes aprendizajes. Roman Polanski entendió que el miedo no reside en un monstruo cubierto de sangre, sino en nuestra imaginación. De esta manera, el cineasta juega con la mente de los espectadores a través de detalles e indicios que sugieren más de lo que se puede observar, dando lugar a una atmósfera de suspenso e incertidumbre que logra sostenerse a la perfección de principio a fin. Macabra, revolucionaria e hipnotizante, el film no sólo abrió un nuevo camino para el género de terror, sino que se convirtió en un clásico indiscutido de la historia del cine.