Daybook nos sumerge, sin prisa pero sin pausa, en el universo de la artista norteamericana Anne Truitt (1921-2004), considerada una de las grandes referentes del arte minimalista de los años 60 y 70. Un libro a modo de diario personal donde Anne nos regala frases conmovedoras y la posibilidad de acompañarla en su día a día.

A pesar de su larga trayectoria es posible que la mayoría no conozcan su extensa producción como artista, ya que durante mucho tiempo el minimalismo estuvo dominado de manera casi exagerada por los artistas hombres de la escena. Aún así, eso no es un impedimento para leer sus crónicas sino que por el contrario puede ser una bendición. Estamos frente a la posibilidad de descubrir a alguien grande.

Estos relatos transcurren a lo largo de siete años, entre 1974 y 1980, dónde conocemos a Anne en una etapa de madurez creativa, los años de reconocimiento, muestras retrospectivas y el segundo nacimiento de sus hijos, que como bien explica, ya son adultos viviendo sus propias experiencias. 

En sus relatos la artista nos pasea por toda su vida, desde la infancia en Maryland soñada y traumática en igual medida, donde la figura potente de su madre cumple un rol protagónico, así como también se hacen presentes un padre complejo y sus hermanas gemelas. Los años de universidad durante la postguerra donde trabajó como enfermera, cuidando a los soldados que habían peleado en la Segunda Guerra Mundial y estudió psicología. A través de estas experiencias Anne habla acerca del dolor y la posibilidad de acompañar a otros en los últimos momentos de la vida. También indaga en lo que significó perder a sus padres y las responsabilidades que tuvo que asumir siendo muy chica. La artista analiza la posibilidad de empatizar con ese padre que sufre por su adicción y no encuentra espacios de refugio.

Esa primera infancia transcurre en una casa con recursos económicos, posibilidades y esa madre rígida que sostiene, aguanta y se vuelve un gran referente para Anne, que describe y comparte esos momentos con tantos detalles que nos sumerge por completo y nos recuerda a libros como Stoner de John Williams o Winter Jornals de Paul Auster. 

Además de la niña, la hija, la estudiante, la enfermera y la psicóloga, está la madre y la artista, protagonistas absolutas y con justa razón. La madre está divorciada y tiene tres hijos que llegando al final del libro la convierten en abuela. Anne es responsable, compañera y trata de crear un ambiente acogedor y tomar las mejores decisiones. Cuida de su familia y se preocupa por la situación económica, ya que al separarse decide no depender de su ex-marido el periodista James Truitt.

Sobre la maternidad escribe: "La madre escucha a su bebé. Sintoniza sus receptores neuronales con los del bebé y entonces es psicológicamente capaz de sostener a su hijo, de evitar que su hijo sienta angustia. Ese es el goce de la maternidad, esa capacidad celestial de hacer feliz a otro ser humano". También habla de los celos de los padres cuando no logran entender de que trata esa conexión tan profunda. Anne reflexiona acerca de los niños que crecen, de las nuevas etapas que le toca vivir y de la dicha de ser parte de una manada.

Otro tema que está presenten de manera constante es la ansiedad que implica ser una artista independiente. Lejos de las formas y caricaturizaciones banales que tantas veces se han recreado alrededor de la figura del artistas, aquí la vida, el oficio y el trabajo constante viene de la mano. Anne necesita producir, enseñar, exhibir y sostener la pulsión que la lleva a crear. Esta mirada es como un "reality check" de lo que significa vivir del arte. 

Cuando narra sus procesos y experiencias lo hace de manera generosa, abriéndose acerca del temor que le causa que a otros no les guste su obra, el estrés que le genera su gran muestra retrospectiva, donde está forzada a andar sobre sus propios pasos y recordar todo lo que creado. La artista confiesa que es un proceso doloroso, lo que demuestra la imposibilidad de separar al artista de la persona. "¿Qué pasó con la obra de la primavera de 1967 en Tokio?¿Dónde está?¿Está en el sótano?. Mientras el curador revisa y pregunta sin piedad, ella afirma que "las había olvidado por razones tan cercanas a mí médula psicológica que tuve que callarme por un momento y recobrar la compostura antes de decir sí, las hice..."

De manera honesta y suave, comparte no sólo esos acontecimientos sino que se da el gusto de permitir que su mente recorra el pasado, como un péndulo que sin presiones muestra su lado más sincero (entendiendo por supuesto que hay aspecto que elige no compartir).

Anne es una maestra de la palabra y una artista generosa que nos regala frases lúcidas, dulces y contundentes. Desde el comienzo aclara que el libro nació de forma natural y que con esa misma naturalidad espera acompañarnos "mientas vivimos nuestras vidas". Esa liviandad se percibe en cada oración, como si no le costara dejar en papel pensamientos tan potentes como "pero amor es una palabra demasiado pesada para esa unidad leve, del color y la textura de la miel, que suena como las praderas de verano cuando hay brisa fresca".

Que alegría haberte encontrado querida Anne.