Nació tan cerca y tan ligado al arte que su trabajo sobre las tablas era su destino irrevocable. “Sin dudas era inevitable. Y lo pienso con mis dos hijos más grandes también: los dos trabajan en el teatro. Cuando desde muy chiquito vas a los teatros y estás ahí, y ves, y preguntás y todo te asombra y empezás a pensar que la ficción es realidad y querés vivir en ese mundo creo que ahí sí, es ineludible. Por lo menos en esta familia ha sido así”.
¿Cómo fueron tus inicios?
El ingreso a los escenarios fue por un accidente. En España durante los veranos son las vacaciones y es cuando más giras hay. Mí madre –se refiere a la gran Nacha Guevara- hacía giras y nosotros teníamos que viajar con ella y con mí padre, no nos quedaba otra. Así que no solo viajábamos sino que veíamos las funciones, estábamos en el teatro todo el tiempo y yo era muy curioso de chico, preguntaba todo. Un día faltó el seguidorista, que es el operador de la luz que sigue a los actores, y me pidieron que lo haga yo porque estaba todas las funciones. Eso se convirtió luego en mi vocación. Tenía apenas 16 años y nunca más me bajé de los escenarios.
Hace pocos días se estrenó “Matilda, el musical” y los nervios en los días previos se sienten y mucho, ¿cómo son?
Nos preparamos durante mucho tiempo, fue un proceso largo porque empezó con la escuela para capacitar a los chicos. Pero de todos modos los días previos son difíciles ya que hay mucho planteo intelectual, preguntas sobre si lo habré hecho bien y si todo esto servirá para algo. Todo se vuelve inestable de lo que quisiera pero ya entendí que es parte del proceso. Somos casi cien personas las que estamos trabajando hace un año y medio para este proyecto sea posible, por lo cual es un montón de responsabilidad con el elenco y los productores. Por supuesto que el proyecto está basado en el musical y es el texto original pero la puesta es nueva, la inventamos acá y le ponemos mucha cabeza porque no tenemos tantos recursos.
¿Cuáles son las dificultades mayores con las que te encontrás esos días anteriores al estreno?
Lograr amalgamar todo y hacer que las piezas separadas formen una unidad. Por separado las cosas funcionan pero cuando las empezás a unir no siempre combinan como habías pensado o técnicamente no se pueden hacer o no hay tiempo para un cambio rápido. Tonterías como que alguien no llegue a cambiarse y entonces hay que modificar el vestuario, como esa miles más. Y todas caen en el grupo que somos. El teatro es eso, no un hecho individual.
Estás acostumbrado a esas producciones gigantes, de cientos de personas y muchos niños ¿no?
Sí, en estos momentos además estoy haciendo “Escuela de rock” en España y también hay muchos niños. Esta energía me atraviesa bastante. Trabajo con Tini (Stoessel), hago muchas cosas para Disney, quedé enganchado en la energía juvenil.
Entonces tu camino artístico comienza muy tempranamente y de la mano de las luces, en una carrera como iluminador muy larga, ¿cuándo hacés ese salto a la dirección? ¿Cuándo pasás de la parte tan técnica a dirigir?
Hacía tiempo que tenía esa necesidad, quería expresarme de otra forma. Sentía que el canal de comunicación de las luces se estaba empezando a limitar en mí y empecé a hacer algunas direcciones de arte y ahí me animé porque todas las cosas que había pensado que podían funcionar funcionaron. Hace quince años que dirijo todo el tiempo y mí carrera de iluminador cada vez queda más atrás. De hecho no suelo hacer las puestas de luces de mis espectáculos. Hay creativos nuevos que tienen otra mirada mientras yo superviso otras partes del espectáculo.
¿Y cine? ¿Nunca probaste?
No hice nunca pero estoy por empezar a estudiar ya que es otro canal que quiero abrir. Quiero arriesgarme, me va a salir mal pero quiero intentarlo. Necesito nuevos riesgos.
Viviste un tiempo en México, y en algún momento decidiste que Argentina fuera tú casa para siempre, ¿cómo fue esa decisión?
Sí, de todos modos la decisión de vivir en México no fue mía sino que tuvo que ver con el exilio de mis papás. Vivimos en muchos lugares y llegó un momento en que no me quería hacer amigos por miedo a perderlos. Comencé a trabajar a los 17 años de iluminador en México y me quedé allí por un tiempo. Mi papá enfermó, yo no lo veía hacía mucho y decidí que era la hora de volver a Buenos Aires a verlo porque quería saber quién había sido y quién era. Sabía que no le quedaba mucho tiempo de vida, por eso me quedé y nunca más me fui. Tuve el tiempo de reencuentro con mí padre y fue una muy buena decisión porque sino hubiera quedado algo inconcluso. Fue interesante, pude sanar algunas cosas, otras no tanto pero fur bueno.
Y le pusiste a tu hijo su nombre…
Imagínate.
Hace poquito murió tu abuela a los 102 años, Clotilde Badalucco, la mamá de Nacha Guevara. ¿Quién fue ella para vos?
Mí abuela fue muy importante, fue un momento duro pero estuvo bien porque estuve junto a ella en el último momento. Se murió agarrada de mi mano. Fue muy emocionante. Así que sí, estoy contento con haber vuelto a Argentina. Tenía que quedarme acá. Siento que uno es más poderoso en su tierra.
Además, tenés subida a escena en el Paseo La Plaza, “Tick tick boom” de Jonathan Larson, el autor de la múltiple premiada “Rent”. ¿Nos podés contar un poco sobre este proyecto?
Larson fue el precursor de que se cuenten musicales que no son épicos y las hizo humanas, de personas normales, con contradicciones, que no se encontraban en el mundo. Entonces volvió el musical a un género más cercano, que la historia que pasa ahí le puede pasar a cualquiera. “Tick tick boom” es la historia de vida de Larson, un artista que siente que llega a los 30 años sin haber triunfado y crece en él una angustia total porque piensa que no va a triunfar nunca. Él presenta un proyecto y le va realmente mal, por lo que decide abandonar esto. Esas contradicciones como decía al comienzo de la nota. Estar por estrenar una mega obra y sin embargo tener más dudas que certezas. Me siento muy identificado. Es una obra que me emociona y que tiene un montón para contar.
El teatro es un lugar de resistencia y está en el compromiso de los artistas que lo hacemos cuidarlo. Y “Tick tick boom” es una obra preciosa, es un canto a la vida. Una manera de contar que el artista la pasa mal, que tiene muchos más fracasos que éxitos. Y es algo que no se cuenta porque lo que se quiere vender es lo contrario, como en las redes: ¿nadie la pasa mal en Instagram? El 90% de mis amigos tiene días que no están bien y eso no se ve. Nos metimos en un espiral súper peligroso. Porque cuando uno se siente mal siente que es el único que está así. El tránsito es lo interesante y cuando se aprende. No es el éxito el lugar de sabiduría.