"Estas obras son del 2020 pero las sigo haciendo como un ejercicio contante. Empecé a sistematizarlas hace unos años, pero la obra terminó de cristalizarse con una muestra en el Museo de Arte Moderno. Desde ahí seguí agregándole procesos artesanales como el teñido de las telas con tintes naturales" me cuenta Alejandra Mizrahi, mientras recorremos la muestra "Arrastreras" en Aldo de Sousa con curaduría de Carlos Herrera, e impulsada por su galería, Intemperie. Vamos de abajo hacía arriba, para ver algunas de sus obras anteriores y así entender sus procesos actuales.
"En estas hay algo del muestrario o dechado, al menos así lo percibo. Con el tiempo me fui alejando del plano, para pensar en la concepción tridimensional que puede tener el textil. Primero de manera más sutil hasta lograr llegar a la ruptura absoluta"
¿Y cómo pensás estos trabajos? ¿Estas involucrada en todo los procesos?
De principio a fin, es especial porque trabajo con comunidades de tejedoras en Tucumán y me parece crucial lograr una distinción entre las piezas que circulan por el mercado de arte y otros trabajos. Para evitar confusiones quería que estas obras estuvieran realizadas íntegramente por mí y así evitar cuestiones borrosas de autorías, en especial si tenemos en cuenta la importancia de reivindicar las habilidades ancestrales con las que ellas trabajan.
Entonces, ¿Dónde salís a buscar los materiales y hasta qué punto evitas el uso de productos industrializados?
Le compro a las tejedoras la lana de llama y oveja en Valle de los Calchaquíes y les aplico procesos de teñido artesanal con cebolla, cochinilla o el corazón de la palta. Otras veces uso descartes de telas o algunas pocas cosas industriales y sintéticas, como se puede ver en estas últimas obras. Algo similar me sucede con la técnica. Con el tiempo me fui amigando con la posibilidad de incorporar el crochet, algo que resistí hasta que me pasé a la escultura y empecé a usarlo porque me permite cubrir mayores superficies y tiene otra versatilidad. Me generaba una distancia ideológica, por que cuando apareció el crochet, se buscaba sustituir muchas técnicas a la aguja para ganar tiempo. Es un técnica que tiene un pensamiento más industrial detrás, pero yo lo llevo a lo artesanal.
Me llama la atención ver qué decidiste mostrar obras que están cercanas al dibujo, sobre papel y fieltro, una técnica que no imaginé que usabas.
Están pensadas como tejidos planos, pero me gusta por qué a veces pienso cosas acá, que luego se vuelcan a las esculturas, por ejemplo fragmentos de los dibujos que cobran volumetría, como hice con la gran escultura que presenté al Premio Braque. Ella fue el comienzo de este nuevo camino.
Hablemos de eso. ¿Cómo te sentiste al invadir el espacio a través del tejido?
Todo empezó cuando leí a una teórica y tejedora boliviana, Elvira Espejo, que habla de esta cuestión. Me costaba entender de donde venía, pero este resultado fue mí traducción. La tridimensión surge de mirar las telas, ver el adelante, el atrás y los bordes, que terminan en costura o tejido. La comprensión de eso como un cuerpo y sus límites. Eso me ha hecho salir del plano y cambiar la narrativa
Es muy valioso no caer en lugares trillados y asumir que el tejido está asociado a ciertos territorios y espacios socio-culturales. Hay artistas que en las últimas décadas han impulsaron grandes cambios, logrando que el tejido se vuelva muy potente. Pero pasando a otro tema, ¿me contarías acerca de tú infancia y tus primeros pasos en el universo textil?
Crecí en la casa de telas familiar, que estaba en la calle principal de la ciudad de Tucumán, y siempre recuerdo un momento que me emocionaba mucho, cuando llegaba el gran muestrario de telas de Buenos Aires. Entonces mí abuelos, mis tíos y mí papá se juntaban a consensuar que se compraba. El muestrario era una potencia de encuentro y un testigo de esos acuerdos. Lo mismo me pasa con las randeras, donde un grupo de mujeres toma decisiones y comparte sus miradas de forma colectiva.
¿Cómo te conectaste con las randeras?
Mí primera conexión fue para hacer un manual de la técnica, un encargo de la Universidad. Ese encuentro y proceso de investigación me cambió la vida, por que implicaba desnaturalizar una técnica para que otros pudieran entenderla y hacerla. Si bien esa investigación terminó siendo un libro, donde de la mejor manera posible sinteticé el hacer, lo que entendí durante el largo proceso, es que había una dimensión histórica muy fuerte para contar.
Fue entonces cuando me puse a buscar manuales y revistas antiguas, en especial de finales del siglo XIX, cuando la divulgación de ese tipo de literatura era muy frecuente y estaba dirigido a las mujeres, para que aprendieran a hacer algo en el ambiente cotidiano. De hecho, la obra del Braque se llama "Placer y beneficio" por que entre todos esos manuales encontré uno que se llamaba "needle works for ladies for benefit and profit" (trabajo de agujas para señoritas para beneficio y placer) con un prólogo donde la autora hablaba de que esta técnica no es sólo para pasar el tiempo, sino para que puedas trabajar y lucrar. El hacer vinculado a un beneficio y la importancia del placer. Algo que va en contra de la idea del sometimiento de la mujer y las labores a la aguja, sino que es sinónimo de poder. Cuando se teje, se tejen un montón de cosas. Yo veo lo que pasa cuando se juntan las tejedoras, veo la potencia.
¿Qué querés que pase en esta muestra?
Quiero que se perciba el placer en el hacer con las manos que te devuelve otras formas de pensar. Quizás antes producía buscando un mensaje, pero hoy estoy entregada a ese hacer que aprendí de las tejedoras.
Incluso poder decir que te dedicas a algo que te produce placer es un lujo. Igualmente me intriga saber si en algún momento de tú proceso estás pensando que alguien más va a ver tú obra.
Imagino que sí, pero tiene que ver más con la experiencia y las texturas. Poder hacer referencia de donde salen los materiales y como llegan acá. Estas obras testifican eso. Además esta es la primera vez que me meto tanto en el espacio.
Y si bien las obras tienen un diálogo con lo actual, siempre estás hablando de la reivindicación de la tradición.
Hay algo muy imponente en el tejido llevado al plano del arte contemporáneo, que puede estar contenido o abarcarlo e invadirlo todo. El tejido ha estado supeditado a lo menor y a lo aplicado, por lo que no nos hemos permitido ver esa potencia. Ahora estamos en un momento excepcional para pensar en el textil vinculado al cuerpo. El tejido, más que resultados, es el cuerpo en una situación.
Por último saber qué se esconde detrás del título de la muestra "Arrastreras"
Las arrastreras se usan para la pesca indiscriminada, que lo arrastra todo y es super ilegal, pero me gustaba ponerle así porque en ese tipo de pesca se saca de la profundidades. Le dicen así por que es un método no selectivo y creo que en estas obras hay algo de eso, al decidir usar todas las técnicas juntas, como si yo fuera el fondo del mar.