Aki Kaurismäki (Finlandia 1957) es un cineasta austero. Sus historias se cuentan sintéticamente. Planos cortos, montaje por corte directo, importantes elipsis, actores que -a la manera del teatrista Bertolt Brecht y del cineasta Robert Bresson, confesados referentes del cineasta - aparecen como “modelos” que, a veces, hablan-; un tipo de actuación no ‘realista’, que podríamos describir como seca, distante, mecánica, inexpresiva, pero siempre efectiva.
No parece lindo o cálido lo descrito. Pero, gracias a este estilo, sus películas son hermosas, luminosas, humanas, divertidas, y eso a pesar de que abordan las problemáticas más graves de la sociedad actual. A las características mencionadas podemos sumar: la música como vector, en vivo, en la escena o por fuera, hay mucho tango -finlandés o rioplatense-y mucho rock; la participación de grandes personalidades del cine y la música y la belleza de cada imagen.
La filmografía de Kaurismäki, que comienza en la década del ochenta, puede dividirse según el crítico Peter Von Bagh en tres o cuatro “géneros” o categorías: en primer lugar, los clásicos literarios traspuestos, como Crimen y castigo (1983) o Hamlet va de negocios. El segundo grupo está compuesto de extrañas road movies: Calamari Union (1985), Take your scarf Tatiana (1994), Leningrad Cowboys go to América (1989) y Leningrad cowboys meet the Moses (1994). La tercera categoría está integrada por las películas sobre el desamparo: “la trilogía de la clase trabajadora”, que incluye Sombras en el paraíso (1986), Ariel (1988) y La chica de la fábrica de fósforos (1990). Finalmente, apunta Von Bagh, está la “trilogía de los perdedores” formada por Nubes pasajeras (1996), Un hombre sin pasado (2002) y Luces al atardecer (2006), basadas respectivamente en temas como el desempleo, la falta de vivienda y la soledad. A cualquiera de estos dos últimos grupos se suma Yo contraté un asesino a sueldo (1990), omitida en la clasificación del historiador finlandés. Las películas más recientes de Kaurismäki son El Puerto de 2011 y El otro lado de la esperanza de 2017, sobre el tema de la inmigración en Europa.
Este diciembre, el Kino Palais del Palais de Glace presenta, con el apoyo de la Embajada de Finlandia en Buenos Aires, de la Finnish Film Foundation y del Instituto Iberoamericano de Finlandia, un ciclo del genio finlandés, programado por Malena Souto Arena. Además, ofrece un programa paralelo de presentaciones de los films a cargo de diversos teóricos y especialistas, que introducirán cada propuesta desde una perspectiva de análisis particular.
Mañana es la última función de Un hombre sin pasado de 2002. Esta comedia negra narra la historia de un hombre que llega a Helsinki, donde es atacado y golpeado brutalmente por una banda. Como resultado, termina en el hospital, pierde la memoria, y como no sabe quién es, se queda a vivir en ese lugar donde la comunidad lo recibe con amor. Ese es uno de los rasgos del cine de Kaurismäki, la solidaridad del grupo, del barrio, de la gente, del pueblo. La esperanza es el otro. El optimismo es, según el director, lo que define a su cine, a pesar de las temáticas que aborda, y esta obra es un fiel reflejo de esa esencia.
Nada optimista es la oscura y triste La chica de la fábrica de fósforos de 1990 que se proyecta el sábado. Allí encontramos a una muy joven Kati Outinen, su actriz fetiche, interpretando a Iris, una obrera fabril. Esta joya de 69 minutos muestra la vida de la muchacha: del trabajo en la fábrica, a la casa que comparte con su madre y el marido de esta, alguna salida, algún romance, alguna desgracia, que son todas. Integrante de la "trilogía de la clase trabajadora", esta película expresa la visión profundamente marxista del realizador que aquí denuncia al capitalismo feroz.
Nubes pasajeras de 1996, que se presenta el domingo, sí es optimista, quizás la más bella, luminosa y optimista de todas sus películas. Narra la historia de una pareja de mediana edad, que vive una vida sencilla y austera: ella es moza, el es chófer de ómnibus. Ambos, quedan sin empleo. Y a pesar de todo, se ponen en acción para encontrar una salida. El amor, compañero, noble, silencioso, es otro de los rasgos de su cine cuando aparece. Por suerte, suele aparecer bastante seguido.
El 22 y 29 de diciembre está programada Hamlet va de negocios, una particular versión de Hamlet de William Shakespeare, de 1987. En este caso, Hamlet no duda, actúa. Nunca expone sus pensamientos, y menos, en forma de soliloquio, lo que incluso provoca que el famoso “ser o no ser”, haya desaparecido. Filmada en blanco y negro, con iluminación propia del cine negro, al igual que su intriga, los personajes (Hamlet podría ser detective y Ofelia, mujer fatal) y la ambientación, que recuerda a la década del 50. Llaman la atención los picados y contrapicados, los movimientos de cámara y los fundidos, poco habituales en su cine. Como en Shakespeare, existe odio, deseo y violencia, aunque el dinero, motivo inexistente allí, impera en este universo capitalista en la década más capitalista.
Finalmente, el 23 de diciembre llega Yo contraté un asesino a sueldo también de 1990. Protagonizada por la mítica estrella del cine francés, Jean Pierre Léaud, quien debutó siendo un niño en Los cuatroscientos golpes de Francois Truffaut, se convirtió en uno de los rostros emblemáticos de la nouvelle vague y desde entonces, en un astro-mito en muchas películas de autores de todo el mundo. Aquí, en una de sus colaboraciones con Kaurismäki, interpreta a un hombre que acaba de quedar sin trabajo y contrata a un asesino a sueldo para que termine con su vida, ya que es incapaz de suicidarse. Sobre si esta película es optimista o no, nada mejor que concurrir al cine y comprobarlo con los propios ojos.