Estrenó Doctor Sueño, secuela de El resplandor, donde encontramos a Danny, aquel niño hoy adulto, de regreso en el maléfico hotel. El film nos inspiró a explorar los rasgos que pertenecen solo y exclusivamente al autor y que son claves en todas las películas que lo versionan.
El vínculo entre Stephen King y el cine ha sido tan profuso como ambivalente. Las adaptaciones cinematográficas de sus libros, cuentos y hasta sagas han derivado en obras maestras pero también en bodrios absolutos, además de películas sobrevaloradas y subvaloradas, recordadas u olvidadas, relevantes e intrascendentes.
Aun con esos desniveles, casi siempre se pueden intuir líneas conductoras que unen a todos esos films de la misma forma que sucede con la prosa de King. Los textos literarios y cinematográficos se entrelazan de formas particulares, configurando un universo propio, donde la escritura alimenta las imágenes y sonidos.
Un mundo King, con reglas y temáticas propias, que exploraremos a continuación, aprovechando el estreno de Doctor Sueño, secuela de El resplandor:
El poder o habilidad como algo temible
La literatura de King está repleta de personajes con habilidades particulares que los distinguen del resto de la población, poniéndolos casi en el lugar de posibles superhéroes. Pero esos poderes que tienen funcionan como maldiciones que los condenan de diferentes modos, incluso cuando pueden usarlos a su favor.
Quizás el ejemplo máximo de esto sea Carrie, esa joven con habilidades telequinéticas que sintetiza todas las miserias latentes en los ámbitos de los colegios secundarios y la discriminación que existe en la sociedad estadounidense. Carrie fue un perfecto vehículo de algunas de las obsesiones estéticas de Brian De Palma en su adaptación de 1976: el rojo, la pantalla dividida, el montaje a hachazos.
Pero no hay que olvidarse de Danny Torrance y su resplandor; la capacidad de ver el futuro de Johnny Smith en La zona muerta llevada al cine en 1983 por un David Cronenberg que siempre problematizaba lo corporal; la niña Charlie y sus capacidades piroquinécticas en Ojos de fuego (con discreta adaptación en 1984) o el poder de sanación de John Coffey en La milla verde, que llegó al cine en 1999 con el título de Milagros inesperados, por citar solo algunos ejemplos.
Incluso Paul Sheldon, el creador de Misery, se da cuenta que su talento puede ser una maldición cuando cae en manos de una fanática del personaje. A todos los une el mismo factor: no disfrutan de sus habilidades, son una mochila enorme para ellos, porque en un punto los obliga a convivir con lo peor del mundo.
El horror transitando la Historia
King arma relatos propios, innegables ficciones que se alejan del mundo real, pero a la vez se intuye cómo muchas veces se preocupa por establecer conexiones con la Historia, con ese conjunto de eventos que solemos estudiar en manuales escolares.
Se puede pensar a esa ambiciosa novela que es IT como una forma de repasar casi tres siglos de Historia estadounidense a través de ese pueblo maldito que es Derry, y la adaptación en dos partes dirigida por Andrés Muschietti le da una gran relevancia a este aspecto.
Hay también determinados libros –como Carrie, El resplandor, La danza de la muerte o La tienda de los deseos malignos- que pueden pensarse como retratos de características sociales que han estado presentes durante décadas o siglos.
King supo asomarse al futuro, o al menos un futuro posible. En El fugitivo, adaptado en 1987 con Arnold Schwarzenegger, explotaba sus aspectos más mediáticos. En La larga marcha, desde escenarios de crueles competencias, imagina una sociedad estadounidense donde el fascismo se ha consolidado hasta límites insospechados.
La construcción de mitologías
A la vez, sin dejar de mirar la realidad, King siempre estuvo planificando una Historia propia, o más bien, una mitología que le pertenece. Esa conjunción de leyendas, personajes y criaturas ficcionales se estructuran principalmente en La Torre Oscura, una saga de ocho tomos que el autor fue escribiendo a lo largo de varias décadas.
En ella toma elementos puntuales de otras de sus novelas, para configurar un relato que en muchos de sus pasajes se apoya en el western, un género con características tanto históricas como legendarias.
Inicialmente, se pensó una adaptación para esa obra que iba a combinar una serie y diferentes películas, pero luego todo quedó en un film de 2017 algo fallido, donde lo mejor era la potente interpretación de Idris Elba del misterioso pistolero Roland Deschain.
Pero no solo en La Torre Oscura hay componentes mitológicos: novelas como IT, El resplandor, Cementerio de animales o Revival (que aún aguarda por una versión cinematográfica) crean realidades y líneas temporales propias, plagadas de seres y situaciones que solo existen en la imaginación de King.
Objetos y lugares con vida propia
Los objetos suelen jugar un rol sumamente relevante en la literatura de King, que muchas veces se potencian al momento de ser llevada al cine. Quizás el caso más emblemático sea el de Christine, un gran film de John Carpenter. Cuando se estrenó en 1983 fue un fracaso pero con el tiempo fue revalorizado.
Allí, un auto va revelando paulatinamente no solo vida propia, sino también una conducta homicida y una obsesión enfermiza con su dueño, quien también se ve absorbido por un vínculo tan retorcido como romántico.
El mérito de Carpenter estaba en el hecho de entender la ambigüedad que King consigue imprimirle a cosas que normalmente podríamos considerar inofensivas. Y que pueden simbolizar nuestros peores temores: una tienda donde cumplimos nuestros deseos oscuros, un hotel con carga demoníaca, un celular, un talismán, un mazo de roque (o un hacha) y hasta unos globos rojos pueden decir mucho sobre el horror que acecha.
La familia, un refugio dinamitado
Quizás la institución por excelencia que está siempre en la mira de King es la Familia, así con mayúscula, como entidad que debería ser un amparo para todos los individuos. Pero en buena parte de los libros del autor, la vemos como un símbolo de lo contrario: es un espacio como mínimo ambiguo y en muchos casos como el principal hogar del horror y los miedos más profundos.
Donde posiblemente King lleve esto al extremo es en IT, donde cada uno de los protagonistas pertenece a familias disfuncionales o directamente terribles, en las que distintas formas de abuso andan siempre sobrevolando.
Pero tampoco se deben olvidar relatos como Cementerio de animales, donde lo paternal y filial cobra características sumamente retorcidas, o Cujo, cuya mínima premisa –una mujer y su hijo acosados por un animal rabioso- es la excusa para construir un drama sobre un matrimonio en una crisis casi terminal.
La forma que a veces encuentra King para brindar un cierto marco de reparación es el retorno, la vuelta a ese hogar, aunque eso implique enfrentarse a los más grandes temores de los protagonistas.
Pasaba en IT y pasa ahora en Doctor Sueño, una continuación donde un adulto Danny Torrance debe enfrentarse al fantasma de su padre y retornar al Hotel Overlook, donde sucedieron los hechos que marcaron su infancia y también buena parte de su vida posterior.
Allí vuelven a presentarse espíritus demoníacos que, desde su apariencia exterior, simbolizan un pasado presente y una oscuridad interior a la que se debe reconocer y combatir. Pero si King siempre renegó de la adaptación de El resplandor que dirigió Stanley Kubrick, la película que es Doctor Sueño se apoya en la novela del escritor sin dejar de mirar ese antecedente que es el film de 1980.
Desde ahí se constituye en una experiencia particular, no del todo lograda pero aun así interesante. La iconicidad previa se reformula en función de un cuento de redención trágica y ello no deja de evocar el espíritu de la literatura de King, que ha creado un universo repleto de melancolía.