En la tarde del jueves 6, la arpista y cantante protagonizó un vivo de Zibilia, con la fotógrafa y artista Vivian Galban como anfitriona. La entrevista recorrió su trayectoria musical, con el objetivo de desentrañar algunos de los misterios que giran alrededor del folklórico y celestial instrumento.
Acompañada por un instrumento algo inusual, Sonia Alvarez recorrió el país, el continente y el mundo, participando de reconocidos festivales de música. Además de maravillar con su talento a públicos tan diversos como el correntino y el de Singapur, junto a su arpa ha grabado y compartido escenario con músicos y músicas como León Gieco, Hilda Lizarazu y Lito Vitale, entre otros.
La historia que une a la artista con su instrumento tuvo comienzo en un encuentro casi literario: a los 7 años, caminando con sus padres por la zona de Congreso, se sintieron atraídos por una música que se filtraba desde la Casa Paraguaya. Allí estaba, elevada y solitaria, el arpa. Minutos después, una mujer -que luego sería su primera profesora- comenzó a tocar el instrumento, produciendo un efecto encantador, casi mágico. Desde ese momento Sonia se comprometió con el arpa y hasta hoy sigue creciendo la vocación que despertó ese encuentro del destino.
Un dato interesante que dio a conocer en la entrevista es que existen diferentes orígenes, formatos y sonidos del arpa. Hay celtas, paraguayas, peruanas; hay acústicas y eléctricas; también arpas clásicas, con 46 cuerdas y pedales, y otras que son hechas por luthiers, a medida y por encargo, como la que vemos en el vivo. Ésta tiene 40 cuerdas de nylon, con clavijas que se afinan al igual que en una guitarra o en un bajo, y pegadas a las cuerdas hay unas palancas manuales que modifican los tonos. Comparándola con el piano, podemos pensar en las cuerdas como las teclas blancas, y en las perillas como las teclas negras. Es decir, si se toca una cuerda en Do, y luego se sube la perilla, la nota será Do sostenido.
No es casualidad que Sonia haya encargado a un luthier paraguayo la fabricación de su arpa acústica. Al ser el instrumento nacional de Paraguay, en el país existe un gran conocimiento del sistema y sonido del mismo, además de que las raíces musicales de la artista provienen del arpa paraguaya. Aún más, el objetivo de Sonia es trascender aquello a lo que el arpa está destinada: tocar géneros que no están habitados por ese instrumento, como el rock y el blues, e incursionar en otros ritmos con los que no asociamos al arpa. Para eso requiere una pieza única, que la acompañe en su búsqueda de resignificar al instrumento como contemporáneo, sin abandonar sus raíces folklóricas y clásicas. “Es lo que me abrió las puertas hacia la música. Hoy lo quiero transgredir sin renegar de su elemento nativo. Lograr un equilibrio jugando con los límites”, dijo.
Sin dudas, Sonia está cuestionando el lugar celestial, ancestral y delicado que se le otorga al arpa para recorrer caminos que, tal vez, nunca fueron explorados por el instrumento. En 2018, formó parte del concierto por el décimo aniversario de Eruca Sativa en el Teatro Vorterix, rockeando el arpa. Hace dos semanas subió a sus redes una foto con Ca7riel, uno de los músicos jóvenes del momento, anunciando que había reversionado una de sus canciones con el arpa eléctrica.
En estos meses tan raros de encierro y aislamiento social, Sonia continuó haciendo música en su casa y colaborando con diferentes artistas. Durante la cuarentena grabó una versión increíble de una de las canciones más emocionantes del rock argentino: "Barro tal vez". No sólo genera gran asombro ver cómo se desenvuelve la artista y la habilidad con la que maneja el instrumento, sino que la canción también promete piel de gallina.
Ya casi finalizando el vivo, Sonia comentó que fue convocada para un ciclo organizado por el CCK, “Un Mapa”, en el que invitan a cantautoras y compositoras argentinas. Además, hace apenas una semana trabajó con Hilda Lizarazu, con quien fueron convocadas por la Usina del Arte para hacer un dúo. Para cerrar el encuentro, la arpista tocó y cantó en vivo su canción “Piel”, una agradable sorpresa para todas las personas que estaban del otro lado de la pantalla.