Desde finales de los 50, Lolita Torres se convirtió en una de las estrellas más amadas y recordadas por toda la Unión Soviética. Tanto que Yuri Gagarin, primer humano en viajar al espacio, le confesó que aguantó la presión y logró el objetivo, gracias a sus canciones que lo acompañaron en la mente y el corazón.
El frío de la guerra
Sputnik significa en ruso “satélite”. Así se llamó el programa espacial soviético que, entre 1957 y 1960, lanzó las primeras cuatro naves, con el objetivo de orbitar la Tierra. Lejos de las fantasías trekkies del final de los 60 y el épico viaje de la Apolo 11 a la Luna, el programa Sputnik no buscaba conquistar la galaxia o descubrir territorios espaciales más allá de lo conocido. La meta era mucho más terrenal y, para nuestra visión del mundo, cotidiana: poder mirar la tierra desde arriba.
El espionaje entre Estados Unidos y la Unión Soviética era moneda corriente y la potencia norteamericana contaba, en ese entonces, con la ventaja de tener por aliados a países limítrofes al territorio soviético, con bases aéreas que le permitían hacer secretas incursiones de vuelo sobre Rusia. Los soviéticos no corrían aún con la misma suerte, por eso, el ambicioso plan era conquistar una órbita alrededor de la Tierra, que les permitiera observar desde arriba todo el planeta, incluido, claro, Estados Unidos.
En la conquista de esa órbita, la Sputnik 1 fue una prueba sin tripulación; la Sputnik 2 llevó a la famosa perra Laika, primer ser viviente fuera de la atmósfera terrestre, que no sobrevivió; la Sputnik 3 cargaba instrumentos de medición para investigar los componentes atmosféricos, pero fallaron, y la Sputnik 4 fue la primera nave en llevar dentro a Iván Ivanovich, un dummy, que pronosticaba la próxima tripulación humana.
El 12 de abril de 1961, en la nave Vostok 1, partió para orbitar el planeta, Yuri Gagarin. Fue la primera persona en ser lanzada fuera de la atmósfera, capaz de resistir la salida, la vuelta y el retorno a la Tierra, en una pequeñísima cápsula, muy alejada de cualquier parámetro actual de seguridad. Tardó 108 minutos. Para resistir la presión física y psicológica de la hazaña, llevaba en la mente un bálsamo: la voz amada de la cantante y actriz argentina Lolita Torres.
La calidez del cine argentino
En 1954, llega al primer Festival Internacional de Cine de Mar del Plata una comisión rusa, buscando películas argentinas que pudieran ser proyectadas en la Unión Soviética. Eligen dos: Las aguas bajan turbias, dirigida por Hugo del Carril, que resultó interesante por su contenido social, y La edad del amor, protagonizada por Lolita Torres, “que reunía tres de las características buscadas por los visitantes: nada de violencia, nada de sexo y mucha música”, según lo relata Mario Gallina, en el libro biográfico Querida Lolita. Fue el primer paso con el que la actriz y cantante conquistó el corazón de toda Rusia, que vio en el cine sus películas dobladas, y escuchó sus canciones en español. La rioplatense se volvió una de las estrellas más amadas y recordadas por todo el pueblo de aquella Unión Soviética, casi medio siglo antes que Natalia Oreiro.
Podemos imaginar a Yuri, en el 55, con 21 años apenas, entrando a la escuela de pilotos de la Fuerza Aérea. Podemos verlo yendo en sus tiempos libres al cine, como tantas personas en Rusia, para conocer en La edad del amor, la voz de Lolita: esa muchacha nacida en Avellaneda, tan lejos del Oremburgo en el que Gagarin, por entonces, emprendía su camino por los cielos. Podemos recrear ese primer encuentro del futuro astronauta con la Lolita de la pantalla grande, antes de saber de su propia grandeza, antes de siquiera atisbar el inmenso viaje en el que la llevaría a volar.
Cartas cósmicas con final feliz
Tras su vuelta alrededor de la Tierra, Gagarin se convirtió en un héroe nacional y una figura admirada en todo el mundo. Recorrió el planeta -esta vez por adentro- para contar su aventura.
Un año después de su viaje espacial, en 1962, a través de la embajada soviética, Yuri le envió una carta a Lolita, pidiéndole una foto autografiada. Con la simpleza propia de su personalidad (“modesto, se avergüenza cuando su humor es demasiado ácido”, lo describían los registros médicos de la Fuerza Aérea) el astronauta le contaba a la actriz que había escuchado sus discos durante todo el duro entrenamiento y que su música había sido la primera en llegar al espacio, porque su voz lo había acompañado todo el viaje, dentro de su oído y su corazón.
Lolita se sintió intensamente emocionada y sorprendida porque una figura del tamaño de Gagarin le había escrito con la humildad de un admirador. Por supuesto, le envió la foto firmada y le pidió en retorno una foto suya, diciéndole que apenas podía creer que un héroe mundial le hubiera escrito a ella, que era una simple cantante del otro lado mundo. Al poco tiempo, Yuri le envió su foto autografiada diciendo: “No soy ningún héroe, sólo su admirador número uno”.
Al año siguiente, en 1963, Lolita Torres fue invitada a Rusia, al Festival de Cine de Moscú. Allí tuvo la oportunidad de estrechar la mano de su fan número uno, el también popularmente adorado Yuri Gagarin. El astronauta había tocado, por fin, a su estrella.