La vida del actor multifacético Marcos Montes tuvo sorpresas para él cuando a los 23 años y prácticamente sin aviso llegó la actuación a su vida y nunca la volvió a soltar. Cursaba la carrera de veterinaria, le interesaba la música, es cierto, pero nunca la pensó desde la profesión; y por eso llegó a tomar clases. Una amiga lo motivó para seguir por comedia musical y cuando llegó al escenario su actor salió a escena para siempre.
“Pienso que tiene que ver con una cuestión prácticamente mística. Nunca tuve el interés de ser actor. En mi casa no hemos tenido artistas como para que yo hubiera podido tener un ejemplo de lo que es vivir en ese tobogán eterno que es la profesión del artista. Apenas empecé mis maestros veían en mí a un actor, y yo no sabía de qué hablaban. Siento que la actuación fue un llamado, estaba en un lugar y me fui acercando. Es cierto que cuando llegué tomé decisiones muy importantes porque confié que había un lugar para mí. Y eso es lo más difícil: confiar y meterse de lleno. Fue la gracia de mi vida”.
Actualmente se encuentra protagonizando el unipersonal multi premiado “El hombre de acero” en el Espacio Callejón; también se lo puede ver en la serie “Planners” disponible en StarPlus. Y por supuesto, porque su agenda es imparable, se encuentra en ensayos para dos obras que se estrenarán en los próximos meses. Una de la mano de Javier Daulte y la otra de Alfredo Arias.
Además de todos tus proyectos teatrales, sos Magíster en Lexicografía Hispánica por la Real Academia Española y actualmente formás parte de la redacción del Nuevo Diccionario Histórico de la Lengua Española, por lo que estás siendo responsable de cuidar nuestra lengua.
Es muy bello, sí, siento que es una gran suerte formar parte del grupo de redactores del nuevo diccionario histórico; es una empresa muy interesante. Todos acercamos más palabras porque la idea es que en ese diccionario figuren todas las palabras que se han usado y se usan actualmente en cualquier lugar del planeta en donde se hable el español. Cada país tiene su aporte.
Toda esta profundidad de tus estudios que no tienen solo que ver con el entrenamiento del cuerpo, ¿te fue ayudando a construir a ese actor que sos hoy?
Sí, por supuesto. Todas las cosas de nuestra vida, no solo a los actores sino a los artistas, nos complementan porque tenemos que propender a que en el público haya una conexión con la cuestión espiritual. Todas las artes aspiran a un acceso a la espiritualidad. Por eso las vocaciones hay quienes creen que solo pueden estar ligadas a lo artístico o a lo religioso porque tiene que ver con una ligazón exclusivamente espiritual, a esa parte nuestra que está presa en nuestro cuerpo siempre con ansias de expandirse.
En ese sentido, respecto a la actuación que es un oficio tan esquivo, ¿cuál creés que es el instrumento de trabajo? ¿Es el cuerpo, es la voz, es el espíritu? ¿Cómo se sigue entrenando?
Tanto el músico como el artista visual, para el entrenamiento tiene sus técnicas que se apoyan en elementos que mediatizan su transmisión. En el caso del actor esto es bastante complicado porque el instrumento es el actor mismo, su propio cuerpo, su propia espiritualidad y su pasión. El actor que en la misma escena que está sufriendo una enorme decepción porque alguien le dice que no lo ama tiene que tener la esponjosidad de su alma, de su expectativa para poder tomar eso como si fuera la primera vez pero al mismo tiempo está pensando si todo el mundo lo está escuchando, si lo dijo bajito, si llega hasta la última fila, si se entiende.
Actualmente estás protagonizando la obra “El hombre de acero” desde hace un año y medio, algo poco usual para el teatro independiente, con un enorme éxito, premios ganados y una crítica que acompaña. ¿Qué nos podés contar de la obra escrita por Juan Francisco Dasso?
Ante todo me interesa aclarar que no es una obra sobre el autismo, tampoco sobre los niños autistas. La obra está centrada en el padre de un niño que tiene autismo, no sabemos qué tipo de autismo es pero por lo que el padre va contando sabemos que es una de las formas de autismo más graves. Es un chico que no habla pero no solo eso: es un chico que nunca ha mirado a su padre. Nos concentramos en cómo este hombre debe deconstruirse, un hombre de un buen pasar económico, de éxito laboral, que cree que a su modo ha logrado hacer muchos avances pero encuentra que la persona que más le importa en su vida es la única persona a la que no puede llegar, y si llega no sabe si lo hace porque el hijo jamás se lo demuestra. Va a tener que hacer un duro aprendizaje, demasiado para él.
Creo que fuera del tema del autismo y del asunto incluso de la paternidad en sí, habla de un tipo de aprendizaje que cualquier ser humano puede tener que hacer en algún momento de su vida, si está lo suficientemente abierto y sensible para ver lo que precisa la gente que está alrededor de uno y que realmente nos importa.
¿Cómo es tu presente?
Haciendo las últimas funciones de “El hombre de acero”. Agregamos funciones pero yo ya tengo que parar porque tenía compromisos y la obra excedió en mucho lo que pensábamos; pero va a volver, porque es una obra que la que nos encontramos y tiene una enorme riqueza. Ahora voy a estrenar una obra de Javier Daulte a comienzos de julio en el teatro Regio, que dirigen Daulte y Mariano Stolkiner. Estoy con Karina K, Florencia Raggi y Agustín Daulte. Un equipo de gente hermosa. Y también voy a hacer una obra con Alfredo Arias en el teatro Extranjero, que también será un unipersonal, sobre la muerte de Béla Lugosi, ya que hace tiempo que Alfredo se viene metiendo en la decadencia de las estrellas de Hollywood.