Malena Figó se encuentra protagonizando El zoo de cristal, la obra fundamental de Tennessee Williams en el emblemático Teatro Picadero, bajo la dirección de Gustavo Pardi y comparte el escenario con un elenco de lujo como son Agustín Rittano, Ingrid Pelicori y Martín Urbaneja. Hablamos con ella de eso y mucho más en nuestro último vivo.
¿Cómo llega Laura, este personaje emblemático del teatro universal, la protagonista de este Zoo de cristal cómo llega esta propuesta?
El llamado de Gustavo Pardi fue totalmente inesperado. Era diciembre, jugaba Argentina, llovía, yo miraba por la ventana y me llegó el mensaje a través de Instagram, donde me preguntaba si quería ser Laura. No podía creer que fuera verdad. Son sueños, obras que se trabajan en los talleres en los que uno participa desde siempre. En la escuela de Agustín Alezzo hice monólogos de esta obra y escenas de Laura y Jim. Era un personaje soñado y nunca pensé que iba a poder hacerlo sobre todo por los derechos de autor. Por suerte algunas cosas llegan.
¿Cómo empezaste a trabajar este personaje que conocías tanto? ¿Cómo lo convertiste en tuyo?
El desafío fue encontrar mi Laura porque hay muchas versiones que se pueden ver en cine y teatro. Más allá de la reguera que tiene Laura, en primer lugar quería poner su carácter, su sensibilidad, su dificultad para vincularse con el mundo. La renguera la quería poner en segundo plano. Así que trabajé su personalidad y de a poco introduje lo exterior. Laura es un ser frágil que tiene muchas dificultades, creo que si su familia le hubiera dado estructura y seguridad se hubiera convertido en otra cosa. Amanda, su madre, es una mujer fuerte que la oprime, mientras que la sociedad la expulsa por ser tanta sensible.
Se relaciona con aquella sociedad de los años 30 pero que se mantiene hasta el día de hoy, donde uno tiene que servir, ser exitoso, tiene que triunfar, encajar y donde cada uno debería encontrar su lugar. Lo digo también como Malena, ya que también estoy encontrando mí lugar como actriz y persona. Todos tenemos que encontrar nuestro camino y ser felices con lo que elegimos.
¿Cómo llega la actuación a tu vida? Pertencés a una familia de artistas, ligados a la actuación…
Mi papá Daniel Figueredo era actor, mi mamá Elena Petraglia es actriz, al igual que mí hermana María Figueras y estuve casada durante veinte años con Claudio Da Passano que falleció este año, es un momento muy doloroso. Estoy rodeada de actores y actrices, de teatro y amo esta profesión, que es difícil pero que tiene momentos hermosos.
¿Siempre tuviste clara tu vocación?
Sí, desde chiquita compartí giras con mis papás. Me acuerdo que estaban haciendo Piaf y había un montón de actores increíbles y yo, que tendría unos seis años, los veía en el camarín y sobre el escenario. Tengo esa imagen grabada para siempre: ellos tras bambalinas charlando, riéndose y luego la oscuridad y entrar a la luz del escenario. Yo veía esa transformación y pensaba que quería hacer lo mismo. Además era muy tímida y veía que en el escenario uno se podía expresar, ser otro, mandarse con todo y eso era una atracción muy grande.
¿Y empezaste a plantear desde chica que querías estudiar teatro?
Sí, a los once años empecé a estudiar en la Asociación Argentina de Actores, hice mi primer trabajo porque la maestra me recomendó para hacer un corto de la editorial Kapelusz en Costanera Sur. A los 15 años empecé el taller de Agustín Alezzo y ahí estudié siete años. El fue muy importante en mí vida. Gracias a su recomendación, debuté en el San Martín a los 20 años con El pato salvaje de Ibsen. Esa experiencia fue impresionante.
¿Y te sentiste plena? ¿Cómo fuiste encontrando tú lugar?
En ese momento se estilaba dejar el currículum con una foto en los canales, pero yo no me hallaba porque era muy difícil que te llamaran. Hacía castings y no quedaba pero no sabía que hacía mal. En ese momento se buscaba más la "estética modelo" y yo no encajaba en ese ámbito, pero que cuando quedé en la obra entendí que eso era lo que siempre había anhelado y soñado. Creo que por ahí va la cosa, cuando uno sueña algo y lo encuentra deja de haber dudas.
Y seguiste sin parar de trabajar, sobre todo en teatro...
Sí, hasta ahora es lo que más me gusta. También quisiera hacer cine pero todavía no encontré el lenguaje como sí lo hice en el teatro. Ahí lo manejo más allá de que los papeles, los directores y las obras sean diferentes. Me encantaría encontrarlo en cine y jugar con eso, hacer películas independientes, más chicas. Eso me atrae.
En tu perfil de Instagram te definís como “actriz que saca fotos”. ¿Cómo empezó eso?
Empecé a sacar fotos en gira cuando viajaba con las obras de Daniel Veronese por Europa. Entonces sacaba fotos a mis compañeros en camarines, yendo a pasear, en los ensayos. Luego me animé a hacer retratos y ahora acabo de terminar de armar un pequeño estudio en mí terraza así que estoy muy entusiasmada. Me gusta ver al actor en otro lugar, comunicarme y hacer a otras personas sentirse bien.
En el 2017 llegó Vica a sus vidas, después de un viaje a Ucrania y tú vida cambió profundamente. ¿Cómo fue todo ese proceso?
Un conocido había subido una nota a redes que hablaba de las adopciones en Ucrania. Nosotros veníamos de hacer muchos tratamientos y no queríamos más, así que empezamos a pensar en esa opción. Leímos la nota y nos contactamos con la familia que había ido a adoptar allá, que nos ayudó mucho. Cuando mandamos los papeles nos aceptaron y nos dieron una cita para una reunión. Entonces empezamos a estudiar ucraniano, pero cuando viajamos para adoptar a Vita, sólo hablaban en ruso y estaban en guerra. Se escuchaban las bombas y el orfanato estaba lleno de grietas, era un clima muy hostil. Estuvimos casi cuatro meses en los que Vica se empezó a aflojar. Ella tenía diez años, el idioma no ayudaba y estaba solita. Fue un proceso muy largo pero cuando llegamos acá, nos recibió mi mamá con Cooper, nuestro perro, y empezó otro mundo donde ella se abrió a nuestra vida. Hoy ya pasaron siete años, ella está en cuarto año y es una genia. Es mí vida entera. Estamos muy unidas, yendo para adelanten y estoy muy agradecida de tenerla.
¿Ayudó el teatro, lo lúdico, el cuerpo, para poder vincularse con Vica cuando el idioma no ayudaba?
No sé, fue muy difícil. Nosotros volvíamos frustrados y sintiendo que no podíamos. Uno tiene la imagen del nene que viene y te abraza pero no es así. La luchamos mucho y valió la pena. Claudio (Da Passano) tenía un don especial con los chicos y se comunicaba re bien, pero con ella no pasaba. Por suerte todo se destrabó y fue lo más. El fue un padre increíble.
¿Cómo te encuentra tu presente?
Tenemos un proyecto con Gustavo Pardi para hacer Medea. Es una tragedia y algo que tenía pendiente, así que allá vamos. Sale otro costado para liberar las bestias, y con Ingrid Pelicori, Agustín Rittano y Martín Urbaneja vamos a seguir con El zoo de cristas, algo que nos tiene muy contentos porque nunca pensamos que iba a ir tan bien.