El jueves 20 se estrena Evil dead: el despertar, nueva entrega de la saga creada por Sam Raimi, que por segunda vez tiene un protagónico femenino. En esta ocasión, ese protagónico es doble, porque el relato se centra en una joven que visita a su hermana mayor, madre de tres niños, que es poseída por una entidad maligna luego de que se encuentran un libro demoníaco, el Necronomicón Ex-Mortis.
Para anticipar el lanzamiento de esta película, en ZIBILIA repasamos -de forma algo arbitrario, por supuesto- el rol de otras mujeres protagonistas en el cine de terror. Todas ellas, cada una a su manera han sido decisivas para construir y pensar el género a lo largo de los años.
Rosemary Woodhouse en El bebé de Rosemary (1968)
Roman Polanski se animó a indagar en el satanismo y las sectas, y encontró en la odisea de este personaje un vehículo perfecto, tan aterrador como cautivante. Mia Farrow le puso el rostro a esta mujer que ve cómo su sueño de ser madre se convierte en una pesadilla sin salida posible. Es alguien que descubre en los seres cercanos a sus peores enemigos y que sufre un encierro que no es solo espacial, sino también físico y psicológico, enmarcado en un relato pautado por la paranoia y la claustrofobia. En el fondo, Rosemary protagoniza una historia sobre el lado siniestro de la maternidad, que hasta puede enlazarse con sus aspectos más dulces.
Chris MacNeil y Reagan en El exorcista (1973)
Otro film focalizado en el satanismo y marcado por el encierro, aunque planteado desde la lucha entre el Bien y el Mal, entre Dios y el Diablo. Sin embargo, hay aquí también un trasfondo fuertemente dramático y afectivo, porque el hilo conductor de las acciones está dado por las acciones de una madre, Chris MacNeil (Ellen Burstyn), tratando de recuperar a su hija, Reagan (Linda Blair). Es en el cuerpo de esta última donde se da la batalla espiritual, mediante una degradación y alteración de su físico y su carácter hasta extremos que aterran a su progenitora. Ese conflicto tuvo su resonancia política en el momento del estreno de la película, porque reflejaba el desconcierto de buena parte de la sociedad frente al ascenso -y algunas derivaciones siniestras, como las acciones del Clan Manson- del hipismo. Pero también es una metáfora de los choques y desconexiones entre padres e hijos, de las implicaciones de relaciones tan poderosas como frágiles.
Carrie White en Carrie (1976)
La adolescencia puede ser una etapa traumática y posiblemente ninguna obra lo reflejó de mejor manera que esta brillante adaptación de la novela de Stephen King. Por algo la película del gran Brian De Palma lleva como título el nombre de protagonista: como espectadores, en casi todo el relato la seguimos a ella mientras padece el acoso de sus compañeros y sus poderes telequinéticos, a los cuales no puede controlar. Eso genera un nivel de empatía inusitado, a tal punto que, en el clímax, cuando Carrie decide enfrentarse a todos (incluida su madre), podemos aterrarnos, pero también entenderla y hasta avalarla.
Laurie Strode en la saga Halloween
John Carpenter sentó las bases del slasher con el film de 1978, que también fue el comienzo de una de las sagas de terror más importantes de todos los tiempos. Pero, además, presentó a una de las heroínas más potentes del género, a la que quizás sea la gran “final girl”, la chica que sobrevive a los demás, la última en enfrentarse a la gran amenaza que domina la película de turno. Laurie Strode, cuando arranca el film, es una simple joven que trabaja de niñera en sus tiempos libres, pero en los minutos finales ya es alguien con iniciativa y capacidad de defenderse frente a un ser monstruoso. Esos aspectos personales se consolidaron en las secuelas posteriores, en buena medida gracias a la habilidad interpretativa de Jamie Lee Curtis. Mujer fuerte y potente, Laurie es todo un símbolo del poder femenino.
Ellen Ripley en la saga Alien
La primera parte de esta franquicia no solo presentó a uno de los monstruos más temibles de toda la historia del cine, un ser sin motivaciones específicas y movimientos difusos. También nos reveló a una heroína impensada como la teniente Ripley, una profesional que se eleva por encima de las circunstancias, otra “final girl” que crece como personaje a medida que pasan los minutos. Y que en Aliens -la otra película emblemática de la saga- ya sabe lo que se viene y no solo vuelve a dar batalla, sino que también cumple un rol maternal tierno y feroz. Su “¡aléjate de ella, perra!” antes de la batalla final es toda una declaración de principios, y unmomento de puro cine.
Nancy Thompson en Pesadilla en lo profundo de la noche (1984)
Otra “final girl”, pero una particular a partir de cómo su campo de batalla está en el terreno onírico. Es que Freddy Kruger, una de las grandes creaciones del cineasta Wes Craven, podría ser otro típico psicópata del slasher, pero se diferencia a partir de cómo ataca a sus víctimas en los sueños. En cierto modo, Craven ya comenzaba aquí su meta-reflexión sobre los artificios, porque, al fin y al cabo, el cine es también el lugar donde se cumplen los sueños, aunque acá se deforman hasta lo pesadillesco. En ese contexto, Nancy podría ser una “chica soñada”, otro artificio más para el espectador, pero sus comportamientos y motivaciones la convierten en la última defensora de lo real frente al acoso del horror que representa Kruger.
Sidney Prescott en la saga Scream
Cuando el cine de terror -y especialmente el slasher- amenazaban con autodestruirse desde la repetición y la falta de ideas, fue Craven, uno de sus principales impulsores, el que salió a su rescate. Lo hizo en 1996 con una película que utilizaba todos los lugares comunes del género (y sus subgéneros) para exponerlos y reformularlos en un relato tenso y muy entretenido, que siempre doblaba la apuesta. Y que también podía llevar adelante su apuesta metalingüística porque tenía como chica final a Sidney, una joven que combinaba fragilidad y fortaleza en dosis justas. Su pasado marca a fuego su presente, pero siempre trata de seguir adelante y de pelear por su supervivencia hasta su último aliento. A pesar de que el personaje interpretado por Neve Campbell ha tenido herederas (de hecho, en Scream VI es la primera vez que no aparece en pantalla), su presencia y accionar siguen siendo fundamentales para entender el atractivo de una franquicia que todavía mantiene su popularidad.
Annie en El legado del diablo (2018)
El debut en la dirección de Ari Aster -uno de los realizadores fundamentales dentro de la nueva ola de terror más artístico y pensante- es una exposición del funcionamiento del satanismo y el sectarismo que funciona como un relojito. Pero también es un drama familiar realmente desolador, que se despliega como una tragedia angustiante e imposible de impedir para sus protagonistas, que son destruidos psicológica y físicamente minuto a minuto. En ese contexto, el personaje interpretado por Toni Collette -en una actuación que merecía todos los premios posibles- es el gran centro conflictivo. Annie es una mujer tironeada por la figura misteriosa y siniestra de su madre recientemente fallecida, pero también por su rol como madre de unos hijos a los cuales no termina de entender. Cuando su mente resquebrajada finalmente logra comprender el papel que juega en la trama, ya es demasiado tarde: el horror la devora por completo.