De a poco vamos descubriendo que hay un montón de mujeres detrás de nuestra historia. En este caso nos referimos a las ciencias naturales, el libro se llama “Naturalistas, historias de mujeres científicas, talentosas y rebeldes”, y es un compilado de biografías, historias de vida de 16 mujeres argentinas que se dedicaron a la investigación y al conocimiento de las ciencias naturales.

Todas ellas tienen en común ser argentinas y haber trabajado en el Museo Argentino de Ciencias Naturales (MACN), Bernardino Rivadavia. Ocho autoras, Laura de Cabo, Laura Chornogubsky, Laura Cruz, Julia D’Angelo, Daiana Ferraro, Carolina Panti, Sofia d’Hiriart y Soledad Tancoff, y a través de distintos capítulos divididos por disciplinas tan diversas como la biología marina, la paleontología, la botánica, la aracnología y la ilustración científica, se ocuparon de narrar estas llamativas, interesantes y fundamentales historias.

En esta oportunidad, Zibilia tuvo de primera mano las voces de dos de las autoras de este libro. Julia D’Angelo es paleontóloga especializada en reptiles marinos del Mesozoico, egresada en ciencias biológicas en la Universidad Maimónides, actualmente cursa su doctorado en la UNLP. Desde 2006, trabaja en el MACN “Bernardino Rivadavia” en el laboratorio de anatomía comparada y evolución de los vertebrados (LACEV). Por su parte, Daiana Ferraro estudió biología en la Facultad de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de La Plata, donde luego hizo el doctorado. Desde el 2003 comenzó a colaborar en el Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia”, obteniendo un cargo en 2011. Es investigadora de CONICET, y se ha dedicado por muchos años a estudiar temas relacionados a la evolución de ranas de América del Sur, y actualmente está enfocada al estudio de microplásticos en ranas y ambientes de Buenos Aires.

¿Cómo surge la idea de compilar la vida de estas mujeres?

Daiana Ferraro: La idea de este libro surge a partir de un ciclo que venimos realizando en el Museo desde 2019 todos los 8 de marzo y que llamamos “Pioneras”, donde intentamos recuperar la vida y sobre todo la actividad científica y académica de diferentes mujeres que trabajaron en el MACN. Nuestro museo es el más antiguo del país, ya que se fundó en 1812, por lo que en sus doscientos años de historia hubo personas que fueron las primeras especialistas en diferentes disciplinas científicas, como la primera mujer que se dedicó al estudio de tiburones o la primera que se dedicó a estudiar arañas en nuestro país. Algunas tuvieron reconocimiento internacional en su época, otras no, y por eso decidimos recuperar esas historias.

Con todo el material recopilado para los homenajes surgió la idea de plasmar un libro con una mirada no tan académica sino contar cómo sintieron atracción por las ciencias naturales, qué les despertó la vocación, cuál fue el recorrido académico, cómo llegaron a trabajar en el museo, cómo se lograba y qué pasó cuando se fundó Conicet en 1958, que comenzó a agrupar a mucha gente que hacían investigaciones en el país. Queríamos contar el recorrido más humano de mujeres apasionadas por lo que hacían, que se dedicaban a la ciencia y cuáles fueron los obstáculos que tuvieron derribar para desarrollar su carrera.

A lo largo de la investigación, ¿encontraron similitudes en las vidas de estas 16 mujeres?

Julia D´Angelo: Encontramos cosas muy interesantes. Por ejemplo que la mayoría nunca se casó y que contaron con la ayuda de sus familias para poder dedicarse a la ciencia y que muchas tuvieron hermanas que también eran solteras y que se quedaban cuidando a los padres para que ellas pudieran desarrollarse. Otras estaban casadas con alguien que también se dedicaba a la ciencia. Hicimos un trabajo de archivo muy fino que nos llevó muchísimo tiempo, hablamos con sobrinos que dijeron cosas maravillosas de sus tías, de cómo los cuidaban, les traían cosas y les contaban sus historias, pero evidentemente se ve es que tuvieron que resignar parte de su vida personal para poder dedicarse a la ciencia.

No está tan alejado en algunos aspectos de la actualidad, si bien tenemos muchas más posibilidades. Muchas de ellas entraron en el museo a finales de los 30 y la mayoría no eran biólogas sino profesoras, la mayoría incluso del Joaquín V. González. A partir de conexiones que tenía el profesorado con el museo empezaron a trabajar también allí. Es curiosa la historia, porque para las primeras investigadoras que fueron a la Antártida hubo una consideración por la edad que tenían. La que encabezaba el equipo, Irene Bernasconi, tenía 72 años y el resto tenía entre 53 y 56 años. Eligieron a mujeres de esa edad para que no llamen la atención.

¿Cómo es eso?

D.F: El museo viene realizando actividades científicas en la Antártida desde los años '20 pero las primeras eran en bases militares, luego en las científicas. Durante más de 40 años las expediciones científicas del museo eran formadas por varones hasta que en 1968, en un contexto muy particular, se decide invitar a cuatro mujeres del museo, que tenían mucha trayectoria. Eran biólogas marinas, otra trabajaba en algas y otra era bacterióloga. En esa época las no podían subir a los barcos porque se decía que traían mala suerte, no había baño para mujeres en los barcos ni vestimenta para el frío, por eso los trajes les quedaban gigantes.

Tuvieron que vencer muchos obstáculos y prejuicios para poder ir. Y ellas lo decían, que las habían llevado porque eran todas cincuentonas, grandes para esa época, y no representaban un peligro para los marineros y los militares que estaban en las bases. A lo largo de la recuperación de estas historias nos dimos cuenta que hicieron un esfuerzo enorme por seguir adelante, trabajar e investigar, con un nivel de precisión destacables

A la hora de escribir el libro ¿Cómo se dividieron la tarea e hicieron para tener un lenguaje que las unifique con ocho voces y dieciséis vidas para contar?

J.A: Muy distintas cada una, además.

D.F: Hubo un par de puntas de las cuales comenzamos a tirar. Una fundamental fue la oficina de personal del museo que tiene archivados los legajos de la gente que trabajó allí. Ahí teníamos un puntapié: dónde nació, madre, padre, hijos, en qué pueblo o ciudad y con esa base empezamos a buscar información. En la biblioteca del área donde trabajaba cada una hablamos con los jefes e investigadores, algunos que incluso llegaron a conocerlas y les preguntamos qué recordaban. Toda la comunidad del museo nos ayudó muchísimo. Otra gran pata lo representan las familias y ahí fuimos detectives e incluso desde las redes sociales hemos buscado a familiares por apellido hasta que enganchábamos a uno y esa parte es hermosa porque la gente se emociona mucho.

J.F: El trabajo con las familias fue una de las cosas más ricas que surgió con todas las autoras. Nos encontramos con ese costado de humanidad ya que queríamos plasmar en el libro la historia de vida de estas mujeres tan valientes que se animaron a romper con un montón de prejuicios y barreras.