Entrevistamos a Lisandro González Ursi y Diego Carabelli, directores de esta película que registra un proceso de trabajo de taller en una escuela secundaria de Villa Lugano durante todo un año y sus emocionantes resultados.
La escuela contra el margen es un documental de Lisandro González Ursi y Diego Carabelli que registra el proceso de trabajo dentro de un aula durante todo un año, con un grupo de estudiantes pertenecientes a la escuela secundaria pública “Manuel Mujica Láinez” de Villa Lugano, una de las zonas más postergadas de la Ciudad de Buenos Aires.
La película comienza con una ubicación contextual y espacial, seguida por una presentación de los personajes: un grupo de estudiantes y Florencia, la docente protagonista, hablan a cámara y plantean las expectativas que tienen con el taller que llevarán adelante con un objetivo: reflexionar sobre la realidad que viven los chicos y chicas de esa escuela, donde son habituales la discriminación, la xenofobia, la violencia y el acoso policial, entre otras situaciones.
Vemos el desarrollo de ese proceso clase a clase. La cámara se invisibiliza para crear un clima íntimo, propio de los documentales de observación, donde el espectador empieza a reconocer y seguir la trayectoria de los personajes, como es el caso de Katja, “la que piensa”; del director, un hombre justo y comprensivo, y de profesores y auxiliares. Del trabajo del taller, surge un mapeo colectivo de la zona, que un grupo de estudiantes presenta en un encuentro de “Jóvenes y Memoria” - proyecto anual que reúne a escuelas secundarias para pensar temáticas relacionadas con los derechos humanos y que en 2019 vivirá su edición XVIII- lo que resulta un punto culmine emotivo para este documental.
Zibilia entrevistó a los directores, Lisandro González Ursi y Diego Carabelli, para conocer más sobre La escuela contra el margen.
¿Cómo surgió la idea de realizar este documental?
Se relaciona con nuestro trabajo como docentes en un programa socioeducativo donde realizamos talleres de cine en escuelas secundarias de la zona sur de la Ciudad. El punto de partida fue la toma del Parque Indoamericano en diciembre de 2010, en Villa Lugano, donde miles de personas de villas y asentamientos linderas al parque tomaron el predio en reclamo de una vivienda digna.
Esa ocupación de una semana desató una feroz represión policial que dejó dos muertos y luego se produjo una reacción violenta por parte de vecinos del barrio que intentaron desalojar a los ocupantes y mataron otra persona. En ese momento, la escuela de educación media 1 DE 13, “Manuel Mujica”, que nosotros conocíamos a partir de nuestro trabajo docente, recibía a chicos y chicas que estaban de uno y otro lado de la toma y llevaron a cabo varias jornadas de trabajo en relación a los derechos a una vivienda digna, la no discriminación y no violencia.
Esto nos llevó a querer construir un taller donde los chicos y chicas de esta escuela, con todas sus diferencias y conflictos, pudieran trabajar en un proyecto común donde tuvieran que pensar sobre su barrio y sus propias vivencias.
¿Cuál es fue el nombre del taller? ¿Y cuál es el área de la que proviene Florencia, la profesora?
El taller no tiene un nombre en particular, ya que fue creado específicamente para la película, pero una vez que comenzó participó del encuentro de “Jóvenes y Memoria”. Florencia, la docente, trabajó como referente dentro de ese programa durante muchos años, así que tenía mucha experiencia en el trabajo de memoria y derechos humanos en contextos escolares y con adolescentes específicamente. La otra docente que está en el aula, Marlis Pajer, es la docente titular de la materia dentro de la cual se incluyó al taller creado para la película.
¿Cómo accedieron a clases, a reuniones y a todos los momentos que aparecen en la película?
Gracias a nuestro trabajo como docentes y nuestro conocimiento de esta escuela, conocíamos a muchos de los docentes y al resto de la comunidad educativa, por lo que el acceso a los espacios de la escuela se dieron de manera informal, a partir de un vínculo de confianza que ya teníamos allí.
Igualmente lo que fue la creación del taller y la decisión de trabajar con un curso de cuarto año se dio hablando con el director de entonces, Carlos Mires, con quien tenemos un muy buen vínculo y quien es un referente a la hora de pensar escuelas de educación media que tengan un enfoque de apertura hacia proyectos de afuera que potencien el trabajo con los y las estudiantes.
¿Filmaron todas las clases o solo algunas?
Registramos todas las clases, pero como no pudimos incluirlas todas, el conteo comienza a espaciarse a medida que la película avanza. Llevamos adelante un registro constante cada día que se realizó el taller, por lo que al finalizar el rodaje terminamos con un material crudo de 90 horas aproximadamente.
A partir de ese material, tuvimos que ir seleccionando algunas clases que nos parecían más interesantes que otras o algunas que servían mejor a la estructura general de la película. Nos parecía importante el avance de las clases a partir de su conteo, como para que el espectador tuviera una noción del tiempo que va pasando.
¿Hubo momentos difíciles en el rodaje?
Tuvimos algunas situaciones donde los chicos se quejaron de nuestra presencia con las cámaras, pero no fueron situaciones que se repitieran y, a medida que avanzaba la filmación, el vínculo con los estudiantes se fue fortaleciendo, lo que nos permitió pasar más desapercibidos dentro del aula. Conformamos un equipo de filmación mínimo, con uno de nosotros haciendo cámara junto a otra cámara a cargo de Loreley Unamuno y José Tapia Garzón haciendo sonido directo.
En primer lugar, todos los integrantes del equipo tenían experiencia como docentes, por lo que sabían cómo era trabajar con jóvenes.
¿Cómo vivieron como directores el proceso tanto pedagógico que se fue dando en el aula, como el creativo de hacer la película?
Si bien siempre tuvimos en claro que una vez comenzado el proceso pedagógico nuestra atención estaría enfocada en la instancia de registro, que tenía sus complejidades específicas, siempre conservamos un espacio para compartir miradas sobre lo que iba ocurriendo en la clase. Esos intercambios, que por lo general eran al finalizar los encuentros, creo que nos servían a todxs (docentes y realizadores) para poder advertir con más dimensión el proceso de los chicos y chicas y así poder repensar (en nuestro caso) aspectos del registro.
¿Los estudiantes protagonistas vieron la película terminada?
Por el momento, solamente un pequeño grupo de diez de los estudiantes protagonistas ya vieron la película. Algunos, en un festival el año pasado y otros, cuando hicimos una pequeña proyección en la escuela, también en 2018. Sus reacciones al verse en pantalla y al ver cómo había quedado eso que estuvimos filmando con ellos, fue de mucho asombro y satisfacción. Igualmente nos falta que la vean muchos más que participaron, así que deseamos armar una nueva proyección donde podamos convocarlos, pero con algunos perdimos el contacto lamentablemente.
¿Cómo vivieron ustedes el estreno en el Centro Cultural de la Cooperación? ¿Cómo sigue el camino de La Escuela contra el margen?
Al estreno en el CCC lo vivimos con mucha gratitud ya que hoy resulta muy difícil conseguir que un espacio donde pasar documentales nacionales, ya que casi todas las películas argentinas no tienen otro lugar de estreno que no sean los espacios INCAA. Al mismo tiempo, esperamos que este estreno sea el puntapié para que la película empiece a circular y a mostrarse en otros lugares.
Sin dudas, los espacios INCAA serán un circuito por donde seguiremos, aunque todavía no tenemos fecha de estreno. Nuestra intención es que esta película pueda circular por espacios que genere aportes y discusiones sobre la educación y las políticas públicas en relación a este tema. Nos interesa también que estudiantes y docentes puedan verla, por lo que deseamos encontrar espacios donde puedan ir de distintas escuelas e instituciones.
BONUS. La música. "Siempre supimos que queríamos incluir música para algunas instancias específicas y cuando terminamos el montaje de la imagen se nos ocurrió que sería ideal que esa música estuviera compuesta e interpretada por un taller de música de otra escuela secundaria pública (EEM 6DE5) que queda en la villa 21-24 de Barracas, donde también trabajamos. Fue así que también se sumaron integrantes de la Orquesta juvenil Violeta Parra, que también funciona dentro de la escuela."