El prolífico y talentoso Javier Daulte dialogó con Zibilia sobre una de sus obras de cartel, Valeria radioactiva. Además, contó detalles sobre su proceso creativo y diagnosticó el momento actual del teatro porteño.
¿Cuáles son los límites entre la realidad y la ficción? ¿De qué materiales se nutre un artista para crear? ¿Es posible escapar a la influencia de la propia vida en el momento de creación? Valeria radioactiva pone en escena estas cuestiones atravesadas por la poética de su creador, Javier Daulte.
La obra nos muestra a Valeria, una escritora con características muy particulares, en pleno proceso creativo. De a poco, la historia que ella escribe va ganando terreno y los límites entre ambas “realidades” se van confundiendo.
Resulta muy interesante y divertida la puesta en escena de la “ficción” dentro de la obra, llevada a cabo en el registro del melodrama, lo que además genera un contraste con la “realidad” de la vida de esta escritora. Aunque, a medida que avanza la historia, ese contraste evidencia los puntos que tienen en común.
Es inconfundible, y para disfrutar, la marca de Javier Daulte, con los toques de humor y delirio característicos de su obra. Éstos, a su vez, esconden verdades (o preocupaciones) profundas acerca de la vida que sin duda todos hemos experimentado. Coronan esta brillante propuesta las actuaciones de Maida Andrenacci, Agustín Daulte, Héctor Díaz, Jorge Gentile, María Onetto, Inés Palombo, y Daniela Pantano, muchos de ellos recurrentes en el teatro de Daulte. Se trata de un elenco sólido, con gran talento que se evidencia y se potencia, en el cambio de registro actoral que realizan dentro de la misma obra, al pasar del realismo al melodrama y viceversa.
Charlamos con Javier Daulte acerca de esta obra y otros temas:
¿Cómo surge Valeria radioactiva?
Hacía tiempo que me rondaban dos cuestiones. Una tenía que ver con un procedimiento escénico y era la de poder ver sobre el escenario lo que un/a creador/a va pergeñando cuando imagina una ficción. Por otro lado, el tema de la inmortalidad y la finitud. Fue cuando convoqué a Teatro Líquido (del que formamos parte con Héctor Díaz, Silvia Gómez Giusto, María Marull y Paula Marull) que encontré la oportunidad de darle forma de obra a tales ideas.
¿Cómo fue el proceso de ensayos, el texto estaba cerrado previamente o se fue modificando en interacción con los actores?
Sí, el texto estaba ya cerrado en el momento de ponerme a ensayar. No obstante, antes de tenerlo terminado le di algo así como el 50% de la obra escrita a María Onetto para ver si le daban ganas de sumarse al proyecto.
Luego, hice otro tanto con Héctor Díaz. A los demás los llamé una vez que tuve la obra terminada. El proceso fue muy bello y también trabajoso. Era importante encontrar el tono de las dos ficciones que se entrecruzan. El culebrón tenía que estar algo más pasado que la "realidad", pero aún así debíamos encontrarle a ese exceso de estilo su propia verdad emocional.
¿En qué consiste, en general, tu proceso creativo? ¿Siempre fue así o se fue modificando con el tiempo?
Creo que es una de las pocas veces en que ensayo con la obra terminada. En general apuesto a ir configurando la teatralidad y el texto a medida que voy montando las escenas que voy escribiendo. Mi acento está puesto fundamentalmente en el trabajo de los actores, porque son los únicos que le pueden otorgar verdad a algunos disparates que aparecen en mi escritura. La espacialidad y el universo sonoro van apareciendo con el correr de los ensayos.
¿Cómo surge el colectivo creativo "Teatro líquido"?
Surge como necesidad de volver explícito algo que viene ocurriendo en el Espacio Callejón desde que asumí su dirección, y que es la colaboración permanente entre los creadores que conocemos y con cuyos trabajos nos sentimos comprometidos. Teatro Líquido pone eso de manifiesto y es una forma de mostrar que los que hacemos arte no estamos instalados en compartimentos estancos, sino que nuestra poética circula en los oídos y las palabras de aquellos con quienes sentimos una interlocución fecunda.
¿Cómo ves el teatro local hoy en día?
Creo, y siempre lo digo, que el teatro de Buenos Aires tiene un vigor excepcional. Hay mejores y peores temporadas, tanto desde el punto de vista de la calidad de las propuestas que se presentan, como por la afluencia de público que no siempre es óptima. Estamos atravesando una fuerte y dura crisis económica que no solo afecta el bolsillo del ciudadano sino también su ánimo (y sumemos que no sabemos adónde va a ir a parar todo esto). Esto resiente mucho las boleterías de los teatros.
Sin embargo, el circuito independiente y el circuito público se están revelando como auténticas alternativas. El teatro comercial está sufriendo más y lo más lamentable no es tanto la baja en las recaudaciones sino la pauperización de los contenidos bajo el supuesto de que la gente no quiere más que pasar un momento liviano en el teatro. Creo que eso es un error y es un tipo de error que una comunidad termina pagando caro.