Hay cientos de Gerardo Romano en la web: en algunas es un actor de películas emblemáticas del cine argentino, en otras, un famoso galán de tevé y un intérprete magnánimo en teatro. Los programas de chimentos prestan más atención a sus dichos que a su trayectoria y lo señalan como un actor “polémico”, sin recalar en su laboriosa intermitencia en escena o en su sagaz capacidad de argumentación sobre la agenda política.
Ya hay expectativa por la precuela de la miniserie El Marginal, donde Romano encarna a Antín, director del penal San Onofre. Mientras tanto, el actor porteño va por la cuarta temporada en la dermis de Emanuel Goldfarb, en Un judío común y corriente, unipersonal de Charles Lewinsky, con dirección de Manuel González Gil.
Durante 85 minutos interpreta a un judío alemán que es invitado por un profesor de historia de una secundaria a un encuentro con alumnos, que luego de estudiar el nazismo, quieren conocer en persona a un judío. Goldfarb se la pasa chamuyando a sí mismo por qué no debe asistir y el resultado es magistral. El abordaje encuentra paralelismos con nuestra historia política reciente y cuestiona de manera dúctil nuestros sistemas de creencias y la forma en que los pueblos sin memoria pueden reiterar la historia.
Banana con leche en lo de Eduardito Spak y las bombas de la Revolución Fusiladora
-Naciste en un barrio donde predomina la comunidad judía. ¿Es Villa Crespo?
No, en el primer barrio judío, que fue Once. En realidad, el primer barrio judío fue en la calle Libertad. En el Once tenía a mi primer vecino y mi único amigo, compañerito del colegio con el que pasaba todas las tardes. Iba a su casa porque tenía patio y combinado. Y lo más maravilloso de todo: tenían licuadora. Yo apreciaba cuando su Bobe, que había escapado de Auschwitz, nos decía: “cho les hago la banana con leche”. La primera vez que probé la banana con leche…¡champán! Imaginate en la boca de un chico acostumbrado a mate cocido. Banana con leche y hielo y azúcar en lo de Eduardito Spak.
El padre tenía una marroquinería en pleno corazón del Once y me acuerdo que nunca iba al balcón de su casa, que daba sobre Avenida Rivadavia. Pero el 19 de junio del ‘55 -yo tenía 8 años-, fui testigo presencial del bombardeo a la Plaza de Mayo. El bombardeo golpista de la Marina que atacó el centro de la ciudad, la población civil de su propio país. Y estaba ahí, en la Plaza. Yo que veía en el cine todas las batallas, las guerras, los japoneses, los norteamericanos, veía tres películas por semana. De repente -eso sí que fue nazi-, ver cómo le arrancaban el techo a un trole, la gente corría...ratatá ratatatá, las bombas, las balas. No sé si era por la velocidad de las balas, veías fiuuuu fiuuuu, una cosa roja. Estaba con mi madre en un colectivo y dio la vuelta en U, llegando a donde estaba antes el gobierno, frente a la Catedral, por Avenida de Mayo. El colectivo giró, huimos ¿qué pasó? Tiraron tres bombas en Plaza de Mayo. Pim pam, la gente aterrorizada, todo el mundo corriendo, nosotros en el colectivo. Y entonces fui a casa y vi todo ese quilombo, vi que iban camiones por Rivadavia, con gente en cueros, con palos, gritando “¡La vida por Perón!” “¡La vida por Perón!”, hacia Plaza de Mayo, y volvían los camiones llenos de cuerpos, muertos, apilados. Me fui a lo de mi amigo, quería ver el kilombo y entonces, ese día dije “¿puedo salir al balcón?”. Porque del balcón se veía Rivadavia, Plaza de Mayo y se veía fffff ffff las balas y el camión que pasaba con los muertos y los que cantaban “¡La vida por Perón!”.
“La grieta” en Plaza Lorea: Ramón L. Falcón y Simón Radowitzky
Me estaban por llamar de un programa por un tema: Esmeralda Mitre y el negacionismo y el acoso de Ariel Cohen Sabban, el ex Presidente de la DAIA. Entonces recordé un episodio: “la grieta” en Plaza Lorea, frente al Teatro Liceo, donde hay unos gomeros, debajo hay un estacionamiento. Ahí se hizo un acto del 1°de mayo, época en que se trabajaba 14 horas por día, no había aguinaldo, nada. Era por los héroes de Chicago, un acto familiar de los obreros, con sus esposas, sus hijos y estaba presente el Coronel Ramón Falcón. Miraba desde su auto, contemplando el acto y lo detectaron, como si hoy la vieran a Patricia Bullrich, qué se yo. Pero eran tiempos de otra violencia, solamente lo putearon, le tiraron alguna pedrada, algo así. Y Ramón Falcón, que era un odiador serial como Videla, dio la orden a la Montada de que reprima. Hubo 12 muertos, 148 heridos y un gorila periodista de La Prensa contó haber detectado 38 importantes charcos de sangre. Al poco tiempo Falcón volaba por el aire con una bomba que le tiraba un chico de 18 años, anarquista, ucraniano, Simón Radowitzky. En realidad tenía 17 y pico y había estado en el acto de Plaza Lorea y se lo había juramentado. Lo agarraron, se quiso pegar un tiro pero no le salió, se quiso suicidar al grito de -como gritaban los anarquistas cuando se inmolaban-, “¡Qué viva la Anarquia!”. Lo torturaron, creo que estuvo 21 años en la cárcel de Ushuaia, yo fui ahí.
-¿Visitaste la cárcel de Ushuaia en ocasión de El marginal?
No, no, El marginal se hizo en la cárcel de Caseros, que está en pie todavía, la hizo Sarmiento en 1870. La de Ushuaia fue para una película, La fuga, con Solá, Darín y el querido Eduardo Mignogna. Bueno, y me preguntaba dónde, dónde estaba “la grieta”, dónde estuvo mejor o peor “la grieta”. Cómo se reeditan las oleadas de la historia en este momento tan regresivo, tan tremendamente regresivo.
La repetición de la historia, la curia, un rito y el aborto
-En “Un judío común y corriente” hay un fragmento en el que el personaje menciona cómo se repite la historia, cómo se repiten los errores.
”Los pueblos que no conocen su historia están condenados a repetirla”, y por eso votan como votan, porque si no… Como decía Marlon Brando, los mejores actores de todos son los políticos. Que te convencen de algo que después no cumplen y vos los volvés a votar.
-En el cierre de la función del sábado 5 de mayo hiciste subir a la hermana de Polo del ARA San Juan.
Sí, Isabel, me llamó después y me agradeció mucho.
Volviendo a la historia, la sensación ¿sabés de qué es? Es de verdadero envejecimiento, si la historia atrasó tanto durante tu vida, es como que has vivido al pedo. Todo lo que luchaste...y habíamos llegado hasta acá y volvemos a Plaza Lorea. ¿Me entendés? Y en esa época no había televisión. ¿Pero qué es un policía pisando a un pendejo con la moto? ¿Y tirándole gas pimienta a un jubilado? ¿Qué es? A todas luces es un viejo jubilado y el pibe, un pibe tirado en la vereda inerme. O balearlo por la espalda a Nahuel, o ahogarlo a Maldonado.
-De regreso a “Un judío…”, en reportajes recientes decías que eras un ateo deseante.
No hay mucho más de lo que surge literalmente: soy positivista y lo que no puedo apreciar científicamente...No me pongo a pensar en la existencia de Dios, si no en la existencia de las iglesias. Y en la tergiversación, esta cosa que dicen algo que contradicen con su praxis, ¿no? Asistir a los más poderosos, darle cobertura espiritual a los genocidas, la pederastia, la misoginia. Esto de que tipos que no se embarazan digan lo que tienen que hacer las mujeres con su concha, es tremendo. Me parece de una linealidad contradictoria absoluta.
-¿Has tenido devoluciones sobre la obra de algunas organizaciones de la comunidad judía?
Mirá, la devolución más concreta es que me contrató la AMIA para hacer una función en su auditorio, donde se demolió el edificio y está el nuevo y la trafic. Hay que ir siendo Goy como yo, formado en la tradicional judeofobia cristiana, a hacerles de judío, de judío cuestionador… Bueno, no sé lo que digo en el escenario: qué es mío y qué es de Emanuel Goldfarb, no tengo idea.
-En esta obra has incorporado un rito ¿En qué consiste?
En comunicarme con mis parientes, con todos los seres que amo, como si fuera una oración. Vivos y no vivos, y además muy queridos. Está mi abuelo, mi abuela, el segundo marido de mi otra abuela, mi padre, mi madre, mis tíos y tías paternos. Son muchos, porque mi padre tenía trece hermanos. Entonces es una lista: tacatacatacá y después los primos. Como mis primos tienen hijos, ya digo “Ricardo y los suyos”. Lo dejo en cabeza de familia, que lo reparta como quiera y termino con mis dos amadísimos hijos.
-Y de ahí a los 85 minutos en el escenario.
Hay una escena donde miro fotos: entonces puse fotos de mi familia, de mis seres queridos. Y arriba dice Auschwitz, Dachau, Buchenwald o Bergen-Belsen. Es difícil decir Auschwitz viendo el cuerpito en pañales de tu hijo dormidito relajado así en la cama.
-Hace un rato hiciste referencia a un tema que está en la agenda política: el aborto. ¿Tenés algún pronóstico al respecto?
El reloj de la historia se puede atrasar, pero no se puede detener totalmente. Yo creo que las mujeres han tomado una posición con una firmeza femenina inclaudicable, no creo que sean puntos de vista modificables. Y siempre el mejor argumento para los abortistas, es que no queremos imponerle ese criterio abortista a quienes no tienen ganas de usar ese derecho. El derecho a disponer de su cuerpo. Que conserven esa facultad y listo. Es como la cláusula constitucional, lo que queda exento solamente a Dios, que da por supuesto que hay Dios. Creo que tarde o temprano, como llegó el voto femenino, llegaron el matrimonio igualitario y la fertilización asistida y la identidad de género, va a llegar. Y el consumo recreativo de marihuana, cuando las ratas terminen de comerse la marihuana de Cambiemos.