El artista Mariano Giraud realizó una escultura en 3D que recuerda al monito misionero que viajó al espacio en diciembre de 1969. Conocé esta conmovedora historia y la obra que inspiró.
A fines de agosto pasado, el país se vio conmocionado por el lanzamiento de un nuevo satélite argentino al espacio. El SAOCOM 1B partió desde Cabo Cañaveral, Florida, para proveer información que permitirá prevenir, monitorear y evaluar catástrofes naturales, con aplicaciones en agricultura, mares, glaciares y estudios urbanos.
Lo que pocos saben es que el Programa Espacial Argentino no es una novedad, sino que fue creado prácticamente en el mismo momento que la NASA, lo que fue tema de interés para numerosos artistas.
La obra “Homenaje al primer astronauta argentino”, realizada por Mariano Giraud, gira en torno a un personaje poco conocido por el gran público, pero mítico en los círculos científicos: Juan, un mono que se convertiría en el primer astronauta local.
Giraud es artista visual y vive en la ciudad de Buenos Aires. Desde que comenzó su trayectoria artística a principios de la década del 2000, se aproximó a las nuevas tecnologías tanto para utilizarlas en sus procesos creativos como para dar forma a sus obras. A mediados de los años 2010 incorporó la impresión 3D para concretar esculturas que modela en un entorno digital y luego imprime. La historia de Juan le resultó tan conmovedora que lo convirtió en protagonista de una de sus piezas.
De la selva misionera al espacio
En 1961 el gobierno argentino decide poner en marcha un programa espacial. Es uno de los primeros países en sumarse al desafío. La NASA había sido fundada en 1958, y su vicepresidente, Hugh Dryden, viajó a la Argentina, incitando a los ingenieros a comenzar rápidamente con trabajos de campo. El primer objetivo fue crear un prototipo de cohete de investigación llamado Alfa Centauro, el cual fue lanzado desde la provincia de Córdoba, alcanzando los 13 kilómetros de altura. Estas distancias se irían acrecentando, llegando en 1972 a los 500 kilómetros de altura con la nave denominada “Cástor”.
El 23 de diciembre de 1969, el cohete del programa argentino viajaría con un tripulante. Juan era un mono caí que provenía de la selva misionera y pesaba apenas 1.5 kilos. Su viaje al espacio se realizó desde el Centro de Experimentación y Lanzamiento de Proyectiles Autopropulsados, ubicado en el departamento Chamical, en La Rioja. Viajó sentado, con un equipo que permitía realizar mediciones de su estado de salud durante la travesía.
La Argentina fue el cuarto país en el mundo en enviar un mono al espacio. La experiencia resultó sumamente exitosa y Juan aterrizó sano y salvo luego de un viaje suborbital de 82 kilómetros de altura.
Antes de lanzar seres humanos a la estratósfera, se enviaron en primera instancia todo tipo de animales. Probablemente la más famosa haya sido Laika, la perra lanzada por la Unión Soviética para sobrevolar la Tierra en 1957. En la Argentina, Juan formó parte del proyecto BIO, de la Comisión Nacional de Investigaciones Espaciales (CNIE), que ponía animales en órbita para investigar las consecuencias físicas y biológicas que una expedición así pudiera comportar, antes de exponer a un astronauta.
Un monumento para el pequeño héroe
A través de esta escultura realizada en impresión 3D y con características de monumento, Giraud le rinde homenaje a este pequeño ser, que sin saberlo puso su vida en peligro en nombre del desarrollo científico y espacial del país. Ubicado sobre una réplica del cohete Canopus II que lo transportó en este vuelo suborbital, es posible verlo con el casco con el que emprendió su viaje, el cual lo protegía de los movimientos bruscos a los que estaría sometido.
Además, Juan no está solo. Otros animales lo acompañan en el despegue: pulpos, carneros, cráneos de felinos. La pieza de Giraud mantiene el color blanco marmóreo, propio del arte clásico grecolatino, que si bien se decoraba originalmente con colores brillantes, estos se degradaron con el paso del tiempo, hasta perderse por completo.
En la parte superior de la obra se despliega una espiral, que junto a un par de alas, simulan un desplazamiento ascendente. Este movimiento de elevación remite a las esculturas soviéticas vinculadas a la temática espacial. Probablemente la más relevante de éstas sea el Monumento a los Conquistadores del Espacio, situado en la ciudad de Moscú y en cuya base lleva la siguiente inscripción:
¡Y la recompensa a nuestros esfuerzos fue que,
habiendo triunfado sobre la opresión y la oscuridad,
hemos forjado las alas de fuego
para nuestra nación
y nuestro siglo!
El monito Juan abrió con su vuelo las puertas a un desarrollo espacial incipiente, que nos colocaría hoy entre el selecto número de países con la tecnología y los conocimientos necesarios para desarrollar y poner en órbita sus propios satélites. Desde aquí, su merecido homenaje.