Al hablar de cine moderno, enseguida aparece Fassbinder. Su apellido suena con personalidad y se clava en la memoria. Tiene tanto mérito y poder de seducción como un “Godard” o un “Pasolini”.
Sin embargo, en la triada poderosa de la modernidad, varios acontecimientos del campo cultural ocurridos en los últimos años hacen pensar que Rainer Werner Fassbinder (1945-1982) adquiere renovada vigencia y protagonismo mientras el tiempo pasa.
Aunque murió en 1982, el mundo recién lo está alcanzando.
Algunos de esos eventos que marcan la tendencia, al azar, fueron: la colección de Miuccia Prada en 2014 bajo los influjos de sus películas Las amargas lágrimas de Petra von Kant (1972) y Lola (1981); la obra de teatro del alemán Falk Richter, Je suis Fassbinder, producida por el Teatro Nacional de Strasbourg, que estuvo de gira por Europa durante 2016 y 2017, y ahora en Buenos Aires, una doble propuesta fassbinderiana en una manzana teatral bien porteña.
Sobre la Avenida Corrientes, en el Teatro San Martín, Leonor Manso estrena una versión de Las amargas lágrimas de Petra von Kant, con las actuaciones de Muriel Santa Ana, Marita Ballesteros y Belén Blanco, entre otras, y en paralelo, sobre la calle Sarmiento, el Centro Cultural San Martín presenta la séptima entrega del ciclo Invocaciones, denominada Fassbinder, todo es demasiado, escrita y dirigida por Lisandro Rodríguez.
Frente a este cuadro de situación, proponemos cinco razones por las cuales creemos que el genio de Fassbinder aún sigue siendo una referencia, una inspiración, una materia pendiente y una anticipación al futuro.
Productividad. En los 37 años que vivió, Fassbinder filmó 44 películas para cine y televisión, incluida la miniserie Berlin Alexanderplatz, basada en la novela de Alfred Döblin, una de las mayores obras de la literatura alemana del siglo XX. También dirigió 14 obras de teatro y escribió guiones para radio. Su talento y sus particulares universos no dependían de formatos, tecnologías o escenarios para vivir libremente, a veces rozando lo anárquico. Fassbinder hacía teatro en el cine y en la televisión. Cine en el teatro. Cine en la televisión. Y al decir "hacer" no estamos refiriéndonos solo a dirigir. Fassbinder escribía, actuaba, montaba, era cámara y escenógrafo de sus obras.
Intensidad. Fassbinder comenzó a producir a los 18 años. Y tan famosas como las anécdotas de su savoir vivre, de su afición a las drogas, de sus romances y sus amantes, son aquellas que relatan su afán laborioso y su poderosa personalidad, alrededor de la cual se congregó un fiel número de colaboradores, miembros orgánicos fundamentales de lo fassbinderiano. Cuando un accidente cerebro vascular terminó con la mente (y la vida) de Fassbinder, estaba escribiendo.
Diversidad. Amaba todo lo que estimulaba sus sentidos: el arte, la literatura, el cine, el teatro, la danza, la política, el amor. Sí, en la base estaban Bertolt Brecht, el melodrama de Douglas Sirk, Godard y Chabrol, el rock de la Velvet Underground, la electrónica de Brian Eno y Kraftwerk, la música clásica de Mahler. La diversidad de su formación autodidacta, ya que no aprobó el ingreso a la escuela de cine de Munich, puebla su obra. No solo por las referencias a otras artes y textualidades; también porque en sus películas Fassbinder leía el mundo y las relaciones humanas, afectivas, laborales, sexuales, desde el registro y el profundo respeto por la diversidad.
Humanidad. Posiblemente, se haya escrito tanto sobre la vida íntima de Fassbinder como sobre su monumental obra. Y es esa privacidad intensa y productiva la que aparece condensada en cada una de sus lúcidas historias, que exhiben un mundo moderno dominado por las relaciones de poder, la violencia, la intolerancia, el racismo, la hipocresía y la crisis de los valores que habían entronizado los 60s. Hoy la inspiración viene de "su humanidad, su amor por la cultura, su amor por contar una historia" como explicó Miuccia Prada al presentar su colección alusiva al genio alemán.
Actualidad. La última pareja de Fassbinder, su montajista Juliane Lorenz, su heredera, preside desde hace casi 30 años la Fundación Fassbinder que se encarga de preservar y transmitir su legado. En 2016, Lorenz declaró en una entrevista que muchos de los temas que el artista abordó tienen vigencia hoy como la migración, la xenofobia y el racismo (en Katzelmacher), la intolerancia a la homosexualidad (en La ley del más fuerte) o la deshumanización y el amor (en Las amargas lágrimas ...). Además, resaltó: “Hay grandes cineastas en el mundo influidos por Rainer, como el francés François Ozon, o el mayor realizador finlandés, Aki Kaurismäki, quien en entrevistas ha reconocido la deuda que tiene su vasta obra con la de Fassbinder”. Y esto no es todo: en la actualidad, se representa la mayoría de sus obras y sus películas más famosas, como El mercader de las cuatro estaciones, Las amargas lágrimas de Petra von Kant o El matrimonio de María Braun se están adaptando al teatro.