Una selección cronológica de films americanos cuyas tramas giran alrededor del deporte: desde la inaugural Rocky hasta El juego de la fortuna. Box, fútbol americano, beisbol e hipismo, en casi 40 años de historia.

El género deportivo ha dado (y sigue dando) mucho. No solo al cine y sus espectadores, sino también al propio deporte a partir de los imaginarios que ha creado y alimentado. Personajes que están en la lona, pero hallan la redención; grupos de individuos dispersos que encuentran un sentido de pertenencia a partir de lo grupal; hazañas impensadas con tintes sociales, políticos y hasta económicos.

Hay tanto en el cine deportivo, que podríamos decir que representa la forma más consistente del relato épico en las últimas décadas. Podríamos haber incluido films notables como McFarland: sin límites (2015), Rush (2013), La última pelea (2011), Senna (2010), Cuando éramos reyes (1996), Jamaica bajo cero (1993), Hoosiers (1986) y Karate kid (1984) -por nombrar algunos- pero nos quedamos con esta selección, con las que consideramos las ocho mejores películas deportivas de la historia:

Rocky (1976)

Rocky, una película inaugural.

A pesar de que ya se habían hecho unas cuantas películas “deportivas”, con esta posiblemente haya nacido el género. A tal punto su modelo narrativo ha sido la referencia para todos los films deportivos que le siguieron, que la saga continúa activa. Incluso ha dado otras entregas muy disfrutables y conmovedoras, como Rocky Balboa (2006) y Creed (2015), pero la primera sigue siendo la mejor y un clásico indiscutible. Un drama íntimo y duro, sobre un tipo que no parece tener rumbo, pero al que le aparece la oportunidad de su vida y descubre algo fundamental: no tiene nada para perder. A partir de ahí, la progresiva construcción de la épica, con una secuencia de montaje que se hizo inmortal y fue copiada, replicada y hasta parodiada una multitud de veces. Sylvester Stallone, guionista y protagonista, no solo inventó un concepto y una forma de narrar: también un personaje con el cual todos podemos (y queremos) identificarnos.

Toro salvaje (1980)

Toro Salvaje, el box según Scorsese.

Pocos pueden filmar como Martin Scorsese, a pesar de que muchos intenten imitarlo, y esta película es una prueba. El realizador toma la historia real del boxeador Jake LaMotta y la transforma en un drama personal, matrimonial, de hermandad, moral y hasta religioso, con las claves deportivas como marco perfecto. Hay una lúcida reflexión sobre el boxeo como un espectáculo salvaje pero también como canal indispensable para la furia contenida de seres como LaMotta, un tipo con la violencia siempre a flor de piel. Pero también podemos ver un relato amargo de ascenso, caída y redención fallida, donde las derrotas son anunciadas pero también estoicas, casi una declaración de principios por parte del protagonista. Lo de Robert De Niro como LaMotta es sencillamente impresionante, acompañado de forma extraordinaria por Joe Pesci y Cathy Moriarty. Pocas veces el cine (e incluso el boxeo) dolieron tanto.

Un equipo muy especial (1992)

Un equipo muy especial, ejemplo de cine feminista.

Un ejemplo perfecto de un verdadero cine feminista. Una película hecha y protagonizada por mujeres, sobre las mujeres, con una perspectiva femenina capaz de introducir cambios disruptivos en un mundo dominado por los hombres. Este relato sobre la primera experiencia de una liga femenina de béisbol en los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial es tan apasionante como divertido y a la vez conmovedor. La directora Penny Marshall maneja la comedia como pocos y consigue momentos estupendos de Geena Davis, Lori Petty, Tom Hanks, Madonna, Rosie O´Donnell y varios más. Pero también construye un drama sobre dos hermanas tratando de encauzar su vínculo, con la épica deportiva como contexto vibrante y cautivante. La combinación de todas estas capas de sentido es de una fluidez llamativa y da como resultado un pequeño gran clásico.

Un domingo cualquiera (1999)

Un domingo cualquiera, Oliver Stone y un gran elenco.

Posiblemente la última gran película de Oliver Stone, que aquí plantea un retrato global del fútbol americano. Están las miradas de todos: los jugadores, los entrenadores, los empresarios, el periodismo, en una narración que va ensamblando perspectivas y eventos con un trabajo de montaje de enorme virtuosismo. Desde ahí, hay una reflexión repleta de matices sobre el deporte como espectáculo pero también como forma de vida, como ámbito donde los individuos se cruzan -muchas veces violentamente- y construyen identidades propias. Todo eso sin descuidar la historia de un equipo que parece estar en caída libre y que busca recuperar la antigua gloria, o por lo menos la certeza de un rumbo. Jamie Foxx, Cameron Diaz, Dennis Quaid y James Woods están muy bien, pero el que se lleva todas las palmas es Al Pacino, con una actuación desbordante sustentada en frases y monólogos inolvidables. 

Alma de héroes (2003)

Alma de héroes, una película hípica.

Una sorpresa total en el momento de su estreno, este film funciona como épica hípica (suena un poco confuso, pero es así) y al mismo tiempo como una pintura de época y un drama grupal. En la película, la historia del caballo más ganador durante la era de la Gran Depresión se da la mano con la de una nación poniéndose nuevamente de pie. A la vez, es el sostén de un camino de redención para un conjunto de personajes que parecen ser unos perdedores inevitables pero que encuentran la vía para una sucesión de triunfos improbables. En la película de Gary Ross hay una fe palpable en lo que se está contando que contagia y crea una empatía indestructible con los protagonistas. Quizás eso se pueda resumir en una frase perfecta dicha por el dueño del caballo, interpretado por el gran Jeff Bridges: “el caballo es muy pequeño, el jockey es muy grande, el entrenador es muy viejo, y yo soy muy tonto para darme cuenta”. Lo cierto es que los espectadores terminamos abrazando esa bella tontería con un fervor que solo el cine deportivo puede conseguir.

Pelotas en juego (2004)

Pelotas en juego, comedia desatada.

El deporte también puede ser comedia pura. En este caso, una comedia desatada, que se la pasa rompiendo los límites del absurdo. De hecho, la elección del “quemado” como centro del conflicto y la épica deportiva es toda una declaración de principios por parte del film. Hay un uso constante por parte de la película de lo insólito, lo paródico y hasta lo deforme en ese enfrentamiento entre gimnasios que se traslada al campo de juego. Eso no implica que el film se burle de sus protagonistas: al contrario, los acompaña con total convencimiento y hasta los comprende en sus actitudes, obsesiones, miedos y deseos. Desde ahí, va hilvanando situaciones hilarantes y personajes irrepetibles. Particularmente el villano interpretado por Ben Stiller, que es una criatura difícil de superar. 

Juego de viernes por la noche (2004)

Juego de viernes por la noche, fútbol americano por Peter Berg.

Hay deportes que pueden ser el centro absoluto de las preocupaciones de muchas pequeñas ciudades y condicionar a todos sus habitantes hasta extremos impensados. En el caso de este film, basado en hechos reales, es el fútbol americano el que se convierte en la referencia absoluta, influyendo en la vida de un grupo de jóvenes que compiten por el campeonato estatal. Pero también están los padres, todos ellos pendientes de los logros de sus hijos, y el entrenador, que procede sabiendo que es el primer fusible cuando las cosas salen mal. Con todos estos condimentos, el director Peter Berg va delineando un drama de increíble potencia, con un lúcido uso de la banda sonora y varias secuencias impactantes. Y, por sobre todo, con una de las mejores arengas de la historia del cine, que le otorga a la palabra “perfecto” renovados significados.

El juego de la fortuna (2011)

El juego de la fortuna, un film sobre beisbol.

A veces, los planetas se alinean para que determinados equipos hagan Historia, así con mayúsculas. Lo mismo se puede decir con el cine. En esta película, confluyen varios nombres importantes: los guionistas Aaron Sorkin y Steven Zaillian, el director Bennett Miller, y los actores Brad Pitt y Jonah Hill. Todos encajan de forma fluida en esta historia sobre cómo el manager de un modesto equipo de béisbol armó un plantel competitivo con un bajo presupuesto al recurrir al análisis matemático por computadora. La clave es que esa acumulación de estrellas de la actuación, el guión y la dirección no llevan a que el film transmita pedantería, sino todo lo contrario. Esta es una película sobre gente humilde, coherente y leal capaz de tomar decisiones arriesgadas y bancar la parada aún frente a la adversidad. Es que los grandes equipos -aunque no sean ganadores- se arman como esta película: con amor y devoción por lo que se hace.