Del 17 al 28 de abril se realizará una nueva edición del Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (BAFICI), organizado como ya es tradición, por el Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires. La número 25 para ser exactos, lo cual representa un hito considerable para cualquier evento cultural y en este caso particular la consolidación de lo que podría caratularse como una política de Estado. A lo largo del tiempo, el BAFICI atravesó diversos procesos políticos y partidarios, vaivenes sociohistóricos de todo tipo y un sinfín de crisis económicas. Y, sin embargo, sigue ahí, imponiéndose a una gran variedad de fuerzas externas.

Y también internas, porque en este cuarto de siglo tuvo muchos cambios en las conducciones y formaciones de los equipos de trabajo que implicaron mutaciones en el perfil del Festival y una evolución identitaria. Por caso, si los primeros años la programación parecía una réplica a escala sudamericana del Festival de Sundance, luego estableció mayores similitudes con el de Rotterdam, para después adquirir una estructura indudablemente propia, que es referente para muchos otros festivales del resto del mundo. Eso le ha permitido tener un público fiel, que no falla a cada cita anual, además de una inserción territorial, por lo que es un instrumento potente de formación de espectadores.

Esta vez, no habrá tantas películas como en otros años, donde se llegaron a proyectar más de 400. En cambio, se podrán ver 260 películas , una cifra nada desdeñable y unas 500 funciones en trece salas. Adicionalmente, a modo de celebracin, junto al sitio web A Sala Llena, se publicará un libro titulado El libro de plata del BAFICI.

Las entradas ya se pueden comprar de manera online en www.bafici.org (será la primera vez que el Festival tenga una web propia), donde también se podrá acceder a toda la programación y las actividades especiales. Las sedes serán la Sala Lugones (Avenida Corrientes 1530), El Cultural San Martín (Sarmiento 1551), el Cine Gaumont (Avenida Rivadavia 1635), Cinépolis Plaza Houssay (Avenida Córdoba 2135), Cacodelphia (Roque Sáenz Peña 1150) y el Museo del Cine (Caffarena 51).

Acerca del proceso de selección David Obarrio, uno de los programadores del BAFICI, cuenta: “Fue el normal, pero no tan normal. Primero estaba la incertidumbre ya que hasta diciembre no tuvimos la certeza de que seguiríamos, tal cual está conformado el equipo hasta ahora. Después la tardanza en abrirse la inscripción recién en enero, producto del cambio de autoridades del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Salvo eso trabajamos como siempre; viendo películas todo el año: las que pescamos en otros festivales, las que los directores nos mandan y las que se inscriben”.

En esta edición se nota un fuerte acento en el cine nacional. Obarrio destaca que “tenemos una cantidad impresionante de películas argentinas que son estrenos absolutos. Vale decir que fuimos los primeros en verlas. Eso habla del interés que suscita el Festival como base de lanzamiento de las películas al mundo, pero también del propio BAFICI de continuar una tradición de búsqueda de novedad, frescura y misterio: "descubrir" películas -pongo las comillas del caso- como se encuentra un tesoro. Es una buena parte de lo más gratificante que tiene para mí este trabajo”

Tanto la película de apertura como la de clausura serán argentinas, algo que posiblemente nunca haya sucedido en la historia del Festival. Tras ganar la Competencia Argentina en el 2023 con Terminal Young, Lucía Seles abrirá con School Privada Alfonsina Storni, una comedia que pone en crisis parámetro institucionales. En tanto, para el cierre, se anuncia Fuck You! El último show, de José Luis García, quien años después de registrar a Luca Prodan y a Sumo, montó esta película de carácter histórico.

Además, el estreno mundial del retrato titulado Jorge Polaco, de María Onis, permitirá homenajear -con el agregado de proyecciones especiales de algunas obras de su filmografía, como La dama regresa (1966) y En el nombre del hijo (1987)– al director del que se cumplen diez años de su muerte. Otro homenaje al pasado del cine argentino se producirá a partir de Maldita Eva, documental sobre Eva Landeck dirigido por Pablo Spátola, que estará acompañado por la proyección de tres cortometrajes recuperados de la realizadora: Entremés (1966), Horas extras (1967) y El empleo (1970). Por otro lado, dos de los títulos que integran la sección Rescates son películas argentinas que pasaron por ediciones anteriores: Tan de repente (2003), uno de los films definitorios para pensar la filmografía de Diego Lerman; y Las vidas posibles (2007), segundo largometraje de Sandra Gugliotta, que representó un giro notable respecto a Un día de suerte (2002), su ópera prima.

En el segmento internacional de Rescates también estarán, entre otras, Después de hora (1985), una de las obras más incomprendidas y a la vez potentes de Martin Scorsese; La caja de Pandora (1929) y La Atlántida (1932), ambas de Georg Wilhelm Pabst, una de las figuras más relevantes del Nuevo Cine Alemán; y París, Texas (1984), de Wim Wenders.

Otra de las secciones habituales es Trayectorias, que presentará films como Favoriten, de Ruth Beckermann; Leme do destino, de Julio Bressane; The Visitor, de Bruce LaBruce; Requiem, de Jonas Mekas; Cosmic Miniatures, de Alexander Kluge; Después de Un buen día, de Néstor Frenkel; L’Empire, de Bruno Dumont; y MMXX, de Cristi Puiu.

Obarrio destaca, como una pequeña joya escondida dentro de la programación, una sección armada especialmente llamada Retrospectiva del presente, “en la que dos grandes cineastas veteranos, el español Gonzalo García Pelayo y el chileno Cristián Sánchez, presentan sus nuevas películas. Pero no una cada uno: Sánchez tiene dos películas nuevas y García Pelayo nada menos que siete películas nuevas (las siete filmadas en la Argentina, además, con actores argentinos). Son dos directores formidables que están produciendo con una energía y una gracia fuera de serie. Se trata de verdaderos cineastas del presente, de esos cuyas películas iluminan el mundo”

Con un Festival ya consolidado, pero siempre obligado a mantenerse como referente y con un público que no suele bajar su nivel de exigencia, vale preguntarse qué expectativas puede haber desde el equipo de programación. A lo que Obarrio responde: “uno nunca sabe del todo qué esperar, pero los hechos terminan siempre sorprendiéndonos para bien. De manera que nos acostumbramos a lo bueno: un entusiasmo que atraviesa con perseverancia los avatares políticos, que hace del festival una posibilidad de encuentro, de discusión, de divergencia y también de comunión. Como en todo festival importante, el público espera mucho. No es dócil ni está dispuesto a palmearnos las espaldas así nomás. Mejor. Eso hace que tratemos de superarnos siempre. El entusiasmo -para la aprobación o la diatriba- es también para nosotros un incentivo. Como siempre, nuestra aspiración es estar a la altura”.