Conversamos con el gran artista pop Edgardo Giménez, un creador de referencia internacional, un diseñador descomunal y multipremiado, un verdadero personaje. Hablar con él significa transitar los últimos 50 años de arte argentino desde un costado muy particular. La charla, que recorre desde sus inicios en el Instituto Di Tella hasta la actualidad del pop y su modo de ver la vida, dejó una cantidad de ideas interesantes y anécdotas deliciosa, que aquí les dejamos.
G.P. ¿Cómo fueron tus comienzos y cómo fue tu irrupción en eso que llamamos “el mundo del arte!?
E.G. Yo pienso que lo sensacional fue el momento en que me tocó irrumpir en el panorama del arte nacional, fue una época brillante, a punto tal que Pierre Restany, el célebre crítico de arte francés llamó a ese tiempo la edad de oro del arte argentino. Cuando notas que tenés libertad para hacer las cosas, te entusiasma más el hecho de hacerlo. Y en eso Romero Brest y el Di Tella fueron muy importantes, porque uno sentía esa libertad. Desde ya que hubo detractores muy fuertes en su momento, como es típico de los argentinos, y ya lo dijo el mismo Borges, “es muy difícil triunfar en estas crueles provincias” y realmente tenía razón.
G.P. ¿Cómo era la relación del grupo por del Di Tella con los demás artistas y con el medio?
E.G. Nosotros éramos vistos como unos bichos raros, que lo que hacíamos no era arte sino que era un mamarracho. Una vez Mujica Lainez se encontró con Jorge y le dijo, "Que tal Jorge, vos siempre defendiendo a esos mamarrachos que ponés en el Di Tella!!!” Pero Romero no esperaba aprobación, se aprobaba el mismo. Pero hay que decir algo, en un país donde todo se olvida rápidamente, han pasado más de 60 años y uno menciona al Di Tella y la gente sabe de qué se trata. Además, me gustaría señalar algo que decía Romero Brest y era que “ser culto es ser mejor persona, no se trata de acumular información, ser culto te da la calidad de ser distinto, distinto pero mejor”.
G.P. ¿Quiénes iban al Di Tella?
E.G. El público del Di Tella se fue haciendo. La gente que trabajaba en la zona, antes de regresar a su casa se daba una vuelta por el Instituto a ver que estaba pasando, eso me parece formidable, y también estaban los mismos artistas del Instituto.
G.P. Eran tiempos difíciles en donde la política se involucraba en todo, al Di Tella se lo condenaba por derecha, la dictadura y también por izquierda, por el hecho de ser demasiado experimentales. ¿Cómo vivián ustedes eso?
E.G. El tipo de arte que hacíamos no tenía nada que ver con lo que se hacía en el arte tradicional, y nosotros estábamos en contacto permanente con la gente muy importante que traía el Di Tella para sus premios internacionales y para sus exposiciones. Venían artistas de primerísimo nivel. Se hizo un ciclo de cine de vanguardia americano y Andy Warhol no tenía el relieve que iba a alcanzar después, y acá ya se estaban viendo sus primeros films. Es decir que nosotros vimos cosas suyas antes que le hicieran una muestra con su obra en el MoMA. Al mismo tiempo estábamos en dictadura y hay que recordar que al Di Tella lo cerró Onganía. Eran tiempos difíciles, pero de algún modo nosotros lo naturalizamos.
G.P. ¿Cuál crees que es, a la distancia, el mayor aporte del arte pop?
E.G. El Pop es un tipo de arte que no necesita de una preparación previa para darte cuenta de qué se trata, con eso solo se hace más popular. Fíjate que en la muestra de Arte Pop en Mar del Plata fueron 3.700.000 personas a verla. Algunos malvados dijeron que fue así porque era gratis, pero nadie va a ver algo que no le gusta más de una vez solo porque es gratis!
En aquellas épocas, todos los que formamos la generación pop, que nos vestíamos distinto, que hablábamos distinto, que hacíamos cosas distintas y que nos promocionábamos de manera diferente, éramos un bocado apetecible para los periodistas, entonces, cuando hacíamos algo, venían todos y lo cubrían, nos hacían notas y demás. El arte pop significó una apertura. Ayudó a que mucha gente que nunca entró en un museo, finalmente entrara. Hay un arte conceptual que requiere de otras cosas para ser entendidas, pero entender no es lo mismo que gustar.
G.P. Dentro de este marco general del que hablamos hoy, ¿cómo te ves vos, cómo evaluas tu carrera?
E.G. Siempre me ha ido bien y todo se fue dando solo. Tengo la suerte de que mi obra se abriera paso internacionalmente desde muy temprano. Yo soy un artista autodidacta, soy alguien que sin ser arquitecto estuve rodeado en Estados Unidos de los mejores profesionales del mundo, y eso fue gracias a la casa Azul que le hice a Romero Brest. Nunca he estudiado nada para ser quién soy, el primer sorprendido soy yo, todo me sale y he descubierto últimamente que es porque tengo la capacidad de resolver cosas. Y fundamentalmente, te diría que a mi me gusta el cambio, porque con el cambio crecés. Si tengo que hacer siempre lo mismo, me aburro. En definitiva, “Yo he hecho siempre lo que se me dio la gana”.
G.P. Si hay una cualidad que distingue a Edgardo más allá de su enorme condición artística, es que es una persona con un buen humor envidiable, creo que no exagero si digo que es la persona con mejor humor que conozco
E.G. Hace unos días te conté algo que decía Tita Merello, ¿te acordás? Dice algo así “La vida es corta, pasarla a té de tilo, preocupado y con estrilo, me parece que es atroz “. Y yo creo que es así!! Además, te voy a decir una cosa, una tragedia, si tenés talento, la transformas en una comedia. Esta es la única oportunidad que tenemos. La vida es demasiado corta.