El terror no fue un género muy transitado durante el Siglo XX en el cine argentino, que casi siempre lo colocó en un lugar entre secundario e inexistente. Mientras en otros países, como Estados Unidos, el Reino Unido o Italia, desarrolló distintas vertientes y cimentó las carreras de muchos realizadores, en la Argentina solo hubo algunos chispazos de creatividad. Sin embargo, ya en el nuevo milenio, pasaron progresivamente a convertirse en una producción mucho más abundante y diversa, de la mano de creadores y hasta un nicho de público consolidados.
Incluso tenemos festivales como el Buenos Aires Rojo Sangre, que desde hace varios años es una cita ineludible en la agenda cultural. Aprovechando el reciente estreno de Me encontrarás en lo profundo del abismo, de Matías Rispau, en ZIBILIA hacemos un pequeño repaso por películas relevantes para pensar e indagar en la historia del terror en el cine argentino. Con ustedes, diez películas para sentir miedo en términos criollos...
El hombre bestia o La aventura del Capitán Richard (1935)
Obra de carácter casi arqueológico, es también una muestra de lo que podía ser el cine argentino más alejado de los marcos industriales de esa época. Dirigida por C.Z. Soprani, sigue a un militar cuyo avión cae en una zona aislada y que, con el paso del tiempo, se convierte en una especie de hombre-bestia. En ese estado es hallado por un científico que prueba en él una pócima experimental, que lo convierte en un sátiro que secuestra doncellas. Una película extraña y fascinante, que a su modo no dejaba de dialogar con monstruos como Frankenstein o Drácula.
Una luz en la ventana (1942)
Dirigida por Manuel Romero -realizador vinculado a la comedia, pero que aquí demostraba que podía adaptarse a múltiples géneros-, esta película es también famosa por ser el debut en el cine de Narciso Ibañez Menta. El relato presenta a una enfermera (Irma Córdoba) que llega a una remota localidad para cuidar a una anciana enferma, aunque pronto descubre que nada es lo que parece, porque todo en verdad gira alrededor de un siniestro trasplante. Un film con algunos climas muy inquietantes y un gran trabajo de maquillaje y fotografía.
Si muero antes de despertar (1952)
Aunque esta película del gran Carlos Hugo Christensen pueda enmarcarse mejor como thriller, no deja de poseer algunas atmósferas terroríficas. La historia se centra en un niño de once años que, durante una travesura, obtiene datos sobre la identidad de un secuestrador de niñas. Sin embargo, elige no revelarle lo que sabe a su padre, un policía, para no confesar su propia falta, por lo que termina poniendo en riesgo su vida. A su manera, el lunático interpretado por Homero Cárpena es una encarnación de la figura del “cuco” en versión más concreta y siniestra, a partir de cómo niega a Dios y carece casi por completo de humanidad. Eso convierte al film en reversión aún más inquietante de El vampiro negro, el clásico de Fritz Lang.
Obras maestras del terror (1960)
Este film de Enrique Carreras adapta tres cuentos del inigualable Edgar Allan Poe: El caso del Sr. Valdemar, El tonel del amontillado y El corazón delator. Lo hace con prolijidad en la ambientación y decisión narrativa, dejando todo servido para que Narciso Ibañez Menta entregue interpretaciones inolvidables en cada uno de los relatos. Una película que, aún con sus desniveles, mantiene una gran tensión y que se posiciona dentro del terror con orgullo y sabiduría, sin escatimar sustos para un espectador de cualquier época.
Plaga zombie (1997)
Luego de unas cuantas décadas donde el terror pareció estar casi ausente en el cine argentino, apareció este film dirigido por Pablo Parés y Hernán Sáez, de muy bajo presupuesto, pero con un saludable espíritu amateur. Hay una invasión extraterrestre que amenaza con destruir nuestro planeta y, en contrapartida, un conjunto de héroes improbables que protagonizarán una historia de supervivencia casi inverosímil. El resultado, donde el horror se combina con la comedia, es bizarro y sumamente entretenido. La película inició una trilogía y, a la vez, abrió el camino para una revitalización del género en nuestro territorio.
Francesca (2015)
Los hermanos Nicolás y Luciano Onetti han mostrado a lo largo de los años un compromiso con el terror difícil de empardar, que los ha llevado a releer y repensar distintas vertientes y subgéneros. Aquí, a partir de un relato centrado en una desaparición y una serie de crímenes similares, aprovechan para homenajear a su querido Darío Argento, uno de los íconos del giallo italiano. De paso, despliegan referencias a la Divina Comedia en una puesta en escena tan calculada como arriesgada.
Los olvidados (2017)
Otra película de los Onetti, que en este caso se aproxima al subgénero del slasher, aprovechando como base una historia real que no deja de tener mucho de mito. Nos referimos al caso de Epecuén, un pequeño pueblo que, luego de una inundación ocurrida en 1985, quedó prácticamente enterrado bajo el agua, hasta que hace unos años las ruinas volvieron a emerger. La puesta en escena aprovecha esta locación para delinear un relato de persecución y matanza, donde los protagonistas intentan escapar a un destino tan sangriento como funesto. Un film asfixiante, donde lo espacial cumple un rol decisivo.
Aterrados (2017)
Dirigida por Demián Rugna, esta película se adentra con total arrojo en el horror sobrenatural, que suele ser un territorio donde es muy fácil equivocarse. Sin embargo, sale airosa, a partir de una premisa simple -un grupo de vecinos de un barrio de Buenos Aires es atacado por fuerzas sobrenaturales-, pero ejecutada con gran solidez. Ya el prólogo, de gran contundencia, es un claro indicador de cuán claros tiene sus objetivos el realizador y cómo llevarlos a cabo. Un film que despliega la información precisa para atemorizar al máximo y que asusta en serio.
Zombies en el cañaveral. El documental (2019)
El terror puede fusionarse con el documental, e incluso con el falso documental, hasta inventar una anécdota que se permite encontrar los lazos entre el miedo y la risa. De eso se trata esta propuesta de Pablo Schembri, que se propone indagar en la historia de un supuesto film de 1965 que fue censurado por la dictadura de Onganía. Pero no solo eso: también habría sido un precursor del género de zombies, ya que se habría estrenado antes de La noche de los muertos vivos, de George Romero, que fue lanzada en 1968. Con un hábil coqueteo con los límites entre la realidad y la ficción, es una película divertida y una declaración de amor por lo horroroso.
Historia de lo oculto (2020)
Con dirección de Cristian Ponce, esta película tiene una gran influencia de los thrillers conspirativos del cine norteamericano de la década del setenta. A la vez, se aparta de referentes como Los tres días del cóndor, al incorporar elementos sobrenaturales, que la adentran en un territorio inestable. El relato sigue a un periodista que entrevista a un empresario a quien intenta vincular con el presidente de turno y el asesinato de un opositor. Pero todo resulta ser más turbio, porque lo que se va revelando es una conspiración de brujería y la intención de convocar a una entidad oscura mediante sacrificios humanos. Un film que hace un gran uso del sonido y la fotografía, para desde ahí desestabilizar al espectador.