Diego Gentile es actor pero de esos actores a los que les calza el apodo de todo terreno, actor de televisión, de series, de películas, de teatro. Dueño de éxitos tan fuertes e importantes como la obra cómica Toc, toc que batió todos los record imaginables que lideró la cartelera porteña contra todos los pronósticos y destronó a cuanta obra se le cruzó por el camino; y es un tren del que se supo bajar también porque hacer funciones de miércoles a domingos es tan abrumador que impide incluso ir a ver teatro y formar parte de muchos otros proyectos. También fue parte del elenco de Relatos salvajes de Damián Szifrón, película llena de premios, reconocimientos, que viajó a los Oscar como representante del cine argentino y que aun hoy tiene escenas memorables. Él estuvo ahí, en la escena icónica del casamiento, siendo protagonista de ese amor desesperado, frustrado el mismísimo día de la boda.
Hoy es parte de Largo viaje de un día hacia la noche, una obra de Eugene O´Neill dirigida por Luciano Suardi con Selva Alemán, Arturo Puig y gran elenco, definitivamente el sueño de cualquier actor: un verdadero clásico, en una de las salas teatrales más importantes de la Argentina como lo es la sala Casacuberta del teatro San Martín.
“Nunca había trabajado en el teatro oficial, ni el Cervantes, ni el San Martín y apareció está posibilidad. Primero de hacer una obra en ese teatro y además una obra ni más ni menos que de Eugene O´Neil, un clásico absoluto. En general son obras que no se hacen si no son en el circuito oficial porque es una producción que no se puede hacer en el teatro independiente. Y en el comercial en general se hacen obras más bien cómicas o de personas que salen de realitys, un gran tema, complejo. Pero la posibilidad de hacer O´Neil en la Casacuberta que encima es la sala para mí más linda porque da un espíritu casi independiente al tener a todo el público rodeando la escena es un sueño hecho realidad”.
¿Cómo te encuentra este presente?
Definitivamente muy feliz por lo que estoy viviendo. Nunca había trabajado con Arturo (Puig) ni con Selva (Alemán), son esas parejas icónicas; en mi época de formación yo los veía en Atreverse y yo queria decir esos textos, ser actor por gente como ellos. En general a mí siempre me dan ganas de hacer función pero en este caso más porque encima de todo cuando estás en un teatro como el San Martín y la obra funciona bien no tenemos que empezar a invitar a personas. Porque lo que la gente no sabe es que cuando uno estrena una obra, al día siguiente ya nos ponemos a trabajar en invitar a conocidos, familiares, amigos, sin parar. Es una etapa que yo la llamo “el arengue”. Acá no hay que arengar. El San Martín tiene su público pero además cuando se empieza a correr la bola de que está buena se venden anticipadas, tenemos preventa con una semana de anticipación.
Pero estuviste muchos años en Toc, toc…
Sí, si había una obra que no necesitaba arengar era Toc, toc, teníamos que frenar a los invitados. Seis años y medio estuve desde el inicio cuando pensábamos que no íbamos a trabajar nada, que iba a ser una comedia de verano, desde ahí arrancamos y empezó la magia.
Imagino que para un actor en este contexto, con tantas incertidumbres, con el cine en un momento complicado y el mundo televisivo también es difícil bajarse de un éxito semejante ¿fue difícil la decisión?
No, para nada. Apareció la película de Carlos Sorín, Joel, con la que me tenía que ir seis semanas al sur a filmar, ya sentía que se había cumplido un ciclo, ya nos habíamos dado mucho, Toc toc a mí, yo a la obra. Hice 2204 funciones. No es que no podía hacer otras cosas porque grababa y filmaba de día pero es tan difícil e inestable este oficio y Toc toc daba una proyección de estabilidad enorme pero que se convertía a su vez en una especie de jaula de oro. Lo hablábamos mucho con el elenco. Había algo de esa jaula de oro que te daba una estabilidad y un disfrute hermoso, siempre el elenco fue genial, pero para el trabajo del actor no tenía mucho riesgo.
Casi siete años de no poder ir jamás a un cumpleaños, extrañabas imagino algunas rutinas…
Sí, más en un teatro como el Multiteatro que tiene la estructura de doble función los sábados, ni cumpleaños ajenos ni ir a ver a compañeros a sus obras, todo acotado y regido por el horario de las funciones. De hecho no hice despues teatro comercial por varios años. Hice teatro independiente pero tardé en volver a la rutina del teatro comercial. A mí me gusta mucho ser espectador de cine, de teatro, yo necesito eso, seguir llenando el disco rígido de materiales. De hecho, mientras estudiaba con Alezzo yo trabajaba en un video club, hacía el secundario a la par, y veía diez películas por día. Siempre creí que la formación era importante pero que el ser espectador te formaba tanto como el estudio. La mirada se estiraba y te armaba un criterio, por sí y por no.
¿Cómo llega la actuación a tu vida?
No lo sé, soy del 76, crecí en los 80. Mi mamá era una persona que tenía la tele prendida todo el día, Romay, novelas. Yo crecí consumiendo ficción y me parece fascinante. Le dije a mi mamá que quería hacer eso. Eso que sucedía en la televisión. Quería parecerme a esas personas que veía en la tele. Desde muy chiquito, a eso de los ocho años, sentí un especie de llamado de la vocación, inexplicable porque nadie en mi familia se dedica a esto, ni tenía en el barrio ninguna referencia. Fue un llamado realmente de vocación. Y siempre le agradezco a quien lo haya mandado por tenerlo claro desde tan chiquito.
Y que tu mamá te haya escuchado y que no te hayan dicho que estudies otra cosa…
Lo intentaron igual, mi mamá y mi papá, separados, cuando les dije que quería hacer eso que veía en la tele. De todos modos, mi viejo me consiguió el teléfono de Alezzo sin demasiadas referencias, no había Google para buscar, hablo de 1989. Yo me senté con 13 años frente a Alezzo, le pedí media beca porque no podía pagarla, me la dio todos los años. Yo terminé quinto año con los cinco años hechos con Alezzo. De ahí me quedaron muchas amigas, María Figueras, Malena Figó, Mey Scápola, Lorena Romanin. Era el único varón. Vocación pura.
¿Y tu primer trabajo como actor?
Yo tenía 17 años, estaba terminando quinto año, casi me quedo libre porque me salió para participar en Las cosas del querer 2, la coproducción argentina-española, tenía varias jornadas y lo único que decía en la película era “no”. Pero tuve jornadas viendo cómo filmaban. Y ahí gané plata, me compré una videocasetera para dejar en mi habitación. Ese fue mi primer laburo por el que cobré.
¿Y ya a partir de ahí comenzaste a trabajar sostenidamente o fue un proceso difícil?
Arrancó con mucha ilusión y esperanza porque a los 18 años entré a trabajar en Poliladron que era el programa boom del momento. Lo primero que hizo Pol-K y que marcó un antes y un después. El elenco era rotativo y yo tuve la suerte de que me llamaran varias veces. Al toque empalmé con un unitario que hacía Migré en la Tv Pública, por entonces ATC, hacía de hijo de Nora Cárpena que estaba en el closet y salía, una especie de alter ego de Migré y después pensé que no paraba más.
Pero no. Y se empezó a volver algo más difícil. Ahora con el diario del lunes, con casi 47 años entiendo que fue un camino de entender la vida. De los 20 a los 30 fue de mucho crecimiento personal, de estar muy angustiado, mientras hacía mucho teatro independiente y hacía publicidad. Ganaba muy bien, por el trabajo de un día vivía tres meses. Hice 80 publicidades. Filmé mucho para afuera. Hasta que después de los 30 se empezó a unir la vocación con el dinero sostenido. Hice Niní, con Florencia Bertotti, el primer contrato de televisión. De ahí pasé a Todos eran mis hijos en teatro comercial. Y de ahí me fui para pasar a Toc toc como comedia de verano que terminó durando muchos años.
Poliladrón, Toc Toc, Relatos salvajes, de lo más popular que se hizo en Argentina en tele, teatro y cine.
Otro título que metí en el año 2005 fue la película que superó el millón de espectadores, El ratón Pérez, en la que hice de villano.
Uno de los personajes más populares de Relatos salvajes fue el tuyo, ¿qué te pasó a vos con eso?
Fue terrible, el año que viene se cumplen diez años, fue un delirio total. Hay algo tan grabado en la memoria colectiva que al día de hoy me siguen diciendo cosas de la película. Y creo que el episodio del casamiento generó una empatía no solo de volverse salvajes.
¿Tuviste ganas de irte a trabajar a Hollywood, hacer un salto y jugarte por otro tipo de trabajo actoral?
No me imagino viviendo afuera, me gusta vivir acá, ser turista en esta ciudad. Me gusta viajar pero volver. Me encanta el cine de Hollywood, lo consumo. Desde que trabajaba en el videoclub. Largo viaje de un día hacia la noche ¿hasta cuándo se puede ver? Hasta el 17 de diciembre y es probable que volvamos en febrero a hacer temporada de verano acá. El teatro San Martín sigue manteniendo los precios, como debe ser, populares. Así que es refugio no solo para los actores sino también para la gente.