"Nosotros éramos unos locos sueltos que hacíamos lo que se nos antojaba. No teníamos que vender discos, no teníamos que complacer a la grabadora, no teníamos que hacer marketing, no teníamos que poner lo que le gustaba al productor. Si no le gustaba, que se jodiera", dijo Nacha Guevara a una revista cuando fue consultada a propósito de los 40 años del Instituto di Tella, del que fue parte.
Creado en homenaje a Torcuato Di Tella (1892-1948), un italiano radicado en la Argentina que había peleado en la Primera Guerra Mundial; se había recibido en Ciencias Exactas en la Universidad de Buenos Aires en 1921, y había dedicado su vida a la filantropía y a la defensa de los derechos laborales, se fundó en 1958, en plena efervescencia desarrollista, el legendario Instituto di Tella cuyo lema fue: "Seamos realistas, soñemos lo imposible". Financiado por la Fundación di Tella, el centro pretendía “promover el estudio y la investigación de alto nivel, en cuanto atañe al desarrollo científico, cultural y artístico del país, sin perder de vista el contexto latinoamericano donde está ubicada Argentina", y pronto fue el centro de la vanguardia local.
Los nombres de la cultura argentina asociados al di Tella son varios, en su mayoría artistas provenientes de las artes visuales, el teatro, la danza, la literatura, la música y la producción audiovisual. Marta Minujin, Antonio Berni o Clorindo Testa surgen instantáneamente asociados a su nombre. Sin embargo no es tan conocido que también la actriz y cantante Clotilde Acosta Badaluco, más conocida como Nacha Guevara fue una de sus principales animadoras.
Sobre aquellos años la artista marplatense declaró en una entrevista que la ebullición de los años sesenta "fue un movimiento extraordinario, aquí y en el mundo. Algo espontáneo como deben ser los verdaderos movimientos, no había líder. Lo que pasó acá tuvo la misma ebullición en otro lados: el Mayo Francés, Vietnam, los Beatles, Andy Warhol...aquí tuvimos varios vehículos para ese movimiento y uno clave fue el Di Tella. Era un lugar para experimentar, para cometer errores".
En realidad, como Nacha también contó: "Lo que pasaba en el Di Tella era muy local (las performances, las obras). La información tardaba mucho en llegar, no sabíamos que Andy Warhol estaba haciendo lo mismo que nosotros. Eso hizo que fuera mucho más auténtico, todas voces propias: tanta información hace que uno sea poco original."
En ese espacio Guevara desplegó entonces su arte a través de canciones que generaban polémica, con críticas al poder político y también con fuerte contenido social. Letras como La doble cero, escrita por Ernesto Schoo y Roberto Rodríguez, eran la muestra de la vanguardia del instituto en ese momento: "Cortate el pelo, muchacho, o es que acaso te pensás que en este país se puede ser distinto a los demás. ¿Qué es eso del pelo largo, la polera y el blue jeans?. ¿Qué es eso de ir al DiTella, al sarao y al happening?"
No se casen, chicas, de Boris Vian, que Nacha estrenó en su primer espectáculo musical "Nacha de noche" (1968), tiene versos en contra de los estereotipos de mujer de la época, una mujer ama de casa al cuidado de sus hijos: "No se casen, chicas, no se casen. Vistanse de gala, al River acudan y bailen. Cuatro veces por mes cambien de amante. Agarren guita, mucha guita y guarden. Escóndanla bajo el colchón".
La carrera musical de Nacha comenzaba entonces. Tenía 28 años. Después de Nacha de noche, llegó el exitoso Anastasia querida. A estos le siguieron musicales como Las mil y una Nachas, que interpretó hasta su exilio en 1974, debido a amenazas de la Triple A. En 1986, ya de regreso a la Argentina, interpretó en el Teatro Maipo el musical de Eva Perón, con la famosa "No llores por mí, Argentina". Y en los '90, presentó Nacha Guevara 100%: del Di Tella al 2000, un repaso de su historia desde su incursión en el movimiento al nuevo milenio.