Una selección de films que va desde creaciones de Alfred Hitchcock a Lenny Abrahamson pasando por Roman Polanski, Arturo Ripstein y Tsai Ming-liang, entre otros, que hablan desde diversas ópticas del tema del momento.
La “cuarentena” ya superó su significado original: llevamos más de cuarenta días de confinamiento y es muy posible que pasemos la barrera de los dos meses. El encierro se siente cada vez más y pesa de distintas formas: por empezar, a nivel físico, pero también desde lo psicológico y hasta lo espiritual.
El cine ya había abordando este tipo de experiencias desde diversos ángulos, transitando todo tipo de temas, géneros, personajes y situaciones. A continuación, una muestra de lo que el cine ha entregado cuando pensamos en el concepto de “encierro”.
La ventana indiscreta (1954)
El gran Alfred Hitchcock siempre trabajó sobre lo que implica la mirada del espectador con enorme inteligencia. Aquí supo introducir a la cámara como dispositivo mediador en un contexto de encierro forzoso para un fotógrafo encarnado por James Stewart. Es así como un simple ritual de observación para superar el aburrimiento se sale de cauce cuando el protagonista ve lo que podría ser un asesinato. Lo llamativo y atractivo del film es cómo combina elementos que podrían ser disímiles: la angustia y el humor, el suspenso y la comedia, el thriller y el romance. De manera un tanto particular, Hitch anticipaba el exhibicionismo y la observación obsesiva del nuevo milenio. Y lo hacía con una película tan entretenida como tensa. Si a eso le agregamos la participación de la hermosa Grace Kelly, estamos ante un film ineludible.
Repulsión (1965)
Si usted quiere saber lo que es estar adentro de una mente (auto) destruyéndose, entonces lo mejor que puede hacer es ver esta película. Lo cierto es que Roman Polanski siempre supo indagar en el encierro, tanto físico como mental, que puede ser impuesto o autoimpuesto por los personajes. En este caso, una mujer (estupenda Catherine Deneuve) a la que le repugna el sexo y que va cayendo en un pozo depresivo que la lleva a tener visiones cada vez más violentas y horribles. Con una narración que acumula progresivamente atmósferas de alta tensión, el realizador muestra de manera precisa y asfixiante lo que es el camino a la locura. A medida que pasan los minutos, la sensación de claustrofobia es cada vez más mayor, llevando a que el espectador roce la identificación completa con la protagonista. Cuando el film termina, la locura ha pasado a ser la nueva lógica.
El castillo de la pureza (1973)
Arturo Ripstein, a lo largo de su extensa trayectoria, utilizó varias veces hechos reales como base para relatos tan retorcidos como fascinantes. Aquí se centra en la historia de un hombre disciplinado pero también impulsado por la sexualidad, que mantiene a su familia aislada en su hogar por años, con el objetivo de “protegerlos” del mal que acecha afuera. Los inconvenientes se disparan cuando los hijos arriban a la adolescencia y empiezan a tener curiosidad por el mundo exterior. La película está inspirada en un caso verídico pero el cineasta mexicano no se regodea en el morbo. En cambio, se adentra en las fauces de la doble moral conservadora, además de los choques entre los dogmatismos sociales (que conducen al paternalismo) y las pulsiones naturales. Una película algo olvidada pero digna de ser rescatada.
Misery (1990)
En este pequeño gran film confluyen varios temas muy característicos de la literatura del genial Stephen King. Hay un famoso escritor que tiene un grave accidente y queda al cuidado de una mujer totalmente devota de su personaje más célebre, que resulta ser una total psicópata. Esa es la excusa que utiliza el relato para abordar la maldición del talento, los comportamientos enfermizos, la ficción como algo tangible y claro, el encierro capaz de alterar la mente. El director Rob Reiner concreta una adaptación casi perfecta, que interpela tanto nuestros miedos como los demonios internos frente a situaciones anormales. Ambas vertientes están interpretadas de forma contundente por un efectivo James Caan y una Kathy Bates en el papel de su vida, que le valió un Globo de Oro y un Oscar.
El agujero (1998)
Con su estilo distintivo, casi único en el mundo, Tsai Ming-liang anticipó en esta película no solo lo que podría generar una pandemia, sino también ciertas particularidades del tejido social actual. El film transcurre en un Taiwán acechado por una lluvia que nunca para y una extraña enfermedad transmitida por cucarachas. En ese contexto, un plomero hace un agujero que comunica a dos departamentos, entablándose un extraño vínculo entre los habitantes de ambas viviendas. Con ese minimalismo, el realizador aborda tópicos como la soledad, las conexiones humanas y la incidencia de los espacios en los individuos. Lo hace animándose a insertar segmentos musicales insólitos pero también cautivantes, que convierten a la película en una experiencia única.
La habitación del pánico (2002)
Una madre y su hija, tres ladrones, una casa con un cuarto seguro y casi impenetrable. Con apenas ese puñado de elementos y un único escenario en casi todo el metraje, David Fincher construye un relato donde el temor, la ansiedad, la incertidumbre y la claustrofobia son las reglas dominantes. Lo que vemos es un duelo de voluntades, donde los motivos de los antagonistas nos sorprenden, pero también las reacciones de las protagonistas. Sin embargo, a pesar de que Fincher deja clara su marca en cada plano, hasta darle vida propia a ese hogar transformado en una trampa, no es el único autor de la película. También está presente la mirada de Jodie Foster, encarnando lo maternal llevado al extremo de lo instintivo y accionando desde la más pura feminidad. El plus es la participación de una muy joven pero acertada Kristen Stewart.
Oldboy (2003)
Un hombre es secuestrado y lo mantienen encarcelado en un cuarto durante quince años. Un día es súbitamente liberado y se encuentra con que tiene solo cinco días para hallar a quien planificó su cautiverio. Esa búsqueda irá adquiriendo múltiples connotaciones porque implica saber los motivos detrás de esas acciones, que se conectan con su propio pasado. Park Chan-wook trabaja con maestría los enigmas alrededor de ese encarcelamiento, que se trasladan a toda la puesta en escena. La opresión y claustrofobia prevalecen en la película, con especial énfasis en un impresionante plano secuencia donde el protagonista lucha contra decenas de criminales armado solo con un martillo. La vuelta de tuerca cerca del final es tan imprevisible como brutalmente desoladora.
La habitación (2015)
El film que le valió un Oscar a Brie Larson por su protagónico es uno donde el confinamiento es un punto de partida, pero también de llegada. Es que para esa madre que encarna Larson y su hijo (Jacob Tremblay, absoluta revelación), el encierro forzado que padecieron durante años no fue solo literal y físico. También fue mental y espiritual, a tal punto que los forzó a configurarse para sí mismos un mundo propio, distante de un afuera ajeno. Eso lleva a que, cuando llega el momento de la vuelta al exterior, del encuentro y reencuentro con otras personas, la reacción sea un nuevo tipo de introversión. Especialmente para ella, que no puede superar los traumáticos hechos vividos. El acierto del film de Lenny Abrahamson consiste en privilegiar la mirada infantil para abordar temas delicados, como el abuso, sin perder complejidad y sensibilidad.