Una exposición en el Museo de Arte Oriental, Chadō: El camino del té y las cuatro estaciones nos traslada directamente al corazón de una tradición centenaria. Te contamos qué vas a ver y charlamos con la curadora, Malena Higashi. Podés visitarla hasta el 19 de enero.
Cruzar la fachada del portón antiguo del Museo Nacional de Arte Decorativo. Caminar por los adoquines del patio hasta entrar al edificio. Dirigirse a las escaleras de la izquierda. Pisar cada uno de los peldaños hasta el primer piso. Atravesar el pasillo. Llegar a la sala que pertenece al Museo de Arte Oriental. Quien siga estos pasos antes del 19 de enero podrá acceder a la muestra de Chado que propone el Museo en conjunto con la escuela de té Urasenke.
Hay caminos acotados y fáciles de realizar. Otros que te pueden llevar una vida, como el del chadō. En japonés,”cha” significa té y “do”, camino. Por eso, si bien en esta ceremonia lo importante es sentir el presente, nada está librado al azar. Al igual que en la exposición.
Al entrar, lo primero que se ve es el furo (brasero) con un kama (olla) puesto encima. El armado de las instalaciones reproducen la esencia del chadō. Todos los utensilios necesarios para la ceremonia están dispuestos a la derecha de una vitrina, sobre un tatami, emulando el orden real. A la izquierda, un vacío equilibra y resalta las virtudes de los objetos rememorando uno de los conceptos que resaltó Sen no Rikyu: la armonía. “Wa, kei, sei y jaku, o armonía, respeto, pureza y tranquilidad, son cuatro principios que el maestro decodificó y explican bastante bien lo que es la ceremonia del té”, explica, en diálogo con Revista Zibilia, Malena Higashi, periodista, escritora, miembro de Urasenke y curadora de la muestra. Ella se dedica a estudiar y divulgar la práctica del chadō.
En uno de los costados de la sala del Museo, se encuentran los mismos elementos antes presentados, pero esta vez esparcidos a lo largo detrás de un vidrio. Un hirajawan (recipiente para el verano), acomodado al lado de un raku chawan (para el invierno), dejan en claro que la diferencia entre los objetos para utilizar según las estaciones del año no solo está en los dibujos, sino también en los materiales y en la forma. El primero, transparente, presenta apenas unos detalles en azul, blanco y verde. Es de vidrio y tiene la boca ancha para que el té se enfríe más rápido. El segundo, más angosto, hecho con cerámica y pensado para contener el té espeso.
En el fondo de esta vitrina hay fotos que muestran una ceremonia en proceso. En ellas se pueden apreciar los kimonos propios de las reuniones y queda a la vista la formalidad que suelen tener los encuentros que se producen alrededor de esta bebida natural.
Un tercer espacio muestra cuatro chawan. Uno por cada estación. Con diseños y escrituras alusivas a la época en la que se recomienda utilizar cada uno. Desde su textura y sus dibujos, cada recipiente transmite la emoción del momento del año en el que pensaba la persona que lo creó. “Todos los chawan de la exposición son de Urasenke. El 99% son japoneses. Uno solo es coreano”, devela Malena.
¿Cómo llegó la ceremonia del té a tu vida?
Mi abuela, Emiko, es sensei en Urasenke hace mucho tiempo. Actualmente tiene 88 años y continúa enseñando. Yo siempre fui muy cercana a ella. Me cuidaba y me llevaba a las clases, pero jamás imaginé que me iba a dedicar a esto. Hice mi camino: estudié periodismo, letras, escribí mucho y, recién a los 30 años, cuando viajé por primera vez a Japón con mi tía y mi abuela, me di cuenta que había mucha cultura japonesa en mi vida. Después volví a viajar a la escuela de Urasenke, en Kioto, gracias al programa Midorikai que me llevó a estudiar un año ahí.
La realidad es que, a medida que adquiría conocimientos, me daba cuenta que el chadō tenía mucho que ver con las cosas que me interesaban: la filosofía, la caligrafía, la cerámica. Cada una de esas cosas es como una puerta que se puede abrir. El chadō es un dō que contiene muchos otros. Por eso nadie domina la ceremonia el té. Es un camino y se va aprendiendo.
¿Cuál es el origen de la ceremonia?
Fue en China. Hay registros del S. VII de un monje que se llamaba Eisai y escribió un tratado sobre las propiedades benéficas del té. Hace más de 400 años, cuando la ceremonia llegó a Japón, fue Sen no Rikyu quién perfeccionó la práctica y la elevó al estatus que tiene hoy en día.
Hace 65 años, un maestro viajó por América Latina visitando países como Brasil, Argentina, Perú y México y divulgó los beneficios del té. Eso dio origen a escuelas como la que está cumpliendo años en la Argentina.
Pasaron más de 400 años, la ceremonia cruzó fronteras y llegó a diversos países, pero la esencia se mantiene...
No es lo mismo practicarlo en la Argentina que en Japón, pero hay muchas cosas que no cambian. Empezando por el procedimiento, que siempre es el mismo. Además, la ceremonia del té tiene muchas reglas pero, en realidad, lo importante es el vínculo entre el anfitrión y sus invitados. Lo que también me parece increíble es el hecho de que los cuatro principios que Sen no Rikyu propuso hace cuatro siglos se sostengan.
El primero de ellos es la armonía. Con la naturaleza y entre los objetos que se utilizan para la práctica. Ahí se pone en juego la relación con las estaciones del año. Sin embargo, no significa que si yo hago un encuentro de chaji (reunión formal) en verano todos los objetos que use van a tener un Sakura dibujado. Todo lo contrario. Quizás utilizo una taza que tiene una flor y todo lo demás no. Se luce por contraste.
Otro de los principios es el respeto entre las personas. El tercero es la pureza. Tanto los invitados, como el anfitrión y los elementos que se van a utilizar se purifican antes de entrar a la ceremonia. Y, por último, la tranquilidad que llega cuando uno practica muchas veces y afianzan los tres primeros conceptos.
¿Estos principios son los que están escritos y a la vista en una pared del Tokonoma (espacio destinado a esta práctica)?
Nosotros solemos colgar los ideogramas que representan estas cuatro ideas porque explican bastante bien lo que es la ceremonia del té. Pero pueden ser también otras frases breves, poemas o dibujos que también varían de acuerdo a las estaciones.
Y suele ser acompañado por un arreglo floral, ¿Por qué?
En la antigüedad, incluso en la época de Rikyu, había mucha inestabilidad política en Japón. Había guerra civil y, en medio de eso, la gente llevaba a cabo esta ceremonia. El ideal de ellos era una imagen: una casita en el medio de una montaña. Silenciosa. Pero, la realidad es que estaban en ciudades muy bulliciosas. La ceremonia del té es una práctica totalmente urbana en la cual se intenta traer la naturaleza a la sala a pesar de estar en medio de una gran ciudad. Justamente es una práctica que sirve para entrenar la contemplación, los sentidos, bajar la adrenalina, hacer una pausa y tomar un descanso. Muchos dicen que es una meditación en movimiento.
¿Y esos aprendizajes sirven más allá del momento de la ceremonia?
Algo que me encanta es que lo que uno aprende en el tatami lo puede llevar a la vida de todos los días. El respeto, la pureza de las cosas, la importancia del cuidado de los objetos, de las personas y de los vínculos son cuestiones que se aprenden y hay que ejercitarlas. La ceremonia del té y la práctica diaria de estar en contacto con el silencio y la contemplación son fundamentales para adquirir estos hábitos.
Si algo sale de forma no esperada en la ceremonia del té, se sigue. En ningún momento vas a parar la ceremonia para decir: “La taza está al revés”. Simplemente la agarrás, la acomodás y seguís. Como en la vida: uno puede planificar y esperar que las cosas se den de determinada manera, pero tiene que fluir y hay que seguir caminando.